Historias de familia


Se llama Pedro Davreux, es hijo de padres belgas que lo llamarán Pierre y  nació el 7 de septiembre 1912 en Buenos Aires. Quién sabe qué planes tenía, pero sabemos que la guerra no figuraba en ellos, al punto que tras graduarse de bachiller y cuando es llamado por el Ejército Argentino para que cumpla con el servicio militar obligatorio declina la oferta alegando que lo haría en el ejército comandado por Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha y Hohenzollern-Sigmaringen, tercer rey de los belgas.

Para ese entonces ya trataba con los clientes europeos de la empresa de su padre. No pasó mucho tiempo que llegó el llamado de Bruselas para que preste servicio en el ejército brabanzón. ¿Su respuesta? renunció a la ciudadanía belga y se quedó trabajando en Buenos Aires.

Llega el infierno de la guerra, los clientes europeos de su padre son los emisarios del desastre.  Entre negocio y negocio le narran la ocupación, los destierros, las persecuciones. Le hablan de la SS y de la Gestapo. ¿Quién sabe qué fibra tocaron en él y su familia que cuando todos querían huir de Europa, él decide desafiar la corriente y decide partir a la tierra de sus mayores a pelear contra Hitler? Fue a la embajada de una Bélgica que aún resistía y se ofreció como voluntario.

No fue el único Davreux en cruzar en Atlántico, su hermano Juan también se enroló y su madre y sus dos hermanas regresaron a su tierra -como niñas de Ayohuma del Brabante- para ponerse a disposición de los soldados de su patria.  Tras la caída de Bélgica viaja a Canadá en mayo de 1941 al campamento La Joliette cerca de Montreal para recibir instrucción y ya soldado llega en agosto de ese año, a Gran Bretaña donde será incorporado para la sección belga de la Real Fuerza Aérea (RAF por sus siglas en inglés)

Nada le será fácil a nuestro estoico belga que sólo quiere ajustar cuentas con el “cabo bohemio” que señorea en Europa. Con casi 28 años ya está ‘viejo’ para poder pilotar. Le ofrecen, en cambio, ser lanzador de bombas y regresa a Canadá, a Mocton para seguir un curso de puntería de bombas. En 1943 regresa donde logra su calificación de puntería de bomba en Cornualles.

Allí le recomiendan que se cambie el nombre y la nacionalidad para que los alemanes no lo fusilen por espía si cae prisionero pues su familia activaba en la resistencia a la ocupación nazi. Acepta y en ese momento nacerá Louis Robert, listo para acabar con los nazis.

Pero el destino le prepara otra zancadilla. Al llegar al infierno europeo le informan que su madre y sus hermanas fueron capturadas por los alemanes por integrar las redes de resistencia que ayudaban a los pilotos aliados derribados. El juicio es sumario y el castigo atroz: el campo de exterminio de Matthausen en Austria, un campo ‘Grado III’ es decir de los más duros para los “enemigos políticos incorregibles del Reich” donde se estima que murieron 320.000 personas.

Pedro, Pierre, Louis, todos ellos, uno y trino, comenzarán a bombardear en alfombra las ciudades alemanas que erigieron a Hitler en efímero amo de Europa. La primera misión será el 27 de agosto de 1944, cuando -ya oficial de brigada- desde un Halifax, llenan de fuego Hamburgo.

A esa primera misión seguirán otras seis hasta que el 24 de septiembre despegan de Breigthton junto a otros 548 Lancasters y Halifax para llover fuego sobre Düssseldorf y Neuss. En el camino de regreso fue atacado por un caza nocturno Messerchmitt 110 que, tripulado por el oberfeldwebel Wolfram Möckel, los ametralló tras lo cual el comandante del bombardero ordenará saltar en paracaídas.

Pedro, Robert Nutbrown, Albert Barnes y John Bennett logran saltar.  John Swanson, Alistair Campbell y William Grew no saltan y estallan junto a la aeronave. El paracaídas del argentino se abre y lo deposita en el suelo. Otros dos lo imitan. El de su Nutbrown, no. Pedro, Bennet y Barnes están solos en territorio holandés ocupado por las botas nazis. Con su columna severamente lastimada, es -junto a Bennet- salvado por unos pobladores que lo ocultarán y cuidarán hasta que llegue el rescate y los devuelvan a Inglaterra. Barnes será tomado prisionero por los alemanes.

En el lugar donde cae el avión, Weert del Limburgo neerlandés, se erigió un monumento con el lema ‘Nobody Unprepared’ (Nadie está sin preparar).

En la isla pasará varios meses internado y en recuperación. Allí se encuentra con su hermano Pedro y la peor noticia: su madre fue asesinada en Matthausen. Marie-Loise Davreux, integraba la célula Namur de la línea de escape Comete. Con 64 años, murió en la víspera de Navidad de 1944.

Pero Dios escribe derecho sobre líneas torcidas y Pedro se encuentra con un alivio al saber que sus hermanas fueron rescatadas y con ellas Claire, una lánguida joven belga con quien se casará el 6 de agosto de 1946 para volver a su tierra sudamericana donde morirá el 17 de enero de 2003. Tras su muerte emprenderá un último viaje: el 21 de enero cuando fue sepultado junto a su Claire en la bóveda familiar del cementerio de la belga Namur.