“Se aferran a su pensar, no por verdadero sino por ser suyo”, supo escribir Agustín de Hipona mientras Roma y su imperio caían.
El dispositivo es sencillo: se dice o se reproduce cualquier barbaridad para desatar alarma y escándalo. Cuando alguien chequea, aclara o desmiente, en vez de admitir el ‘error’ se alega: “Ahora dan marcha atrás porque los denunciamos antes y los obligamos a recular.
“La tesis -la misma que la de la posverdad- es: no importan los hechos, importan las intenciones y cuanto más ocultas, mejor.
En medio, descalificaciones, argumentaciones ‘ad hominem’, intolerancia y agresión.
Mientras pasa todo esto, la ética se extravía, nos aislamos en nuestras necedades y la inteligencia llora.