Pichetto, más que un vice


Lo más novedoso que ofrece la candidatura vicepresidencial de Miguel Angel Pichetto en Cambiemos es el desplazamiento del eje aglutinador que empleó hasta aquí el PRO para ordenar la oferta política, y le brindó excelentes resultados. Pero además, la jugada podría ser el primer paso de una reconfiguración del sistema político argentino.

Inicialmente, la propuesta nacional del macrismo explotó un costado de la antinomia kirchnerismo – antikirchnerismo, y desde ahí aterrizó en la presidencia de la Nación. Sin embargo, con la consolidación de la gestión durante los primeros dos años de gobierno, desplazó el límite más allá de lo que aconsejaba el círculo rojo para trazar la línea en la confrontación peronismo – antiperonismo. Esa fue la estrategia “purista” que, simplificando, expresó Marcos Peña.

Así, el Gobierno desechó la ampliación de su base de sustentación política a través de la incorporación de sectores peronistas, que durante ese tiempo ensayaron diversas estrategias de acercamiento a la nueva gestión. Envalentonados con las encuestas y luego por el resultado electoral de 2017, los ideólogos de la estrategia oficial identificaron al peronismo como el adversario al que combatir no solo electoralmente, sino también culturalmente.

Esa persistente posición, que mantuvo aún después de que estallara la crisis financiera y cambiaria de 2018, llevó al Presidente a desechar todas las propuestas de incorporación de peronistas en el gabinete, bajo el argumento de una presunta pureza ideológica.

Cansado de tanto desplante, el peronismo no kirchnerista dio por terminada la estrategia de acercamiento y comenzó, tarde, a organizarse en torno de Alternativa Federal para ofrecer una opción electoral organizada en torno de un nuevo clivaje: grieta – antigrieta.

El triunfo de los extremos

El problema para ese plan se desató cuando la polarización se aceleró a partir de la designación de Alberto Fernández como cabeza de fórmula peronista, la adhesión de casi todos los gobernadores y la muy probable incorporación de Sergio Massa.

La situación obligaba al gobierno a pegar un golpe de timón. Con las encuestas por el piso y ante el peligro de perder en primera vuelta, años de estrategia política asentada en la diferenciación -y el combate- del peronismo fue abandonada de un plumazo en las últimas horas con la decisión de incorporar a la fórmula presidencial de Cambiemos a un peronista clásico, que ha militado en la defensa de los gobiernos justicialistas desde los años en que gobernaba Carlos Menem hasta la presidencia de Cristina Kirchner.

Claramente, Pichetto aportaría condiciones de gobernabilidad a un segundo mandato de Macri, como lo hizo desde la oposición durante el primero, y lo hubiera hecho aún mejor si lo hubiesen integrado al Ejecutivo.

El interrogante es si el senador peronista ayudará al Presidente a alcanzar el segundo gobierno. Sin votos propios, el rionegrino obliga al PRO a desandar el camino de acumulación por antagonismo con el peronismo. Imposibilitado de apelar a esa estrategia, el binomio Macri – Pichetto ahora vuelve a desplazar el eje de acumulación hacia oposición kirchnerismo – antikirchnerismo.

Más peronismo que K

Pero ese plan tiene un problema central, ahora sus adversarios ya no se presentan como una fuerza plenamente kirchnerista. Los diez años de alejamiento entre Alberto Fernandez y Cristina Fernández de Kirchner, las críticas del primero a la gestión de la exmandataria, la incorporación de Massa y la suma de gobernadores peronistas desplazaron a la oposición del espacio antinómico que necesita la nueva estrategia de Cambiemos.

Si el peronismo continúa corriéndose del lugar en el que lo necesita ubicar el Gobierno, probablemente el oficialismo necesite un nuevo eje aglutinador que le permita atraer el voto de los desencantados con la marcha de la economía y pierda apoyos a manos de otras propuestas electorales, como la que encabezarán Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey.

Lo que podría ocurrir en las próximas semanas, es que la campaña se reorganice en torno a un nuevo clivaje: derecha e izquierda.

De ser así, Argentina avanzaría en la dirección que alguna vez propuso el sociólogo Torcuato Di Tella como camino para la reorganización política del país luego de la crisis de 2001. Aquella idea del que luego sería Secretario de Cultura de Néstor Kirchner, edificó las bases de un proyecto político que por aquellos años se conoció como transversalidad y apuntaba a la reorganización del sistema político en torno a una coalición de centro izquierda, al estilo de los partidos laboristas o socialistas europeos, asentada principalmente en torno al peronismo y a los sindicatos; y por otro lado una fuerza de centro derecha en la que se reagruparían otros sectores peronistas, radicales y liberales, dando lugar a una suerte de bipartidismo de coaliciones.

Aquella idea de transversalidad quedó trunca cuando Kirchner venció al duhaldismo en la provincia de Buenos Aires y se alzó con el control de la estructura partidaria, lo que le permitió preservar el modelo tradicional de hegemonía del peronismo, conteniendo a sectores de izquierda y de derecha. Un esquema que generó, con el tiempo, el reagrupamiento del antiperonismo, de centroizquierda y centroderecha, en torno de Macri.

La posibilidad de un nuevo orden

Por eso, la decisión de Cambiemos de incorporar a Pichetto -de resultar exitosa- podría convertirse en el primer paso de la reconfiguración del sistema político argentino, ahora sí, con una fuerza multipartidaria de centro derecha y otra de centro izquierda.

Quedan algunos interrogantes. En términos electorales, habrá que ver si esta identificación como fuerza de centro derecha -con peronismo incluido- provoca más ganancias que pérdidas dentro de la coalición gobernante. Es decir, si el componente socialdemócrata no peronista del electorado macrista se queda dentro del espacio. Y lo mismo cuenta para el electorado que se sentía atraído por el discurso política y culturalmente antiperonista, y que ahora debe votar a Pichetto.

Finalmente, también está por verse es si el camino elegido ahora por Mauricio Macri resulta apenas una estrategia electoral de futuro aún incierto, o si efectivamente, más allá del resultado de octubre, apunta a crear una fuerza política transversal de derecha que se incorpore definitivamente al sistema político argentino.