Las 13 rosas


“Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija que ya jamás te podrá besar ni abrazará. Que no me lloréis. Que mi nombre no se borre de la historia”, así cerraba Julia Conesa, una asturiana de 19 años militante de las Juventudes Socialistas Unificadas su última carta a su madre.

Denunciada por un compañero de su novio, fue detenida y, posteriormente fusilada junto a otras doce mujeres a las que la historia bautizó como ‘Las 13 rosas’, una de las tantas atrocidades cometidas por la dictadura encabezada por Francisco Franco ‘generalísimos de las ejércitos y caudillo de España por la gracia de Dios’ un 5 de agosto de 1939, hoy hace 80 años.  ¿Su delito? Haber sido “cobradora de tranvías durante la dominación marxista”.

Tras la ocupación de Madrid por el ejército franquista y el fin de la guerra, Franco estaba decidido a purgar la sociedad española de todo lo que oliese a ‘rojo y masón’. Las redadas, detenciones y ejecuciones sumarias, eran moneda corriente al igual que las delaciones entre antiguos vecinos, viejos amigos o, simplemente, como manera de saldar alguna inquina. A eso había que sumarle las depuraciones en todos los organismos públicos y privados. Desde fábricas hasta universidades.

“Juro aplastar y hundir al que se interponga en nuestro camino”, anticipaba el dictador desde una radio que insistía en advertir que “España sigue en pie de guerra contra todo enemigo del interior o del exterior”.

Entre esos enemigos estaban las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) que, abandonadas por sus dirigentes, intentaban reorganizarse y clandestinamente dirigidas por un militante de 21 años: José Pena Brea. Una delación lo llevó a la cárcel, la tortura y el hallazgo de los ficheros de su organización hicieron el resto y en medio de una gigantesca redada a cargo de Roberto Conesa, un policía infiltrado que posteriormente fue comisario de la Brigada Político-Social franquista y ocupó un cargo importante en la policía durante los primeros años de la democracia casi toda la JSU cayó, entre ellas, las 13 rosas, que tras ser torturadas fueron hacinadas en la cárcel de mujeres de Ventas, una mazmorra que, preparada para alojar 450 personas, albergaba a 4000.

El 27 de julio de 1939 un atentado contra el comandante Isaac Gabaldón, antiguo miembro de la ‘quinta columna’ de Madrid y encargado del “archivo de la masonería y el comunismo” que suministraba documentación a los fiscales militares en los consejos de guerra contra los partidarios de la República, cobra su vida junto a la de su hija y su chofer.

La respuesta fue atroz: un primer consejo de guerra sumarísimo celebrado el 4 de agosto condena a muerte a 65 de los 67 acusados, todos ellos miembros de las JSU. “Reunido el Consejo de Guerra Permanente número 9 para ver y fallar la causa número 30.246, que por el procedimiento sumarísimo de urgencia se ha seguido contra los procesados (…) responsables de un delito de adhesión a la rebelión (…) Fallamos que debemos condenar y condenamos a cada uno de los acusados (…) a la pena de muerte”. La mayoría de las 364 personas sentenciadas -muchas veces por el azar- por el atentado contra el comandante Gabaldón fueron fusiladas.

El 5 fusilan a 63; el 7 un número aún indeterminado de hombres y pocos días más tarde fueron fusiladas 21 personas más. La celeridad fue tal que los ‘cúmplase’ de rigor recién llegaron el 13 de agosto cuando todos los cadáveres ya comenzaban a pudrirse.

Ana López Gallego, de 21 años, modista, militante de las JSU, secretaria de Radio sobrevivió a la primera descarga. “¿Es que a mí no me matan?”, preguntó. Un balazo en la sien fue la respuesta.

Las 13 fueron ejecutadas junto al paredón del cementerio madrileño de la Almudena de Madrid. Sus edades iban de los 18 a los 29 años, y nueve de las jóvenes fusiladas eran -según la ley- menores pues la mayoría de edad estaba fijada en 21 años.

“Voy a morir con la cabeza alta sólo te pido que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor Enrique. Que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la cimentaron a mí, hijo”. Así se despedía Blanca Brisac Vázquez, de su único hijo de once años. Blanca era una pianista vasca, católica y de derecha pero casada con el comunista Enrique García Mazas ‘Aguado’. Su carta concluye con una despedida “hasta la eternidad.”

Crueles hasta el fin, sus carceleros les habían hecho creer que antes de fusilarlas podrían verse con sus hombres y compañeros. No sólo no los vieron, sino que cuando las sacaron de Las Ventas les avisaron que ellos ya eran cadáveres. No había piedad posible con ellas porque para los franquistas encarnaban la perversión de lo que debían ser los valores de una mujer: “devota madre y esposa, reposo del guerrero.”

“Como habéis visto a través de mi juicio, el señor fiscal me conceptúa como un ser indigno de estar en la sociedad de la Revolución Nacional Sindicalista. Pero no os apuréis, conservar la serenidad y la firmeza hasta el último momento, que no os ahoguen las lágrimas, a mí no me tiembla la mano al escribir. Estoy serena y firme hasta el último momento. Pero tened en cuenta que no muero por criminal ni ladrona, sino por una idea”, escribe, altiva, Dionisia Manzanero, madrileña y enfermera en el frente de batalla.

Con el tiempo llegaron los homenajes, las imposiciones de nombres, los libros y películas, las canciones…

Nadie pagó por este crimen

Las 13 rosas

  1. Julia Conesa Conesa (19 años) de Oviedo, Asturias. Trabajaba en las instalaciones deportivas de las JSU. Un compañero de su novio la traicionó.
  2. Blanca Brisac Vázquez (29 años) de San Sebastián, Gipuzkoa. Católica, pianista y modista. Se casó con el comunista Enrique García Mazas ‘Aguado’.
  3. Carmen Barrero Aguado (20 años) de Madrid. De familia humilde, comenzó a trabajar y militar en el Partido Comunista. Tras la guerra fue responsable del PCE en Madrid.
  4. Martina Barroso García (22 años) de Ávila. Modista, militaba en las JSU donde cosía ropa para los soldados.
  5. Luisa Rodríguez de la Fuente (18 años) de Chamartin de la Rosa, Madrid. De la JSU, no ocupó cargos aunque trabajaba en la conformación de la red clandestina.
  6. Elena Gil Olaya (20 años) de Madrid, pertenecía a la JSU y trabajaba en el grupo socialista de Chamartín.
  7. Pilar Bueno Ibáñez (27 años) de Sos del Rey Católico, Zaragoza. Modista y comunista, fue voluntaria en las casas que recogían huérfanos e hijos de combatientes que estaban en el frente. Trabajaba en reorganizar a los comunistas medrileños.
  8. Adelina García Casillas (19 años) de Hoyocasero, Ávila. De las JSU, era hija de un guardia civil. Si bien accedió a someterse a un interrogatorio de rutina, fue detenida, condenada y fusilada.
  9. Virtudes González García (18 años) de Madrid, modista. De las JSU fue detenida tras ser denunciada por un compañero a quien torturaron. Acusada de intervenir en “actos de sabotaje e intentos de complot.”
  10. Ana López Gallego (21 años) de Jaén, militaba en la JSU. Trabajó en Radio Chamartín. En marzo de 1939, su novio, comunista, le propuso exiliarse con él en Francia, pero prefirió quedarse en Madrid con su familia.
  11. Joaquina López Laffite (23 años) de Asturias, hija de un comandante del Ejército, fue secretaria de la sección femenina del comité provincial clandestino de la JSU y responsable de agitación y propaganda. Fue denunciada por el número dos de su organización.
  12. Victoria Muñoz García (18 años) de Madrid, empezó a militar en la JSU a los 15 años. Su hermano también fue fusilado.
  13. Dionisia Manzanero Salas (20 años) de Madrid. Modista de profesión, durante la guerra fue enfermera en el hospital de las Brigadas Internacionales. Marchó al frente con el batallón Octubre y se afilió al Partido Comunista.