Apuntes sobre el debate presidencial


El primer debate regido por ley y llevado delante por la Cámara Nacional Electoral me dejó algunas impresiones que comparto con ustedes

1. Al igual que en esos partidos ‘de ida y de vuelta’ del fútbol, estos partidos no duran 90 minutos sino 180. Falta la segunda vuelta que tendrá lugar en la facultad de Derecho de la UBA. Creo que un balance debiera tener en cuenta ambas instancias teniendo en cuenta que se tratarán distintas temáticas en las que los candidatos tienen diferentes fortalezas y debilidades.

2. Hablando de candidatos, sólo hay dos y esto quedó claro: Mauricio Macri y Alberto Fernández, el resto no cuentan y lo saben. Ambos apuntaron no a sus público fieles sino a quienes sumaron sea por enojo o por espanto y, en ese sentido, Fernández sobreactuó cierta indignación mientras que Macri osciló entre la victimización y el dato para tratar de aferrar a los espantados. El tema será saber si el miedo al pasado supera al enojo del presente.

3. Tanto Nicolás del Caño, José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión apuntaron a reforzar la relación simbólica con sus propios públicos para evitar perderlos a manos del llamado ‘voto útil’. En cierto sentido, intentan reforzar la idea de que ‘Fernández ya ganó, tu voto no es necesario ni para derrotar a Macri y tampoco sirve para evitar el retorno del kirchnerismo’. De los tres, el de mejor performance fue Espert quien lanzó una batería de propuestas que son música para el electorado de la derecha y que indefectiblemente serán títulos, mientras Del Caño estuvo superado y Centurión fue una caricatura de sí mismo.

4. Por su parte, Roberto Lavagna fue un reflejo de su campaña: cansina, triste, derrotada y sin sentido. Más que un estadista pareció una versión senecta de Bergoglio. Tal vez haya sido el gran derrotado no por los otros sino por él mismo. La tercera vía le quedó grande y demuestra que los lejanos votos de 2007 podrían ser de él pero que el motor era la UCR.

5. El formato del debate fue el único factible en los términos banalmente binarios en los que se desarrolla la espectacularización de la política. Además, refleja los temores no tanto de los candidatos sino de sus asesores a cualquier tipo de incidencia que sus clientes sean incapaces de resolver. En ese punto, se echan en falta los candidatos que marcaban la política desde la política sin tanta dependencia de los laboratorios.

6. Asimismo, el formato ‘civiliza’ el debate. Partiendo desde la ubicación de los atriles que apuntan a la cámara y que dificultan, incluso, el intercambio visual entre los participantes.
Además, en la formulación de las temáticas se nota la intromisión de gente ajena a la política. Desde la titulación de los segmentos se puede apreciar que las ONGs tuvieron más incidencia que los partidos en las mesas de decisión. En esa misma frialdad de neutralidad avalorativa estuvieron los moderadores que se limitaron a ser meros presentadores encargados de destacar la importancia de su presencia en un evento al que no sumaron nada.

7. Si bien Alberto Fernández descalificó el debate e insistió en que no era una herramienta muy útil pues en “13 minutos” de exposición no se podía decir nada, se ocupó de traer a la memoria el del balotaje de 2015 para lo cual no le bastó con mencionarlo sino que, incluso, rescató al incombustible Daniel Scioli para exhibirlo como testimonio de qué fácil de engañar es la sociedad civil. Eso sí, omitió prolijamente recordar que Scioli no estuvo presente en el primer debate así como eludió toda referencia acerca de su gestión como mandatario bonaerense.

8. En este sentido, se destacan una serie de paradojas. La ocurrencia de llevar a Scioli fue más una ocurrencia canchera de esas que festejan alcahuetes y cortesanos pero corrió el riesgo de abrir puertas al pasado que no harían más que recordar por qué el motonauta solitario fue derrotado en 2015. En efecto, Fernández tuvo varios tropiezos que Macri no supo aprovechar hasta el final del evento.
Si bien se esperaba que un Fernández calmo y propositivo con mirada al futuro confrontara contra un Macri que recordara el pasado, se dio la situación inversa. Tal vez las contradicciones internas del Frente de Todos obligaron a Fernández a no tomar definiciones que serán -inevitablemente- polémicas para su coalición, mientras que la pax cambiaria que necesita Macri para llegar con chances (aunque sean remotísimas) a una segunda vuelta dependen de no agitar fantasmas chavistas.

9. Sin embargo, el debate dejó algunas definiciones políticas, regaló perlas, tuvo sus momentos de pugilato verbal y legó una modesta colección de chicanas que sirvieron de alimento para titulares periodísticos y usinas de memes más o menos graciosos.

10. Tan importante como el debate fue el post debate impulsado desde las redes y en el que se impulsaron las puestas de relieve de los puntos fuertes de cada candidato que, no tan curiosamente, fueron los débiles desde las ópticas de sus opositores . La frase del retorno del “dedo acusador” de Macri fue tan usada por unos como por otros, así como la seguridad demostrada por Fernández podía mutar desde ‘cancherismo’ hasta solvencia según quién dijera qué a quién. Igualmente, como nadie lee al adversario fue inocuo.

10. La gran ausente -al igual que en la campaña- fue la candidata a vicepresidente del Frente de Todos, la senadora nacional Cristina Fernández de Kirchner. No sólo no estuvo en el paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral sino que prácticamente no se la mencionó.
¿Omisión estratégica?

Fernández es un agudo sofista y Macri demostró que sabe aprender de derrotas. Habrá que ver qué pasa en el siguiente debate.