El tango, una pasión que sabe esperar y se hereda


El Día del Tango se celebra hoy -11 de diciembre-, fecha en que se conmemora el nacimiento de “la voz”, Carlos Gardel, y “la música”, Julio de Caro. Y como el “tango sabe esperar” y se hereda, Info Región propone contar la historia de dos parejas de la Región que vibran al ritmo del 2x4.

“Después de que nos casamos, estuvimos 30 años sin ir a bailar”, así se refiere Coca, como la conocen en las milongas a Luisa Inés, a sus comienzos en la milonga junto a Osvaldo Cartery, su esposo. De hecho, los campeones mundiales de tango salón consagrados en 2004 esperaron que sus hijos fueran grandes para ir a bailar y de la mano de la milonga viajaron por el mundo.

“Lejano Buenos Aires ¡Qué lindo que has de estar! Ya van para diez años que me viste zarpar... Aquí, en este Montmartre, rincón sentimental, yo siento que el recuerdo me clava su puñal”. Añoranza, pasión… Así, le cantaba Gardel a la ciudad de Buenos Aires, donde se crió en un hogar humilde que abandonó en busca de reconocimiento y un mejor pasar en un lugar donde el tango comenzaba a hacer furor en su adolescencia, París.

Coca y Osvaldo también viajaron y volvieron con miles de experiencias. “Nosotros íbamos a muchas milongas en Capital, muchos extranjeros nos han visto bailar y nos llamaron”, así Coca relata una gira que incluyó viajes a festivales en diferentes puntos de Europa y donde compartieron escenario con el bailarín, Carlos Gavito.

“Nosotros somos agradecidos que el tango no se va sino que queda", dice Coca, dando cuenta del paso de esta pasión de generación en generación, que encontró en estos años un auge que deslumbra, invita a palpitar el ritmo del 2x4 y suma adeptos o simples viajantes de una noche.

Todo cambia, se transforma y sigue latiendo. Coca aclaró que “no se pueden comparar las orquestas de antes con las de ahora” y también dio cuenta de las formas cambiantes a la hora del baile. “Hay muchos chicos que quieren bailar, el tango tradicional les gusta, pero no como el tango como nosotros lo entendemos sino con unos pasos más largos y más figuras", explicó esta mujer que tiene varias pistas recorridas con sus virtuosos pies.

Todos los jueves, Coca y Osvaldo salen de su casa de Lanús, parten rumbo a la Ciudad de Buenos Aires -a esa misma a la que le cantaba el Zorzal- para sacarle viruta al piso de la milonga “Chiqué”. “Tenemos que ir bien vestidos, los hombres con pantalones de vestir, camisa y saco”, aclara Coca, y ahí reside la “gracia”, la seducción se mantiene.

Saltando la generación, aparecen Paula Lilen Juárez Levar y Leandro Fernández. Se conocieron bailando en la “Sur Milonga”, de Burzaco y se unieron como amigos por la misma pasión para luego pasar a ser pareja de baile. Paula se crió bailando danza clásica y escuchando a su hermano menor hacer música “tanguera” en su casa. Cuando terminó el secundario, se dedicó al tango. Hoy, ambos dan clases en el mismo lugar en el que se conocieron hace seis años.

“Antes, el conductor era el hombre, el que dominaba, y la mujer obedecía su marca. Hoy la mujer tiene un rol más protagónico y también propone”, cuenta Paula. Y este es uno de los cambios más importantes que ha transitado el tango. Hay espacio para la diversidad.

Las clases de Paula y Leo son dinámicas: el ensamble entre ellos permite a las parejas aprender a bailar desde cualquiera de los espacios. “Siempre en las clases de tango hay una parte técnica donde se enseña abrazo, pasos, posturas y después una parte de baile de abrazo más sensible, de escucha, de caminata”, relató la profesora de “La Sur milonga” y aclaró que también es importante que el hombre pase a marcar y mostrar así los alumnos tienen “las dos imágenes”.

“No te apures pibe, el tango sabe esperar”, habría contestado Aníbal Troilo a una pregunta sobre el fenómeno de la música de las “nuevas generaciones” en 1960. Paula en cambio se ríe, y concuerda en que el paso de los años hace que las letras se entiendan de forma diferente ya que “va madurando”.

Los cuerpos bajo la luz tenue de la milonga hablan un lenguaje corporal, en que fluye la sensualidad y el erotismo, en un pentagrama de gestos, roces y miradas. Esta pareja joven de tango destaca la música y la identificación que tienen con lo instrumental. “Muchos extranjeros mueren por el tango pero no logran el abrazo, parece muy simple pero el momento de conectarte con otro cuerpo no es tan sencillo”, destacó Paula junto con la “calidez” de esta danza, ícono de nuestra cultura.

El tango es propio, sigue pasando de generación en generación, está anclado en el alma rioplatense, llora y sufre, añora y promete… Padres, abuelos, chicos, amigos, novios, parejas, todos se suman a este escenario porteñísimo, pero encuentra sus réplicas en las calles adoquinadas de la Zona Sur del Conurbano. Y en el Día del Tango sólo resta decir: Y se armó la milonga, nomás…