Hacia una escuela más inclusiva


Los métodos de enseñanza y evaluación evolucionan, habitualmente en el mismo sentido en que lo hace la sociedad. A su vez, el aprendizaje recibido durante la infancia es lo que condiciona las conductas de cada generación en el futuro. Así, mirando hacia atrás, deberíamos poder respondernos si dio mejores resultados una escuela exigente o una más bien comprensiva con el alumno.

Esta semana comienza otro ciclo lectivo y en la provincia de Buenos Aires entrará en vigencia el nuevo Régimen Académico del Nivel Primario, por medio del cual la Dirección General de Cultura y Educación establece que se elimina las calificaciones 1, 2 y 3 para 4º, 5º y 6º año. Por lo cual, todas las notas serán entre 4 y 10. En tanto, entre el 1º y el 3º año el desempeño de los alumnos será calificado con “Regular”, “Bueno” o “Muy bueno”.

Además, todos los estudiantes de EPB tendrán seis materias: Prácticas del Lenguaje, Matemáticas, Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, Artística y Educación Física. De éstas, podrán adeudar hasta dos para pasar de curso y en diciembre del mismo año deberán recuperarlas. De lo contrario, repetirán.

Otro ítem de la nueva normativa establece que los chicos con sobreedad, o que hayan abandonado los estudios, podrán retornar a la escuela en el año “que corresponda a su edad biológica”. Es decir que si, por ejemplo, un niño abandonó en 3º año a los 8 años de edad y decide volver tres años después, a los 11, podrá ingresar directamente a 6º año.

La discusión que estos cambios introducen es la clásica contraposición entre exigencia y contención. Porque si bien es necesario fomentar el esfuerzo y recompensar el estudio, ¿hasta qué punto eso puede poner en riesgo la permanencia de un niño en el ámbito escolar? El sistema educativo argentino es de los más accesibles e inclusivos, pero, según pruebas internacionales -como las famosas Pisa-, no está a la vanguardia entre los que forman alumnos con más conocimientos.

La inclusión como meta. Esta búsqueda de otra forma de enseñar se explica en la necesidad de contener a los chicos dentro del sistema educativo, especialmente el público, que cuenta con las mayores cifras de repitencia y, en consecuencia, riesgo de abandono (ver gráfico pág. 4). Así, la forma de no desalentar al alumno es ofrecerle más oportunidades para que no se quede afuera.

“Muchas veces la escuela actúa sacando de las instituciones a los chicos. Son hábitos o estereotipos que se han ido repitiendo, que no se han analizado, y no han sido cambiados”, señala Nora Saporiti, inspectora de gestión estatal de la Región Educativa V, que abarca a los distritos de Echeverría, Almirante Brown, San Vicente y Presidente Perón.

En ese sentido, señala “si el alumno repite en reiteradas oportunidades y queda a varios años de diferencia de su grupo, ¿qué comparte socialmente con sus compañeros? Si hasta los juegos son diferentes. Eso hace que el chico se aleje cada vez más de la institución y esté cerca de otras cosas más dañinas”.

Según indica Saporiti, en ese recorrido se suele cargar la culpa “en el chico y no en la escuela”. “Acá cambiamos el ángulo y pensamos en qué es lo que la escuela le tiene que dar a un alumno, volvemos a que sea ella la que tenga responsabilidad en el proceso y no sólo en el alumno que repitió”, explica.

“Es la escuela la que se acomoda a lo que pasa con el alumno y no haciendo que el otro se acomode a un molde que le ofrecemos”, sostiene la inspectora, y destaca que el nuevo régimen intenta “que todos tengan un lugar no dejando afuera a los que no cumplan con las expectativas, porque de esa manera se genera un círculo vicioso que obliga a aprender por repetición y esa no es una forma de aprender”.

Por su parte, la profesora de Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) María Cristina Ruiz apunta que en esta propuesta será importante “retomar experiencias que se han ido haciendo ya en distintos distritos respecto de la atención de los chicos desfasados en edad”, los cuales podrán matricularse en el curso correspondiente a su edad en caso de haber dejado la escuela.

La docente, que también fue subsecretaria de Educación en la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense, resalta que el proyecto “se trata de poder contrarrestar estas cosas de profecías autocumplidas, como cuando uno dice ‘este pibe no puede’. Efectivamente no puede porque uno está esperando que no pueda”.

“Son modificaciones que van a llevar un largo tiempo de trabajo porque implican un cambio ideológico en la concepción de qué es ser alumno y qué es ser docente”, describe.

Una nueva forma de evaluar. La principal crítica que recibió esta resolución cuando fue dada a conocer, en septiembre, fue la eliminación de los aplazos, más allá de que la repitencia continuará existiendo como así también las notas de desaprobación. ¿Cuál es el objeto entonces de evitar poner 1, 2 y 3 en los boletines?

María Cristina Ruiz afirma que evaluar “no es solamente poner una nota, es un proceso mucho más complejo”.

En ese sentido, apunta contra “los que dicen que quieren hacer pasar a los chicos para mejorar las estadísticas’. Lo dicen desde una postura elitista, como si fuera una cuestión del sujeto, del individuo en particular el no aprender”.

Además, señala que “está demostrado, por varios informes que presentó Unicef, que la repitencia no sirve como un mecanismo que posibilite que los chicos puedan aprender mejor”.

En la misma sintonía, la inspectora Saporiti asegura que “la calificación no expresa totalmente una nota del verdadero desempeño de un alumno”. “Esto, en cambio, va a ser mucho más claro para los padres que ver una nota numérica”.

En cuanto a las críticas por esta cuestión en particular, considera que “se habló mucho por todos lados sin haber visto la resolución completa. Es una medida extensa que tiene casi 60 páginas, y la verdad es que hay que sentarse con tiempo a leer todo y no quedarse con pequeñas cosas”.

Saporiti remarca que “el numero es arbitrario, lo importante es lo que se está calificando, qué es lo que se considera aprobado o desaprobado, y ser conscientes de lo que pueda faltar”.

“Ahora también sabemos que para un chico un aplazo tiene distintos efectos que pueden influir en el autoestima de una manera poco positiva. Hay otras cosas además de la nota para ver, no es sólo eso”, sostiene.

En tanto, el dirigente del sindicato docente bonaerense (SUTEBA) Pedro Ponce comenta: “En la última reunión que hicimos en la escuela que estoy dirigiendo, llegamos a la conclusión de que el bochazo, un 1, puede ser equivalente a la pena de muerte para un pibe”.

Según él, esa nota marca “una violencia institucional que todavía no se pudo superar”.

“Muchas veces esto de organizar todo en grados o años hace que se imponga un determinado tiempo, y realmente los procesos tienen otra dinámica y necesitan de otra mirada”, describe Ponce.

El rol docente. Como ya se mencionó, a partir de este régimen los que estarán bajo la lupa son los educadores en lugar del alumnado. De ahora en más, jugará más su subjetividad a la hora de evaluar qué logró y qué le falta a cada estudiante, con un trato más personalizado.

“La verdad es que son los docentes con sus prácticas los que encuentran las soluciones más apropiadas para todos los problemas”, apunta Ruiz.

La ex funcionaria provincial sostiene que “hay un punto no menor, de desafío, que es cómo organizar esta nueva propuesta de la Libreta de Trayectorias, porque ir reflejando cualitativamente los procesos de aprendizaje de los chicos no es una tarea sencilla”.

Esto, a su vez, supone una mayor participación por fuera de la escuela, por lo que Ruiz agrega que “la posibilidad de aprender no sólo depende de los espacios institucionales escolares, sino también de los espacios comunitarios y también de la familia”.

Ponce, en tanto, indica que “cuando se abren las escuelas te encontrás con muchas dificultades que antes por ahí no existían, porque la escuela era selectiva. Esto hace que el docente necesite otro tipo de formación, más herramientas, estrategias didácticas y poder enfrentar situaciones de, por ejemplo, pibes que antes eran expulsados y discriminados, y ahora son apoyados”.

“Hay que pensar nuevas estrategias para que ese pibe esté aprendiendo dentro de la escuela con calidad”, destaca el docente.

Lo importante, entonces, será lograr que el sistema educativo matenga su vocación inclusiva, sin resignar conocimientos.



Pablo Rojas

Producción: Hernán Ferraro