Mucho más que una mascota...


Se dice que son los mejores amigos del hombre. Y aunque muchos descreen de este tipo de vínculo que puede nacer entre un ser humano y un perro, la lealtad de los de cuatro patas insiste en ratificar el dicho popular. Compañeros, fieles, pacientes a la espera de aquel a quien más quieren y siempre dispuestos a acercarse con la cola entre las patas, aun si recibieron un reto hace apenas un instante.

Pero como si eso no bastara, también los hay valerosos. Perros que generan una empatía especial en determinados círculos de personas y que, aun sin entrenamiento previo, pueden comportarse como verdaderos héroes.

El de “Lola”, la perra de la Unidad K9 de Búsqueda y Rescate de Ezeiza, fue uno de los casos más populares. En enero no hubo una sola persona que no lamentara su muerte, después de haberse transformado en heroína al salvar gran cantidad de vidas en la explosión que en 2013 derrumbó un edificio por una fuga de gas en Rosario. También lo hizo en el marco de las inundaciones de Tartagal y en el terremoto de Haití.

En Lomas, uno de los casos más emblemáticos es el del gran “Fox”, el perro que formaba parte del Cuerpo activo de Bomberos Voluntarios, y con quienes colaboraba cada vez que la sirena anunciaba una emergencia.

Sin pedir nada a cambio, y siempre atentos al estado de ánimo de sus dueños. Por eso, y por todo el amor que ofrecen a diario es que Info Región reúne, en vísperas del Día del Animal, historias de “animales” que fueron más que eso: que se transformaron en mascotas de un grupo que los adoptó como uno más y que vivieron su vida al servicio de los demás, como verdaderos héroes.



Un bombero en cuerpo de animal. No es extraño encontrarse a un perro formando parte de un Cuerpo de Bomberos, pero Fox resultaba especial para todos en el Cuartel de Lomas de Zamora.

Su historia se remonta al año 1995. De pelaje color dulce de leche y carita de pícaro, fue abandonado en la puerta de la sede de Saavedra 46. De un momento a otro, la vida del entonces diminuto y desamparado cachorrito estaba en sus manos.

“Los muchachos estaban en la puerta del Cuartel y vieron cómo desde un auto lo tiraban dentro de una bolsa. Era chiquitito y decidieron entrarlo”, recuerda el presidente de la Asociación de Bomberos Voluntarios de Lomas de Zamora, Daniel Vicente, que en ese momento era comandante general del Cuerpo.

Asegura que Fox “era un perrito que, desde el comienzo, fue visto de una forma diferente a los demás”, aun pese a su aspecto común y corriente.

Así como llegó, de manera inesperada y con pinta de callejero, el perro se adaptó a la vida de los bomberos y al ritmo del Cuartel y se ganó el cariño de todos, convirtiéndose en uno más.

“Salía a apagar los incendios con nosotros. Se crió acá adentro, con nuestras rutinas y así creció”, menciona Vicente y resalta que el perro “se transformó en un ícono para los Bomberos de Lomas”.

Mientras todos se preparaban, Fox se subía por su propia cuenta a las autobombas cuando se anunciaba una emergencia por el altoparlante. Y en caso de quedarse a pie, como le ha sucedido en varias ocasiones, se largaba a correr detrás de los vehículos hasta alcanzarlos. “También se metía en los incendios, sin tenerle miedo al fuego”, resaltan desde el Cuartel.

“Lo habremos perdido un millón de veces. Hemos ido a apagar incendios en los pastizales que están cerca de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y muchas veces lo hemos perdido ahí, pero siempre volvía. Siempre encontraba la forma de volver. La tenía muy clara”, relata Vicente.

Cada vez que un nuevo integrante del Cuerpo se preocupaba por la desaparición de Fox, la respuesta era la misma: “Quedate tranquilo que vuelve”, y a las pocas horas aparecía.

Al cabo de unos años, el bombero de cuatro patas también aprendió el camino que lo llevaba al destacamento de Banfield, ubicado en Maipú y Pueyrredón, adonde se dirigía solo y usando el semáforo correctamente junto con los peatones para cruzar las avenidas.

“Por acá pasaron muchos perros, pero como él ninguno. Nosotros creemos que era la reencarnación de un bombero de otra época. Es más, estamos seguros”, sostiene el presidente de la Asociación de Bomberos.

El actual jefe del Cuerpo, Gustavo Liuzzi, menciona que Fox “era muy guardián, y estaba en todos lados”. “Era único. Actualmente hay otro perro, pero no es lo mismo. Él era distinto. Un bombero más”, destaca.

El “Gran Fox” fue un personaje que marcó la historia del lugar y por eso todos lo mantienen vivo en su memoria. “Fue un verdadero héroe para nosotros. Tal es así que cuando falleció, en 2007, lo embalsamamos y lo pusimos en una vitrina en el Cuartel general”, comenta Vicente y resalta que los acompañó “más de 12 años, recorriendo, patrullando y ayudando”. “Era un bombero en un cuerpo de animal”, asegura.



La rescatista rescatada. Un sábado por la noche, hace cinco años, el refugio de animales “El Campito”, de Longchamps, recibió un llamado que alertaba sobre una perra que había sido encontrada agonizando en La Tablada.

Inmediatamente, un equipo de rescate partió hacia el lugar y la trasladó a una veterinaria de Turdera. Su estado era tan delicado que debió permanecer internada durante varios días, en los cuales atravesó dos cirugías que la colocaron al borde de la muerte.

“Tati” fue como la bautizaron en el refugio, sin conocer su pasado. Mientras tanto, comenzaron a difundir sus fotos para dar con su dueño. “Cuando ya se comenzaba a recuperar, apareció su amigo y padre humano, Walter Nievas, y la sorpresa fue mayor al enterarnos que nuestra huésped se llamaba Juana y que era una consumada rescatista”, cuenta Marcela Gorla, referente de El Campito.

La perra vivía en la casa de la madre de Walter porque él había rescatado a otro perro que no podía convivir con Juana. No obstante, se escapó y ocurrió lo peor: un accidente de auto, que la dejó en la banquina y sin poder caminar.

“Es una perra mestiza que rompe el molde”, menciona Gorla. Al igual que Fox, Juana no es de raza pura. Aun así, realizaba rescates.

Participó en la búsqueda de personas, como en el caso de Sofía Herrera, la nena desaparecida en Ushuaia, y es especialista en rescates en zonas de escombros.

Según cuenta Gorla, el reencuentro con su dueño fue de lo más emotivo: “En medio de la lluvia Walter, como buen rescatista, no necesitó que le marcáramos el camino. Juana, que a pesar de las atenciones recibidas estaba totalmente apática, reconoció el silbido a lo lejos...y se trasformó. La alegría de los dos y la emoción del momento fue muy grande”.

Posteriormente, con mucho esfuerzo para recuperarse de las heridas en sus patas, Juana logró superar nuevamente el examen de rescatista con las mejores calificaciones, siendo evaluada por un severo jurado internacional. Volvió así a su trabajo.

“Hace más de un año ya que Juana se fue de ‘El Campito’, pero siempre nos mandan noticias, y hoy estamos muy orgullosos de saber que nuestra rescatista rescatada sigue dedicándose a lo que tan bien sabe hacer”, expresa Gorla.



El recuerdo de una heroína . Lola falleció el 25 de enero producto de una insuficiencia renal. Tenía 11 años y no era una perra ordinaria.

Pertenecía a la Unidad K9 de Búsqueda y Rescate de Ezeiza, bajo la cual rescató a decenas de sobrevivientes de la explosión ocurrida en Rosario en 2013. Como parte de ese equipo, también ayudó en catástrofes y accidentes como las inundaciones en Tartagal y los terremotos de Haití, Chile, Guatemala, Nueva Zelanda y Turquía. “Cuando Lola escarbaba, significa que había una persona viva. Si ladraba, era porque la víctima había muerto”, cuenta quien fuera su entrenador, Cristian Kuperbank.

“Uno puede tener mil horas de entrenamiento o de simulacro, pero cuando el perro tiene muchas horas en terreno real, contás con un arma infalible. Lola llegaba al lugar y ya sabía con lo que se iba a encontrar. Ella ya no necesitaba órdenes. Sabía sola lo que tenía que hacer” recuerda.

La labradora color chocolate fue pieza fundamental del K9, donde trabajó a lo largo de ocho años. Fue la perra que asistió a más misiones internacionales y que ha tenido más experiencia en rescates reales de todo el país. Un verdadero emblema del heroísmo animal.

“Las aventuras y las cosas que viví con esa perra no las compartí con ninguna persona. Lola era casi como una persona. Yo la miraba y ya sabía que era lo que le pasaba. Y ella también tenía un nivel de percepción muy alta. Cuando uno tiene una relación así, el animal te enseña a ser humano. Ella era compañera de trabajo y una gran mascota”, destaca su entrenador.

Historias increíbles como las de Fox, Juana y Lola, son pocas. Estos tres perros de la región no sólo fueron mascotas, sino también verdaderos héroes. Lo cierto es que todos los seres de cuatro patas que nos esperan a cualquier hora y que siempre están dispuestos a acompañarnos y darnos cariño también nos entregan, a su manera, todo aquello por lo cual viven, en un gesto que tampoco puede dejar de emparentarse con el heroísmo.