Una asignatura pendiente


Según el Informe de Seguimiento “Educación para Todos” (EPT), que presentó la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en Santiago de Chile a principios de abril, Argentina se encuentra en la cima de los países con mayor inclusión educativa en América Latina. Asimismo, de acuerdo al estudio -que aborda los resultados de las seis metas establecidas por el organismo para el período 2000/2015- posee uno de los menores porcentajes de población adulta que no sabe leer ni escribir. La media en la región es del 93,3 por ciento de alfabetos, mientras que aquí la cifra llega al 98,1.

No obstante, el relevamiento sostiene que aún quedan pendientes, como mejoras en el aprendizaje, una baja en el nivel de repitencia y una mayor retención de alumnos en las escuelas. Dentro de esas falencias, también existe una gran cantidad de jóvenes y adultos que no han podido finalizar la etapa escolar con éxito por diferentes motivos, como la necesidad de trabajar o de hacerse cargo de una familia. Es por eso que dicho informe también refleja una tasa de egreso del secundario en el tiempo y la edad que corresponde que sólo llega al 45 por ciento.

Por eso, desde 2008 se implementa en el país el “Plan de Finalización de Estudios” (FinEs), un ciclo educativo destinado a jóvenes que no pudieron condecorar su paso por la escuela con un título secundario por la falta de aprobación de una o más materias en el último año. El mismo se articuló con los ya existentes COA (Centros de Orientación de Aprendizaje).

Posteriormente, esta iniciativa se amplió a adultos y personas de la tercera edad que, por situaciones personales, económicas, sociales, laborales o de otra índole, tuvieron que dejar el estudio prematuramente, perdiendo años enteros de escolaridad. A esta extensión se la llamó FinEs 2.

Ambas caras de este mismo programa, que surgió como respuesta a políticas neoliberales que colocaron a chicos en edad escolar en la necesidad de trabajar y, a su vez, debilitaron la educación pública, ya cuenta con 500.000 egresados, que ahora poseen una mejor salida laboral y la posibilidad de estudiar cualquier carrera terciaria.

Cómo se estructura el plan. Según datos del Ministerio de Educación, en la provincia de Buenos Aires el FinEs cuenta con un total de 80.000 alumnos recibidos hasta este mes. La propuesta tiene una estructura particular, que se adapta a las realidades de cada uno de los alumnos. Dura tres años y se cursa un total de treinta materias, divididas en cinco asignaturas por cuatrimestre que se dictan dos veces por semana.

La inspectora jefa de la Región Educativa V -que comprende a Almirante Brown, Esteban Echeverría, Ezeiza, Presidente Perón y San Vicente-, Nora Saporiti, sostiene que “la experiencia es muy buena porque le ha dado la posibilidad a la gente que, en su momento, por distintas causas, no ha podido finalizar los estudios obligatorios”

“Hay un gran porcentaje de alumnos que, después, entra a la universidad o a tecnicaturas como enfermería. La verdad es que estamos muy contentos”, expresa Saporiti.

Asimismo, señala que “no hay ninguna diferencia” con respecto a las escuelas secundarias comunes porque “la persona que se recibió y tiene un título de bachillerato de adultos de la Escuela Media, posee el mismo título que obtiene la persona que cursa en un FinEs”. “Es el mismo plan de estudios de una secundaria media”, aclara.

“Peleamos para que se comprenda que no hay un título diferente ni de segunda. Es el mismo título, es el mismo plan de estudios”, asevera la inspectora de la Región V.

Los estudiantes del Plan FinEs egresan con título oficial de Bachiller en Orientación en Ciencias Sociales especializado en Gestión de Políticas Públicas y el de Bachiller Orientado en Gestión y Administración especializado en Microemprendimientos.

“Hay muchísima predisposición por parte de los estudiantes, así como también muchísimas dificultades. Es una conjugación de ambas cosas, ya que generalmente es gente que trabaja muchas horas o tiene hijos, y que el único tiempo libre que tiene decide utilizarlo para estudiar. Eso carga muchísima responsabilidad en el docente y lo pone ante el desafío de no defraudarlos”, expresa Iván Balduga, que dicta las materias de “Historia” y “Geografía” de 1º año y “Lengua y Literatura” de 5º en Villa Fiorito y en el Barrio San José de Temperley.

Jimena Álvarez, en tanto, da clases de “Química” en el Plan FinEs que brinda la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ). “Tengo alumnos de todas las edades, tanto grandes como jóvenes”, comenta.

En base a esa variedad de edades es que “se van conjugando los conocimientos”, según menciona Pablo Riha, que está a cargo de las materias “Lengua y Literatura” y “Diseño y Desarrollo de Proyecto” en la Sociedad de Fomento General Roca, de Temperley.

“La particularidad que yo encuentro en el FinEs es que el mismo grupo es tan diverso que, a veces, en algunos trabajos puntuales, como los más tecnológicos, son los jóvenes los que ayudan e incorporan a los adultos mayores. Y en otros, que tienen que ver con historia, como el otro día que trabajamos con la carta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar, son los adultos mayores los que corregían e informaban mucho a los pibes”, comenta.

Una motivación para terminar los estudios. Otro beneficio para aquellos que deciden terminar sus estudios es la cercanía de las sedes, que se encuentran en los barrios: en instituciones educativas como escuelas y universidades, religiosas, sindicatos, sociedades de fomento e incluso algunas casas de familia.

Las mismas se distribuyen en Centros de Educación de Nivel Secundario (79 sedes), Escuelas Secundarias del Plan Nacional de Becas (300 sedes) y Centros de Orientación y Apoyo (300 sedes). Cada una de ellas ofrece la posibilidad de rendir materias adeudadas, finalizar el nivel secundario y, por supuesto, obtener el título.

“Decidí terminar mis estudios secundarios porque sólo me quedaron algunas materias pendientes y me comentaron del FinEs. Me explicaron más o menos cómo era, que tenía que ir dos veces a la semana y que lo terminaba en un año por las materias que a mí me faltaban, así que no lo dudé y me mandé”, señala Pablo Escobar, de 24 años, que ya logró recibirse del secundario.

“Mi experiencia fue buena. Había muchas personas que se llevaban materias y les costó, pero para mí fue sencillo porque ya había terminado el secundario, adeudaba materias nomás”, indicó y resaltó: “Se lo recomendaría a las personas mayores, ya que es una buena oportunidad para poder concretar sueños y metas. Y también a los más jóvenes para conseguir trabajo porque hoy por hoy te piden sí o sí, como mínimo, haber terminado el secundario”.

Leonardo Florentín, de 24 años, también asegura que su experiencia en el FinEs fue positiva: “Según el tiempo que tengas, podes ir dando las materias. No es necesario que sigas una estructura de todos los días, como lo era el secundario, es más desestructurado en ese sentido y se adapta a los tiempos del alumno”.

En ese sentido, Balduga menciona que “muchos trabajan o tienen hijos y no pueden seguir el ritmo de un colegio secundario”. “Pero lo ven como una meta a cumplir, hay una actitud de decir ‘quiero terminar el secundario’ y tomarlo como un desafío personal”, reflexiona.

Riha señala, en tanto, que “algunos jóvenes lo ven como una salida laboral y otros también para continuar un estudio, ya sea terciario o universitario”. “Muchos están interesados en ingresar a las policías locales”, cuenta.

Por el lado de los adultos mayores, en tanto, la motivación proviene más de la auto superación. “He tenido un caso puntual de una señora de 70 años completando sus estudios porque ella sentía que cuando discutía sobre política con su marido -egresado de secundario- y sus hijos -ya profesionales-, no estaba capacitada para opinar”, relata Riha.

“Encontró en el FinEs la posibilidad de saldar una deuda, ya que quizás cuando ella tenía 18 años no era una necesidad social terminar la escolaridad”, remarca.

Saporiti, en tanto, destaca que “es un proyecto ajustado a la realidad de trabajo de una persona que ha dejado la escuela”, en referencia a que el FinEs consta de menos horas y días de cursada por semana que la secundaria.

“No es lo mismo un chico de 18 ó 20 años que puede ir todos los días a una escuela, que aquel que es un adulto con un compromiso laboral y familiar”, menciona.

En la misma sintonía, pone el acento sobre los casos de abandono que se repiten en las escuelas de bachillerato para adultos porque “los alumnos no pueden sostener una escuela diaria de una determinada cantidad de horas”.

Aunque en un sistema educativo ideal esta clase de programas no tendría razón de ser, es un aporte que suma de cara a la inclusión, con egresados que poseen más facilidades en el mundo laboral y más oportunidades de desarrollarse en una carrera.