El salto a la educación superior: el gran desafío de la escuela secundaria


En los últimos ocho años, el sistema educativo argentino incorporó nueve universidades nacionales, de las cuales cinco se encuentran en el Conurbano bonaerense: la Arturo Jauretche en Florencio Varela (UNAJ), la del Oeste en Merlo (UNO), la de José C. Paz (UNPAZ), la de Avellaneda (UNDAV) y Moreno (UNM). A su vez, hay otras once en carpeta que esperan su aprobación para ser inauguradas.

Este crecimiento en materia de instituciones de formación superior en la zona permitió que miles de jóvenes dieran un salto de calidad en su educación formal. Es que, en algunos casos, el tiempo y los costos que insume el viaje a Capital hacían que muchos relegaran el estudio universitario o desertaran.

Así, si bien la democratización en el acceso hizo que las matrículas de las universidades aumentaran año tras año (ver infografía), la masificación plantea interrogantes sobre la eficiencia del sistema, tanto en la calidad como en la cantidad de los graduados. “No es que los alumnos lleguen en muy malas circunstancias académicas, pero sí es cierto que carecen de competencias de estudio y de lectoescritura, que son fundamentales para cualquier tipo de estudio”, reconoce el vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales, Francisco Lavolpe, en diálogo con Info Región.

El planteo traslada toda la atención hacia la educación secundaria y su articulación con el nivel superior. “Todos los pedagogos en este último tiempo consideran que en la secundaria hay que dar menos materias y generar más contenidos de otra naturaleza, porque en realidad el acceso a la información todos lo tienen hoy en día de forma directa por otros medios, como puede ser Internet”, opina Cristina Ruiz, docente de Teorías de la Educación de la UNLZ y ex subsecretaria de Educación de la Provincia de Buenos Aires.

El cambio que significa para el alumno el paso de la escuela a la universidad es rotundo: no sólo se incrementa el material de estudio, lo que requiere maximizar técnicas de lectura y comprensión de texto, sino también los niveles de organización para cumplir con las metas previstas.

¿Se condice, entonces, esta nutrida cantidad de nuevos alumnos universitarios con su capacidad para afrontar esta etapa educativa? ¿Están capacitados los establecimientos secundarios para abastecer a las nuevas universidades con jóvenes capaces de desenvolverse en ellas?

El egreso y el ingreso. Para el alumno, el quiebre se siente en todas las bisagras de la vida educativa: de jardín a primaria, de primaria a secundaria y, por supuesto, en el paso de la escuela al nivel terciario. Este último supone el comienzo de la adultez y la profesionalización en el ámbito laboral.

Asimismo, incrementa la exigencia de parte de los profesores y, ante cualquier bache en los conocimientos básicos, las miradas recaerán sobre la enseñanza recibida en el colegio.

“El nivel con el que llegan los alumnos no es malo, pero les cuesta, sobre todo al principio”, admite el director de la Escuela Técnica Nº5 “2 de abril” de Temperley, Héctor De Luca, en referencia al desempeño de los egresados de su colegio en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ).

Sostiene que, en ese momento de transición, “entran en juego distintas herramientas de adaptación”. “El primer impacto cuesta, pero con acompañamiento se logran resultados”, advierte.

En sintonía, Lavolpe también le baja el tono a la polémica, aunque admite que existen falencias. “Se habla muy mal de cómo vienen los chicos a la Facultad, pero a mí no me parece que sea tan así. Lo que efectivamente pasa es que traen debilidades de competencias”, sostiene. Y detalla: “Carecen de técnicas de estudio y de lectoescritura, aunque ese tipo de falencias se resuelven con ejercicios, actividad intelectual, practicando la lectura, la escritura y la comprensión de textos”.

En la misma línea, Ruíz asegura que “en el nivel secundario se están haciendo enormes esfuerzos”. “Aunque todavía reste hacer mucho más para que los pibes hagan la secundaria y la hagan de la mejor manera posible”, reconoce y admite que “el gran paso tiene que ver con la preparación para la universidad”. “Todo proceso de inclusión lleva esfuerzo”, asegura.

Y sostiene que, para eso, “se necesitan docentes capaces de estimular a los pibes en la lectura”. “La literatura, por ejemplo, conmueve aun en las peores situaciones, pero para eso necesitas un profesor que sea capaz de conmover, y también que eso se traslade a la historia, a la física y a la química”, reflexiona.

Además, la especialista da cuenta de que el ingreso de los estudiantes a la vida universitaria “representa cambiar con un modelo de escolarización”. “Con cómo se estudia, básicamente. En la jerga pedagógica le llamamos el ‘oficio’ de ser alumno universitario”, señala.

“Y eso es independiente de las situaciones que hayan vivido en la escuela secundaria. Porque podés tener un chico que haya sido un excelente alumno en la escuela, pero que haya rendido pocos exámenes, y en la universidad dar un examen forma parte de lo habitual de ser estudiante”, señala Ruiz.

Y advierte que, para paliar este tipo de desigualdades en los ingresantes, la Facultad de Sociales de la UNLZ dicta el taller de lectura y escritura anual, como “forma de contribuir a un tránsito más exitoso de los chicos”.

Hacia dónde apuntar. En países como Brasil, Chile y Ecuador existe un modo más riguroso de ingreso a la universidad. Allí, los alumnos deben rendir un examen de egreso de la secundaria que definirá el nivel con el que culminarán sus estudios y condicionará el ingreso del estudiante a cualquier institución del nivel superior (ver “Un examen de egreso que prioriza la calidad”)

El sistema quizás sea menos inclusivo que el argentino, pero apunta a mejorar la calidad. “En distintos lugares del mundo se da esa instancia evaluativa. Estoy de acuerdo con una planificación de la oferta, ya que creo que necesitamos ingenieros por ejemplo, pero no con esa lógica jerárquica y poco inclusiva de organización”, opina Ruiz.

Y sostiene que para llevarlo a cabo en el país “hay que tener en cuenta muchas desigualdades que hay que equiparar”. “Más inclusión educativa y más calidad tienen que ir en sintonía con un proyecto político que implique mayor distribución de la riqueza”, señala la docente.

“Lo que ocurre es que muchas veces los sectores que piden más calidad a costa de la inclusión, son los mismos que no están dispuestos a participar de un proyecto que implique mayor distribución de la riqueza”, explica y asegura que “modelo político, económico y educativo es una triada que se puede desunir”.

Si bien Lavolpe no se mostró en contra del modelo brasileño, consideró que “el sistema argentino está en una etapa en la que todavía requiere incluir y nivelar”.

“Una vez logrado eso, se puede proponer un desarrollo posterior en cuanto a estimular determinadas carreras o actividades a partir de las competencias naturales de los alumnos. Ese es un trabajo que no se resuelve con una evaluación final o un ranking, sino con una estrategia o política que incluya, nivele y oriente la matrícula hacia áreas de desarrollo que formen parte de un contexto superior”, indica el Vicedecano.

En cuanto al accionar de los establecimientos de educación técnica, De Luca resalta que “todos están logrando acortar la brecha entre la escuela y la universidad con la incorporación de un séptimo año que permite que los alumnos, al tener un año más, puedan evolucionar en ese sentido y enfrentar lo que la universidad realmente les exige”.

“La escuela técnica genera puentes con la universidad y esa es la clave. Es exigente, tiene doble escolaridad y se nota el esfuerzo. El pibe que se queda es porque lo hace con compromiso y con una vocación muy definida”, resalta.

El ideal es obvio: mayor calidad, pero sin dejar de lado la inclusión educativa. En diferentes países del mundo se apuesta a una o a otra, mientras que el desafío acá aún pasa por la segunda. Es por eso que la educación superior debe lidiar con las problemáticas que acarrean alumnos de una Escuela Media en la que aún resta mucho por mejorar, pero que busca aggiornarse y asemejar su modelo de enseñanza a los niveles superiores para que en el salto no quede nadie en el camino.