Salir del circuito productivo


En sociedades regidas por un alto nivel productividad, es común que hombres y mujeres trabajen más de la mitad de sus vidas, incorporando una rutina que desde jóvenes ocupa más de un tercio de cada día, con recesos de 48 horas y las semanas de vacaciones. En este marco, no escuchar el inclemente despertador antes de las 8 de la mañana, no tener que asistir obligatoriamente todos los días a un mismo lugar y lidiar con tareas que, en casos, nos presentan desafíos constantes, parece un sueño de esos de los que no queremos despertar. Sin embargo, una vez llegado el momento en que esa fantasía puede hacerse realidad, son muchos los que dudan.

La jubilación supone una recompensa y la posibilidad de descanso tras una vida laboral cargada de esfuerzos diarios. En la actualidad, además, las pensiones son relativamente más altas que en décadas anteriores, lo que hace que esta etapa de la vida se disfrute más que en otros años.

Al igual que “júbilo”, la palabra proviene del latín “iubilum”, que significa “gritar de alegría”. Así lo entiende Marta Escarez, una vecina de Avellaneda que se alejó de la vida laboral en 2013 y sostiene: “A veces me gustaría volver a trabajar, pero después pienso que este recreo me lo merezco. Yo ya cumplí con lo que tenía que cumplir y trabajé lo que tenía que trabajar. Es momento de descansar y de pensar en otras cosas”.

No obstante, muchas veces el retiro implica para los adultos mayores una situación de estrés difícil de afrontar. Alejarse de la vida laboral activa implica dejar de lado ese rol que se desempeñó por tantos años y que ya nos constituye, que nos hizo sentir útiles, importantes para el funcionamiento de algo y, en casos, hasta orgullosos, aunque también hubiera momentos en que nos haya resultado pesado, cansador o aburrido. Y no todos están preparados para superar esa instancia, que implica cerrar una etapa para comenzar una nueva faceta de la vida.

“La verdad es que me costó mucho dejar de trabajar porque que me gustaba el ámbito en el cual me desempeñaba. Tenía unas compañeras muy buenas y el ambiente laboral era tan bueno que me costó muchísimo dejar esa rutina”, expresa Estela Ferraro, que hasta hace seis años trabajaba en la Escuela Nº 13 de Lanús y asegura que “si tuviera la posibilidad de volver a trabajar, lo haría con gusto”.

Como se ve, no todos se predisponen de la misma manera. Males modernos como la jubilopatía, a la cual los gerontólogos asocian con la depresión, la angustia, el estrés y los ataques de pánico ante la salida abrupta de la vida laboral sin ningún tipo de contención previa, afloran en una sociedad que pareciera no estar preparada para el retiro. ¿Existen formas de prever esta etapa para encararla exitosamente?



La dura transición. Aunque la rutina del trabajo tenga la mala fama de disgustarle a todo el mundo, una vez que termina deja un cierto vacío, en el que hasta los aspectos más cotidianos marcan una diferencia en el estilo de vida.

Aparecen, entonces, situaciones como la de tener que lidiar con un eterno tiempo libre, sumado al sentimiento de inutilidad tras alejarse de la “vida productiva”. “Es una situación en la que uno tiene que replantearse mucho los modelos sobre los cuales se manejaba hasta ese momento”, comenta el doctor en psicología Ricardo Iacub, autor del libro “Todo lo que usted siempre quiso saber sobre su jubilación y nunca se atrevió a preguntar”.

Según el especialista, la jubilación trae aparejada “una alteración respecto de la representación sobre quién es uno mismo”. “Esto ocurre porque muchas veces uno se clasifica como ‘profesional en algo’ o que trabaja ‘en tal lugar’ o se dedica ‘a tal cosa’”, explica.

También señala que se modifican ciertas relaciones. “El que se jubila deja de tener compañeros de toda la vida o personas con las que convivía gran parte del día”, advierte. De la misma forma ocurre en la familia o con la pareja, ya que según Iacub “hubo un índice muy elevado de divorcios en este último tiempo porque la gente evidentemente no está preparada para una situación que parece tan natural, como lo es estar disponible tiempo completo en la casa”.

Es por eso que, para el especialista, ningún otro cambio en la vida tiene tanta fuerza “por el estrés que genera”. “Sin olvidar la carga de que este proceso se asocie a la vejez, algo que no cae muy bien”, señala.

De acuerdo a la opinión de la socióloga e investigadora del Conicet Nélida Rodríguez Feijoo, existe una actitud “bastante desfavorable” para la gente mayor. “Sólo consumen y no producen, en una sociedad en la que se pone énfasis en la producción. Entonces, lo que le conviene al jubilado es evitar pasar de trabajar a hacer nada”, aconseja. “Lo ideal es que mantengan algún tipo de trabajo, que no implique mucho tiempo y que resulte placentero”, señala.

Según el presidente de la Fundación Travesía -que ofrece psicoanálisis para la transición y crisis en la mediana edad-, Guillermo Montero, existe un replanteo que se da en los años previos a la jubilación. “Hay un momento en la vida en el que uno se pregunta si fue auténtico con las cosas que soñó, si realmente vivió de acuerdo a lo que había delineado para sí cuando era joven”, indica y asegura que muchas veces “eso lleva a que la persona inicie actividades nuevas, se replantee cómo vivir mejor con la pareja, con la familia, como una verdadera revolución”.



¿Cómo prepararse? A diferencia de épocas pasadas, la etapa de “parate” ofrece posibilidades nuevas a quienes deben transitarla. A la actualización regular de los montos jubilatorios se suma un extenso conjunto de actividades alternativas, algunas pensadas para ellos y otras que no, pero no por eso inaccesibles para esta masa.

Ejemplo de esto último, según Rodríguez Feijoo, son las nuevas tecnologías. “Aunque la gente mayor se siente excluida porque no las sabe manejar y se sienten inseguros en ese mundo nuevo, para muchos es un verdadero desafío y una distracción”, apunta.

“Cambiaron los hábitos sociales, muchos nos acordamos de los abuelos que siempre estaban metidos en la cama y hoy los abuelos salen, se mueven. La tendencia, en su mayoría, es esa”, destaca Iacub.

Asimismo, resalta el cambio en la sociedad actual, que posibilita que “aun siendo grandes no haya cosas para las cuales se pueda decir ‘esto ya no es para mí’”. “Las universidades que les abren las puertas son un ejemplo de esto, cosa que en otro momento hubiese sido algo raro”, sostiene (ver recuadro).

La neuropsicóloga Fabiana Lucero también hace eje en una realidad incuestionable: la influencia que tiene sobre esto el aumento de la expectativa de vida en los últimos años. “Produjo una disociación entre la jubilación y la edad biológica, porque las personas mayores de 60 años tienen hoy por delante más años de vida que las pasadas generaciones”, sostiene.

“Esta cuestión torna crucial encontrarse preparados para cuando llega esta etapa y poder evitar las repercusiones negativas que puede tener sobre la salud, como generar estados de ansiedad, depresión, aislamiento social y dar lugar a un declive en las funciones cognitivas”, indica la especialista.

Y, en esa misma línea, Rodríguez Feijoo asegura que conviene evitar el “efecto guillotina”, del salto abrupto del trabajo a la inactividad porque “una persona que ha estado trabajando toda su vida y que entiende esa actividad como algo que dota de sentido su vida, de golpe lo jubilan y se queda en la disyuntiva de no saber qué hacer, se siente inútil”.

“Por otra parte, hay un cambio cultural en cuanto a que cada vez se le presta menos atención a la gente mayor, que tiene una necesidad tremenda de hablar”, sostiene la investigadora del Conicet y menciona que “el sociólogo José Luis Imaz fue quien advirtió que la fila que tienen que hacer los jubilados para cobrar cumple una función social”. “Ahí se cuentan cosas, sus problemas, sus cuestiones personales. Hoy se deberían crear distintos puntos de encuentro generales en donde esa función social pueda estar latente”, advierte.

Sobre este punto, Iacub cuenta que ofrece cursos prejubilatorios para empleados de PAMI y de Luz y Fuerza de Córdoba. “Lo que uno ve es que la gente con tiempo se prepara mucho mejor. Un año antes de jubilarnos debemos ponernos a pensar de qué manera vamos a proyectar todo este nuevo tiempo, qué duelos vamos a hacer y cómo”, sugiere.

En ese sentido, sostiene que la jubilación “puede ser una oportunidad maravillosa en la vida de una persona”. “Emprendimientos, pareja, grupos de amigos, son elementos que pueden dar cuenta que una jubilación puede ser algo exitoso”, argumenta.

A fines de la década del ‘50, un discurso del entonces presidente estadounidense John F. Kennedy popularizó la idea de que, en el idioma chino, la palabra “crisis” (wei-chi), se desdoblaba en “peligro” (wei) y “oportunidad” (chi). Aunque hoy se sabe que esto es falso, no deja de guardar verdad metafórica.

No hace falta revisar proverbios de la otra punta del mundo para comprender que las crisis, en casi todas las ocasiones, siempre implican una oportunidad para barajar y dar de nuevo.