Gigantes culturales que vuelven al barrio


Era una noche lluviosa de septiembre. Una típica velada templada, de esas que anteceden a la primavera. Corría 1933 y, aunque la década era infame, su voz hacía olvidar todas las penas. Ese 11 de septiembre el Zorzal criollo era esperado por una sala repleta en el esplendoroso Teatro Español, de Lomas de Zamora.

Menos de una década atrás, allá por 1925, abría sus puertas el Teatro Cosmopolita de Llavallol, levantado por los mismísimos obreros de la cervecería Bieckert, empresa que donó los terrenos.

Promediando el siglo, ya en el ’74, el cine “Gran Adrogué” sería escenario del preestreno de “Boquitas pintadas”, el clásico de Manuel Puig llevado a la pantalla grande por Leopoldo Torre Nilson.

Sus paredes albergaron cultura e historia. Marcaron la vida de los entonces pueblos de la región y sus habitantes, que se agolpaban en sus puertas en filas interminables para conseguir entradas de cine o disfrutar de una buena obra de teatro. Sin embargo, los problemas económicos y el avance de los shoppings y centros de compra que decidieron incluir salas de las grandes cadenas, hicieron que muchos teatros y cines tradicionales dejaran de ver la luz.

El Español pasó de recibir a Carlos Gardel a llenarse de fieles al transformarse en un templo evangelista, el Cosmopolita olvidó el crujido de las tablas y vio cómo a la madera se le daba un uso menos feliz cuando funcionó en su sede una fábrica de ataúdes, mientras que el enorme cine que se alzaba en el predio donde en otros tiempos funcionaba el Hotel La Delicia, sería invadido por locales de ropa que dieron la bienvenida a la era de los shoppings.

La época de esplendor había quedado atrás. Y aunque transcurrieron décadas donde el rumbo de las salas parecía perdido, por estos días muchas volvieron o volverán a brillar. En todos los casos, son los mismos vecinos o referentes de la cultura de la zona los que se ponen los proyectos al hombro.

“En los últimos años, las disputas sociales por ciertos espacios de la cultura, comienzan a tomar cuerpo en los barrios de las ciudades. Si por mucho tiempo la cultura sólo fue observada como un ámbito de ‘lujo’ o erudición, recientemente sectores sociales antes ajenos a esos espacios iniciaron procesos de lucha y negociación vinculados a lugares resignificados en torno de la cultura pública”, opina, en diálogo con Info Región, la doctora en Antropología del Conicet Mónica Lacarrieu.

Hace dos años eso mismo sucedió con la reapertura del Cosmopolita y el Cine de Wilde, mientras que por estos días está pronto a concretarse en el Español. Se trata de gigantes culturales que fueron un ícono y que hoy vuelven a ponerse de pie.



Recuperar un ícono del barrio. El histórico Teatro Cosmopolita de Llavallol, ubicado en pasaje Adrogué 168, fue reabierto recientemente gracias a la lucha de los vecinos por recuperar una parte de su ciudad. “Llavallol de pie” fue el nombre con el que se convocaron para lograr el objetivo.

El 11 de octubre de 2013 se abrió a la comunidad después de décadas, para que los vecinos, miembros de instituciones educativas, artistas e interesados, pudieran conocer las condiciones en las que se encontraba la sala. Luego de meses de trabajo y esfuerzo, reabrió formalmente el domingo 2 de noviembre de 2014 con la presentación de la Orquesta de Cámara de la Fundación Argen-Inta.

El evento fue organizado por el Centro de Análisis y Elaboración de Políticas Públicas de Lomas de Zamora (CAEPP), que se hizo cargo del edificio en diciembre de 2013, luego de que Provincia aprobara la expropiación.

“La iniciativa surgió de los vecinos, que desde hace muchos años están luchando por recuperar este espacio. Se trata de gente que disfrutó del lugar y luego lo vio caer paulatinamente, pasando de ser un teatro a un depósito, una fábrica de ataúdes y hasta un espacio religioso”, describe el presidente de CAEPP, Marcelo Federico, a Info Región.

En el lugar actualmente se dictan talleres gratuitos de danzas, música y teatro. Además, el Cosmopolita fue sede del Pre-Cosquín de Lomas, el tradicional certamen en el que artistas locales compiten por ganarse un lugar en el festival cumbre del folklore nacional.

“Te das cuenta lo que significa el lugar cuando miras a los vecinos que tienen muchos años acá. Ves cómo se le llenan los ojos de lágrimas cuando observan el lugar recuperado. Muchos de ellos vieron acá su primera película de cine, se conocieron con sus parejas, lo usaron como salón de fiestas para su casamiento y luego fueron testigos de cómo fue cayendo”, resalta Federico.

La historia del teatro data de 1921, cuando la cervecería Bieckert donó terrenos para edificar un complejo cultural deportivo con el objetivo de que los trabajadores de la fábrica y el pueblo pudieran disfrutar de él. Era la época floreciente del industrialismo, que tendría su auge con la instauración del Estado de Bienestar durante el primer peronismo.

El declive comenzó años más tarde, promediando la década del ‘60, cuando la empresa pasó a ser administrada por Molinos Río de la Plata. Sofocada por problemas financieros, en el ‘66 se integró al grupo Vitivinícola Pulenta Hermanos y, más tarde, se convirtió en una fraccionadora de vino.

Con su decadencia, que culminó con su transformación en depósito y maltería de Quilmes, el teatro también se vino a pique. “El lugar pasó por distintas manos que llevaron a la inactividad total, dejándolo a la deriva en la década del ‘90”, cuenta Federico.

María Luz Llera es vecina y docente del teatro, además de una de las impulsoras de la recuperación. “Para nosotros, como establecimiento educativo, fue una oportunidad única de darle a los chicos un espacio para que se aproximen al arte teatral, y por el otro, a nivel vecinal, es un espacio histórico donde se pueden disfrutar de muchos espectáculos y talleres culturales”, celebra.



A cantarle a Gardel. Resulta impensado que un espacio que fue escenario de figuras internacionales y nacionales de primera línea sea demolido. El teatro-cine Español, de Lomas de Zamora, estuvo a punto de serlo, a pesar del peso histórico que posee.

Fundada en 1905, con una capacidad para 700 personas, fue la primera sala del distrito dedicada al cine y al teatro. A pesar de semejante atributo y de que allí se presentaron artistas de la talla de Carlos Gardel, no pudo competir con el auge de los shoppings y las cadenas de cine que, con menor capacidad, ofrecían más cantidad de películas.

La Asociación Española, dueña del espacio ubicado al 9070 de la avenida Hipólito Yrigoyen, implementó en su momento un sistema de concesión que le permitía alquilarlo para distintos fines. Tan es así que funcionó, por varios años, como templo evangélico, y cuando el contrató terminó, estuvo a punto de ser demolido.

Pero el año pasado apareció en escena Gustavo Lauría, director de Gestión y Programación Artística de la Biblioteca Mentruyt, quien se ofreció a llevar adelante la recuperación del cine-teatro y ponerlo a punto para que vuelva a ser uno de los epicentros de la escena cultural y artística lomense.

“Me contacté con la Asociación Española para ofrecerles asesoramiento y ellos evaluaron la posibilidad de que desarrolle el proyecto y aplicar alguna solución para recuperar el espacio. Mediante reuniones con la comisión directiva hice la propuesta y finalmente empezamos a trabajar en conjunto”, indica Lauría a Info Región.

El teatro estaba muy deteriorado en la parte estructural y también las butacas. “Había cosas complicadas para hacer, como la instalación de agua y electricidad, se tuvo que reemplazar todo. Estaba con problemas serios el edificio”, detalla.

Como cualquier espacio público e histórico, el teatro-cine de Lomas tiene gran importancia en la vida del barrio. Según cuenta Lauría, la gente se detiene mientras se realizan las obras. “Comentan que tienen lindos recuerdos del lugar, que ahí recibieron su medalla de la escuela o vieron tal película o espectáculo o participaron de algún baile”, precisa.

Las obras comenzaron en diciembre, y según los últimos plazos previstos, reabrirá sus puertas el viernes próximo.



Otro lugar, la misma esencia. Desde 1940 funcionó sobre la avenida Las Flores al 300 el Cine Wilde, un espacio de cultura y encuentro entre los vecinos con 50 años de historia. Es que a partir de allí su vida se truncó, cuando cerró sus puertas definitivamente en la década del ‘90.

La Asociación Civil “Cines de Barrio” realizó una junta de firmas en 2010 para recuperar la extinta sala. El pedido llegó a las autoridades y, después de algunas idas y vueltas, se terminó cediendo al Municipio de Avellaneda el predio en el que funcionaba la antigua Papelera del Plata, que había corrido la misma suerte que el cine, cerrada en 1996.

El fin era ambicioso: trasladar la sala a ese terreno implicaría años de trabajo. Y así se hizo. “Era un predio totalmente vacío. La zona era como un pueblo fantasma: un entubado con una fábrica desolada. Te daba miedo pasar por ahí”, contó Andrea Ávila, hoy coordinadora del nuevo Cine Wilde.

La reapertura se llevó adelante el 22 de marzo de 2013. “Al principio había una especie de prejuicio en levantar una sala de cine en esta zona, porque tiene una población, por lo general, de bajos recursos. Esas barreras se fueron rompiendo a medida que la gente empezó a correr la voz y a venir”, resaltó.

El Cine Wilde volvió a proyectar films, pero esta vez en Juan Cruz Varela 6261, a pocas cuadras de su antigua ubicación y con la misma impronta cultural. Es autogestionado por y para los vecinos, a quienes ofrece películas a precios populares.

Irene de Simone fue una referente de la recuperación y es una de las responsables del lugar. “Hubo una decisión de llevar adelante este proyecto y nos tomó por sorpresa la rapidez con la que se generó, así que para nosotros fue cumplir un sueño”, destaca.

Asimismo, resalta la importancia que tuvo el Cine Wilde en las distintas etapas de la vida de muchos vecinos. Romances, casamientos, reuniones de familia, confluyen en las instalaciones del lugar. “Todos tenemos pequeños recuerdos o historias que están vinculadas al cine. También nos pasa hoy, ya que en el ciclo de reestrenos tenemos algunas películas clásicas y mucha gente nos comenta ‘uh, yo esa película la vine a ver acá cuando se estrenó’”, describe.

El proceso de reconstrucción fue obra del Municipio y del Gobierno nacional. “La gente se imaginaba que se iba a encontrar con un galpón con sillas, y cuando entraban y lo veían se quedaban maravillados”, destaca.

Para que todas estas historias sean posibles, el compromiso social con el barrio y la cultura resultaron clave. Más allá de la nostalgia por viejas épocas y vivencias, el enorme esfuerzo por recuperar espacios populares da cuenta de iniciativas nobles y altruistas que deben ser festejadas en sociedades comerciales e individualistas.