Retrasar el reloj de la maternidad


Hablar del nuevo rol de la mujer en la sociedad suena trillado. Pero sí puede analizarse su llegada tardía al mundo laboral y profesional, que por estas épocas las encuentra tomando la delantera en gran cantidad de ámbitos de la vida. Si a esto se le suma el número de años, en promedio, que se requieren para lograr una estabilidad laboral y económica, el almanaque de la mujer marca las tres décadas y el cuestionamiento social se vuelve ineludible: ¿no pensas en tener hijos?

A sus 34 años, Soledad, vecina de Almirante Brown, responde: “Creo que recién ahora puedo ponerme a pensar en eso, ya que la postergación tuvo que ver con que entiendo que tener un bebé es algo muy importante y se le debe prestar la mayor atención posible. Uno no puede hacerlo si tiene que estudiar para poder recibirse o trabajar hasta tener algo estable”, sostiene.

Así, cada vez resulta más común dar con mujeres que rechazan de llano o postergan la idea de tener hijos. Priorizando su libertad y desarrollo personal, eluden el “mandato social” de la maternidad o lo dejan en segundo plano, como plan a futuro.

Estadísticas del Registro Provincial de las Personas marcan que durante 2014 en el territorio bonaerense hubo 9.749 mujeres que tuvieron hijos después de los 40 años, un 5 por ciento más que el año anterior. Cerca de mil eran primerizas, lo cual marcó un nuevo récord.

Por otro lado, el 40 por ciento de las consultas para acceder a tratamientos de fertilización asistida en la Provincia son realizadas por mujeres mayores de 40 años.

En Capital Federal, el promedio de edad de madres primerizas es de 31 años, mientras que, de ese grupo, las mayores de 35 representan el 27 por ciento. Diez años atrás, constituían tan sólo el 16,5 por ciento.

Según los profesionales, este corrimiento de la maternidad es ocasionado por varios factores. Por un lado, la actual participación de las mujeres en el mundo laboral, con mayores oportunidades y nuevas metas personales, complica ser madre y también opaca las ganas de serlo.

Pero, además, existe un cambio más profundo que tiene que ver con el rol femenino dentro de la composición familiar y la sociedad en general. Dejando de lado la cuestión del crecimiento profesional, cada vez más mujeres se animan a eludir los mandatos sociales, en una ruptura con la cultura patriarcal y desdibujando la idea de que lo más significativo en la vida de la mujer, al menos hasta llegado el momento, es dar a luz.

Cuando aún no llega el deseo. Priorizar la formación personal o esperar a alcanzar la estabilidad económica son los motivos más frecuentes para la postergación de la maternidad, aunque hoy una gran parte de la población femenina también opta por extender su juventud y disfrutar de la independencia que significa no tener un hijo.

“Siempre concebí a la maternidad como una cuestión lejana, como algo para hacer con el tiempo y nunca en el corto plazo”, detalla Soledad a este medio. A sus 34 años, pudo recibirse en una tecnicatura, conseguir un trabajo estable y una pareja formal. “Es ahora, con todo esto logrado, que lo veo como algo factible”, sostiene.

Ella considera que la edad ideal, hoy, son los 30. Pero, las ganas de concretar proyectos, en su caso, terminó por extenderla aún más. “Además del estudio y el trabajo, ponderé viajar o programar actividades que, con un bebé chiquito, serían difícil de realizar”, cuenta.

“Siento que no soy la única que piensa así, la sociedad cambió y la forma de concebir los tiempos de la vida también. Conozco muchas mujeres de mi edad que están en la misma situación que yo. No me parece raro ni malo, creo que las cosas no son iguales que en la época de mis viejos, donde la mujer vivía para la familia y para quedarse en casa, y por ende tenían familia muy jóvenes”, remarca.

Con un año más (35), Cintia admite: “Siempre creí que la mejor edad para ser madre era entre los 25 y los 35 años y, de hecho, lo sigo pensando”. Sin embargo, la vida la encuentra aún con el proyecto y el sueño de la maternidad sin concretar; “no porque no quiera”, sino por priorizar su carrera profesional. “Es recién en esta etapa de la vida que obtuve una estabilidad laboral y una seguridad económica que me permiten empezar a pensarlo en serio”, apunta.

Lo cierto es que para el director médico del Centro de Estudios en Genética y Reproducción (CEGyR), Sergio Papier, el fenómeno no responde únicamente a causas profesionales o laborales. “Puede deberse a relaciones familiares y vinculares. Muchas veces es al revés, casos de mujeres que no se pudieron vincular y tener una familia por cuestiones de las relaciones humanas, entonces se volcaron a estudiar o trabajar”, sostiene.

Fuera de las opiniones profesionales, quizás en la discusión incida, inevitablemente, la cuestión de género. Es que para Adriana Guraieb, psicóloga de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), “la salida de la mujer al mercado laboral, el control de la natalidad, su ingreso a las universidades, el manejo de dinero propio, salir de viaje con sus amigas y concretar proyectos personales se han convertido en factor decisivo de satisfacción y realización personal”.

En este marco, opina que en la maternidad ya no radica “la máxima realización personal”. “Primero elijen y disfrutan de la emancipación tan largamente anhelada”, sostiene.

La autora del libro “Deseo de hijo. Pasión de hijo” y también miembro de APA, Patricia Alkolombre, sostiene que “lo materno” es aún un hecho social valorado y regulador de la autoestima femenina, “más allá de los cambios indudables que se produjeron en relación al lugar de la mujer en la sociedad”.

“Pero aún así, para muchas mujeres la maternidad es percibida como una carga y no como algo que enriquecerá sus vidas”, aclara. Según remarca Alkolombre, la llegada de los hijos “puede constituirse en una experiencia enriquecedora para aquella mujer que lo desee, pero también puede ser una experiencia frustrante si no está en condiciones anímicas para afrontarlo”.

Otro contexto social. Esta renovada elección de la mujer y su nuevo rol social son causa y consecuencia una de la otra. Es que todo avance en sus derechos se traduce en responsabilidades que la alejan del viejo modelo de la ama de casa dedicada exclusivamente a la crianza de los hijos.

Florencia es de Lomas de Zamora y tiene 37 años. Hace tres meses fue madre primeriza porque, según señala, eligió realizarse profesionalmente en primera instancia. “No debe olvidarse que hasta hace un tiempo a la mujer le costaba mucho más acceder a puestos jerárquicos y a un sueldo acorde a las expectativas de una vida más o menos estable. Puedo decir que eso a mí me llego después de casi 20 años de trabajo. Una vez que lo logré retomé mi meta principal, y nació Mía”, relata.

A su vez, la juventud se extiende, las relaciones estables se hacen más difíciles de lograr y la presión social para la mujer deja de ser tan condenatoria. Según marca Papier, “hoy cuestan más los vínculos humanos y formar una familia, entonces cada vez hay más mujeres solas que buscan el embarazo”.

“Es una realidad. Recuerdo cuando arranqué, hace veinte años, que el promedio de edad de mujeres que hacían tratamientos de fecundación in vitro era de 32 ó 33 años y hoy el promedio es de 36 ó 37 años, cosa que en aquel momento sucedía en Europa, por ejemplo”, manifiesta el director médico del CEGyR.

Y alerta sobre “los riesgos” que genera la postergación del embarazo cuando los tratamientos de fertilidad se realizan a edades muy avanzadas, poniendo el límite en torno a los 38 años (ver “La vida fértil tiene...”).

Guraieb, por su parte, menciona que “el concepto de familia hoy se torna más amplio y complejo”. La psicóloga indica que, durante siglos, la familia en Occidente se estructuró en torno a la figura del padre, “representante por excelencia de la autoridad y del bienestar económico”. “Ello implicó una exaltación de la maternidad como único rol de la mujer”, explica.

Y da cuenta de que hoy “los cambios históricos, sociales y económicos produjeron que las parejas prefieran construir su camino laboral y/o profesional, viajar, ahorrar dinero, darse gustos porque saben que después, cuando llegan los hijos, será más difícil”. “Eso no significa que no deseen tenerlos, sino que se trata de un segmento bastante amplio de parejas con una concepción diferente respecto a las prioridades en la vida”, explica la especialista.

De esta forma, considera probable que “se esté atravesando una zona de transición entre lo estructurado y el acceso a un nuevo ordenamiento de familia y de pareja”. “Hoy las parejas consensuadas aspiran a una igualdad de oportunidades, de participación pública, acompañarse uno a otro en su desarrollo y crecimiento personal, dedicar más tiempo al ocio y, una vez satisfechas las ansias, será el momento de plantearse el advenimiento del hijo”, agrega.

Realidades actuales como el debate por la legalización del aborto y la reciente marcha #NiUnaMenos en repudio a la violencia de género y como pedido de justicia por casos de femicidio, marcan un destape de las problemáticas del género femenino, luego de años de ser invisibilizadas, lo cual también implica necesariamente una vuelta de tuerca en los roles dentro de la familia.

La mujer ya no es sólo madre y esposa, y de la mano de los avances científicos para postergar la maternidad a una edad más “cómoda”, no dudan en hacer uso de su libertad para formar una vida antes que una familia.