Cultura y raíces: cuando la identidad de un pueblo puede expresarse en el escenario


Cuando se hace referencia a la identidad cultural del pueblo argentino es inevitable pensar en el folklore, cuya poesía, música y baile no pueden faltar en ningún festejo patrio. Las raíces de la idiosincrasia criolla pueden hallarse en sus letras y sus ritmos que, en algunos casos, cuentan más de un siglo transmitiendo los devenires de la vida alejada de los cascos urbanos en las distintas provincias.

El género encuentra sus raíces en una mezcla de culturas, que son aquellas que lograron instalarse en América en épocas de colonización: la indígena, es decir la de los nativos de estas tierras, la europea que trajeron los conquistadores y la negra-africana o aguisimbia, es decir la de los esclavos africanos traídos forzadamente al continente.

En el país, comenzó a adquirir popularidad en los años ‘30 y ‘40, en coincidencia con la migración interna del campo a la ciudad y de las provincias a Buenos Aires. Pero fue en los ‘50 que vivió su máximo esplendor y se consagró como uno de los principales géneros de la música popular nacional junto al tango.

Aunque en medio hayan transcurrido seis décadas, con un cambio de siglo incluido, esta forma de expresión auténticamente nacional continúa otorgándole identidad a la cultura local, no sólo adornando festividades como el 25 de Mayo o el Día de la Tradición, sino también en su práctica constante y vigente.

En la zona sur del Conurbano, se multiplican los espacios donde se enseñan y se promueven las danzas tradicionales y la música folklórica, dando a luz a nuevas generaciones de artistas apasionados por el género y a certámenes que los llevan a competir a nivel nacional.

Cultura e identidad. A un árbol sin raíz se lo lleva el viento. De ahí la importancia del folklore en la conformación cultural nacional, su pasado, presente y futuro.

El Centro Cultural Padre Mugica, de Banfield, cuenta con alrededor de 300 personas que participan en los cursos para aprender a bailarlo. “El folklore para nosotros es un pilar de la cultura. Nos representa en nuestro deber ser, por eso lo trabajamos con mucha responsabilidad y profesionalismo”, resalta a este medio el director del Mugica, Mario López.

Según él, la excelencia del género radica en que para que su representación llegue a un escenario “tiene que venir de la expresión popular pura que emana un pueblo y su gente”. “No hay nada en la escena que no salga del pueblo y el folklore es el ejemplo más claro de ello. Está enraizado en nosotros y eso se ve en el entusiasmo con el que muchas personas vienen a bailarlo”, explica.

Todos los años, el Centro de Análisis y Elaboración de Políticas Públicas (CAEPP) de Lomas de Zamora tiene un promedio de 150 participantes inscriptos al Pre Cosquín, del cual es coorganizador junto a Fundación Conurbano. De ese número, unos 110 competirán para llegar al Festival Nacional de Folklore que se realiza en la ciudad cordobesa cada enero. Lomas es una de las 53 sedes que están distribuidas en todo el país y este año llevará adelante su décima edición del Pre-Cosquín.

Según considera el titular del CAEPP, Marcelo Federico, “la pasión por el folklore incluye varios factores”. “Creo que se dan una serie de elementos y cuestiones que fomentan y sostienen lo que significa el folklore para nosotros. No me animo a buscar una razón precisa, pero además de saberlo muy lindo, es algo muy nuestro y propio”, expresa.

Y asegura que desarrollar el certamen cada año “es un orgullo inmenso”. “Disfrutamos del folklore y somos privilegiados por ser testigos de cómo tanta gente se entusiasma y dedica su vida a ello”, afirma Federico.

El bailarín lomense Alberto Ibarra gestiona desde hace años peñas y ballets folklóricos en la región y advierte que su tarea la desarrolla por “amor al género”. “A mí me apasiona. El folklore no se aprende en las universidades o en las escuelas formales. Ahí se puede adquirir un conocimiento, pero fundamentalmente radica en la transmisión cultural, a través de padres o abuelos, en una especie de traspaso generacional”, manifiesta.

Asimismo, se declara “un apasionado por las diferentes expresiones del folklore”. “No solamente la música, sino también la poesía, porque el folklore ilustra también a partir de sus letras cómo es un paisaje en la región o cómo es la vida urbana desde un lugar folklórico”, advierte y destaca: “En Lomas, con casi un millón de habitantes, hay un número importante de ballets que están viviendo el folklore muy naturalmente. Se ve en los patios de las casas, por ejemplo, a gente bailando folklore”.

Ibarra tuvo la posibilidad de conocer a Carlos Carabajal –considerado el “padre de la chacarera”- cuando éste apadrinó su peña “La Huerta”, que fue “una herramienta de comunicación y de trabajo social”. “A partir de 1996 desarrollé varias peñas, que tienen un significado muy importante porque son una síntesis de la vida folklórica. Se trata de un lugar donde nos encontramos amigos a los que nos gusta la danza, vestirnos con atuendos gauchescos, sin olvidar que nuestros pueblos primero fueron originarios. Luego se desarrolló lo que conocemos como folklore”, describe.

Lomas de Zamora también cuenta con la Escuela de Danzas Tradicionales, dependiente de la Dirección de Educación Artística de la provincia de Buenos Aires. Allí se capacita para el ejercicio de la docencia en Educación Inicial, Primaria y Secundaria en la especialidad Danzas Folklóricas y Expresión corporal. También funciona la carrera de Tecnicatura Superior en interpretación y coreografía de Tango.

“Empezamos este camino en Lomas porque notamos que no había otro lugar cerca en el que se enseñe, salvo en La Plata, y había una demanda social importante con respecto al folklore. Somos el único lugar a mano que tiene la gente y eso es muy importante, renueva nuestro compromiso”, asegura la jefa del área, Martina Monney.

“El folklore es el saber del pueblo, forma parte de nuestra esencia desde la raíz. Es nuestra identidad, habla por nosotros y nosotros hablamos con las diferentes manifestaciones de nuestro cuerpo sobre él, a través de la danza, el canto o los poemas. Cuando uno internaliza su esencia, luego puede reproducirse a través de distintas maneras, pero su esencia está siempre”, subraya la mujer.

Las nuevas generaciones. Aunque muchos creen que el género permanece “estancado”, quienes lo viven de cerca aseveran que existe una renovación etaria entre los adeptos.

“En el Padre Mugica estamos profundizando muchísimo el arraigo de lo que es el tango, el rock y, sobretodo el folklore, con profesores impresionantes y abiertos a toda la comunidad. Porque vemos que es algo que no se agota en una generación y que genera mucho interés en los más grandes, pero también en las generaciones más jóvenes”, menciona López y sostiene que “los talleres están explotados de gente con mucho entusiasmo”.

Lo mismo señala Monney respecto a la Escuela de Danzas Tradicionales. “Son muchísimas las personas que se acercan”, apunta y destaca que “el folklore está muy vigente, sobre todo en las generaciones más jóvenes”.

“Muchos chicos y chicas se anotan y se interesan, y eso está muy bueno porque quiere decir que es una tradición y una pasión que no se agota en una generación o en una determinada brecha etaria. Es algo que se renueva, una pasión que se traslada y comparte, que vincula y eso lo vemos muy fuertemente en la escuela. El folklore está vivo y por suerte se sigue renovando”, describe.

Ibarra, por su parte, considera que “las escuelas públicas deben tomar el arte folklórico desde temprano”. “Siempre digo que cuando uno ve danzar a un niño se da cuenta de que puede tener vuelo y hay que acompañarlos”, indica.

Por el lado del CAEPP, Federico coincide en que “cada vez hay más chicos jóvenes” entre los participantes del Pre-Cosquín lomense. “Es impresionante porque uno siempre tiende a pensar que el tango o el folklore son bailes o corrientes que están ligadas a gente de mayor edad, pero la verdad es que nos encontramos con algo muy distinto, muchos jóvenes que bailan”, valora Federico.

Tal vez no se tenga consciencia al respecto, pero tal como lo relatan sus protagonistas los ballets de folklore y las peñas no son lugares exclusivos para nostálgicos entrados en años. Hoy son reductos en los que niños y jóvenes se forman para darle una bocanada de aire nuevo a un género que sobrevive por la fortaleza de sus raíces.