Historias que buscan su principio


No pido ningún castigo ni penalización para nadie. Tampoco culpables. Sólo busco a mi madre biológica. Necesito que alguien me diga su nombre para poder encontrarla. No me importa cómo hicieron las cosas ni por qué, sólo quiero llegar hasta ella”, le dice a Info Región Valeria (33), que desde que tiene uso de razón busca a sus padres biológicos. Ella, como muchas otras personas que recorren el mismo y doloroso camino, fue privada de su derecho más esencial: el de la identidad.

Sin pistas de su verdadero origen, son varios los que se animan a dar a conocer su historia por medio de blogs o redes sociales, capitalizando la masividad de estos canales para tratar de dar con aquellos que los trajeron a la vida.

Sus historias hablan de ausencia. De un ombligo que indica que durante nueve meses estuvieron unidos a alguien más -como en el resto de los seres humanos- pero que hoy les recuerda que conviven con la incertidumbre de saber a quién.

Adopciones con irregularidades o que directamente no tuvieron paso por la ley, criaturas que se dieron por fallecidas al nacer pero que, en realidad, fueron entregadas, son la verdadera raíz de muchos hombres y mujeres que hoy, en la región, no se cansan de buscar.

“No tengo ninguna documentación donde figure el nombre de mi madre biológica, por eso creo que el único medio por el cual puedo encontrarla es a través de periódicos, radios, facebook y twitter, donde le escribo todo el tiempo”, advierte Valeria, que es de Avellaneda y armó una web (buscoamimama.jimdo.com) para dar con su familia biológica.

Info Región reúne historias que conmueven y que hablan de una búsqueda desesperada e incansable: esa que les permita encontrar la verdad acerca de sus orígenes y dar con sus verdaderos progenitores, para establecer un contacto que se congeló en el tiempo y poder conocerse más a sí mismos.



Sin perder la esperanza.La partida de nacimiento de Valeria indica que nació el 25 de marzo de 1982 en un lugar de la calle 9 de Julio, en Avellaneda. Aunque la tipografía es confusa y no se entiende si el número es 241 o 141, ella sospecha que se trata del ex Sanatorio Central de Avellaneda, que estaba situado en ese radio.

“Muchas personas me comentaron que este sanatorio cerró por tráfico ilegal de bebés”, afirma la mujer. “Según figura en la documentación, quien dio constancia de mi nacimiento fue la obstetra Magdalena Angélica Belén, que actualmente vive en Quilmes”, cuenta y asegura que hoy la mujer “padece déficit de memoria o dice padecerlo porque no recuerda o no quiere recordar haber trabajado ni siquiera en Avellaneda”. Es que, según señala, la médica aceptó mantener una charla con ella, pero negó estar al tanto de su historia y también haber trabajado en el distrito.

A su vez, Valeria menciona que el contacto que tenía su madre adoptiva dentro del Sanatorio era una mujer llamada Isabel. “Ella fue la supuesta partera. Mi mamá adoptiva contactó a una secretaria del sanatorio central y esa chica la derivó a Isabel, que es la mujer que me
“Me contaron que mi madre biológica era muy humilde y que tenía problemas con la suya, supuestamente alcohólica, así que no podía quedarse conmigo”, menciona la mujer, aunque expresa: “En mi corazón sé que no fue así, que ella realmente no sabía que yo iba a ser dada en adopción, y que hubo algo raro. Fui vendida o robada, o le dijeron q ue nací muerta”.

“Desde hace años que busco y aún no tengo novedades”, señala la mujer a Info Región y apunta: “En el camino encuentro cosas inciertas o dudosas que te llevan a la ruina emocional y a la desesperanza. No es nada fácil y uno trata de seguir adelante con la fuerza que encuentra”.



Flores marchitas. Norma decidió emprender la búsqueda de su familia biológica una vez que fallecieron sus padres adoptivos, en 2013. “No quería generar ninguna incomodidad e indagar sobre algo que era un secreto a voces en la familia”, explica la mujer.

Es que desde el momento en que fue madre por primera vez, los deseos por descubrir sus orígenes ya habían empezado a tomar forma.

Ella nació el 2 de junio de 1968 en Temperley y sospecha que días después del parto fue entregada a otros padres. Su apellido adoptivo es Flores y hace dos años creó una página en Facebook bajo el nombre “Busco a mis padres biológicos”.

Según cuenta Norma, de acuerdo a su partida de nacimiento, “María Mañas fue la partera”. “Ella tenía a alguien a cargo a quien le encomendaba ofrecer y entregar a los recién nacidos”, denuncia. “El médico que asistió el parto y firmó el nacimiento se llama Mario Elmar Kerber y la enfermera que hizo el contacto con mi familia adoptiva se llama Susana”, asegura.

Asimismo, afirma que lo que la moviliza en este camino es “la necesidad de encontrar respuestas a tantas dudas”. “Sólo el que no conoce sus raíces sabe lo que siente”, asegura.

“Quizás fue con las mejores intenciones de parte de mis padres adoptivos, pero la realidad es que me robaron la identidad, el saber quién soy en realidad, de dónde vengo, si tengo hermanos, si realmente habré nacido en San José, Temperley o me trajeron de algún otro lugar”, expresa la mujer

Aunque reconoce que durante su infancia “nunca” le faltó nada y hubo “mucho cariño”, confiesa que nunca sintió “ese vínculo de sangre” que liga a un padre o una madre con sus hijos, al tiempo que asegura que su vida se vio signada por ello.

En este sentido, el psicólogo de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), Enrique M. Novelli, advirtió a este medio que “cuando la identidad no es clara para el sujeto, es inevitable que lo invada una crisis emocional y que no tenga la capacidad para desempeñarse adecuadamente en su medio”.

A sus 47 años y con una familia conformada, Norma se siente incompleta y manifiesta la necesidad imperiosa y profunda de saber cuál es su verdadera identidad.



Dudas que no dejan dormir. “Mi padre adoptivo me contó, antes de morir, que mi mamá biológica tendría aproximadamente 15 años cuando me tuvo. Que era muy bonita y que tenía un lunar en la mejilla derecha, como lo tengo yo”, le cuenta Elsa Vargas (48) a Info Región.

Su historia transcurrió en Monte Grande, aunque hace un tiempo se mudó a Brandsen a fin de dejar su pasado atrás. No obstante, sigue buscando a su mamá biológica, de la cual lo único que conoce es su posible apellido. “No tengo el nombre de mi madre, sólo algunas señas particulares y su supuesto apellido, que sería Castellacci. Todo esto me lo contó mi padre biológico cuando le planteé mis dudas y hasta me admitió que fue él mismo al hospital a buscarme”, relata.

Sus dudas marcaron su infancia, pero la confirmación que tanto temía llegó recién a sus 22 años. “Según me dijeron, nací el 1 de marzo de 1967 en el Hospital San José, de Monte Grande. Mi madre biológica era muy joven y la obligaron a entregarme porque su familia no estaba de acuerdo con que tuviera una hija y la amenazaron con dejarla en la calle. Por eso su madre, es decir mi abuela biológica, hizo un convenio con una enfermera del hospital llamada Elda Cobos, que sigue viviendo en Monte Grande y no quiere decirme la verdad. Esta mujer fue la entregadora y la que le cobró a mis padres adoptivos por mí”, denuncia.

Lo peor del caso es que Elsa confirmó accidentalmente sus sospechas. “Me enteré cuando estaba trabajando porque una compañera me dijo: ‘¿Sabías que si no te hubiera adoptado Vargas (su padre adoptivo) te hubiera adoptado “La coca” (apodo de Cobos)?’”, cuenta. Esa compañera de trabajo resultó ser la pareja de un sobrino de la supuesta entregadora.

“Estoy muy enojada. No hay datos de mi madre ni de mi nacimiento. Nadie pudo darme respuestas nunca y hoy sigo luchando para saber quién soy y qué fue lo que ocurrió, respuestas que no tengo y que no me dejan dormir”, lamenta.



Enmendar los errores ajenos. Su historia parece de ficción. María de los Ángeles Ganduglia jamás pudo conocer a su madre biológica y tampoco pudo dar a luz ya que hace 12 años sufrió la pérdida de un embarazo por una mala praxis que derivó en la extirpación del útero.

Como una suerte de redención por lo hecho por sus padres adoptivos, la vida la encuentra ahora con una hija obtenida por vías legales. “Le dije la verdad desde siempre. Es su derecho y el de todas las personas”, afirma María de los Ángeles en diálogo con Info Región y cuenta que nació el 22 de junio de 1971 en el Sanatorio Mitre, de Avellaneda.

“Sé que es así por lo que me fueron contando mis padres adoptivos, pero en mi partida de nacimiento figura que fui concebida en la Clínica Modelo de Lanús”, advierte y asegura que, acorde a lo que le fueron contando con el pasar de los años, su madre adoptiva la fue a buscar dos horas después de haber nacido.

“Mi madre biológica tendría entre 25 y 26 años en ese entonces y habría tenido que darme porque mi padre biológico, que era médico, estaba por casarse con otra mujer. Parece ser que la hermana de mi padre biológico trabajaba en ese Sanatorio también”, cuenta Ganduglia.

“Tengo entendido que el médico que atendió el parto se llamaba Ibarra Puentes. No tengo muchos más datos que esos, pero necesito saber mis orígenes de alguna manera”, afirma la mujer.

Asimismo, manifiesta que aunque sus padres adoptivos le dieron “todo”, no pasó años felices. “Además, como el destino suele ensañarse con algunas personas, cuando quedé embarazada y, luego de 8 meses sin problemas, por una mala praxis perdí a mi beba María Belén y con ella la única posibilidad de ser madre biológica, ya que me sacaron el útero”, recuerda y se muestra orgullosa de haberle contado a su actual hija adoptiva sobre sus orígenes, en contraste a lo vivido por ella en su infancia.

“No soy quien para juzgar a nadie, por lo que mi madre biológica hizo o no; quizás ella también me esté buscando, pero eso no lo sé. Sólo sé que no quiso saber de qué sexo era el bebé que estaba entregando”, remarca.

Así, sin ánimos de venganza ni reproches, ellas buscan. Dicen que es lo único que les permite avanzar, impulsadas por una necesidad que sólo aquel que sufre su carencia entiende: saber quiénes son y de dónde vienen.