A primera vista… pero en la pantalla


"Lo curioso de esta forma de comunicación es que es más probable hablar de nada que de algo, pero sólo quería decir que para mí, toda esta nada ha significado más que muchos algo. Por eso, gracias”, decía Kathleen Kelly, el personaje interpretado por Meg Ryan en “Tienes un E-mail”. Estrenada en 1998, la película contaba la historia de dos personas que se enamoraban por medio de conversaciones vía correo electrónico. Y aunque el relato resultaba muy llamativo, sonaba muy poco realista para la época. ¿Quién diría que apenas 17 años después la realidad superaría a la ficción y ese film quedaría sepultado en el completo arcaísmo?

En menos de dos décadas, algo que parecía imposible pasó a formar parte de la cotidianeidad y hoy hasta se ha transformado en un negocio. En un lapso corto y agitado, donde la web ha sabido abrirse camino en la vida privada de las personas, se llegó desde aquellos primeros y simples sitios de chat con identidades anónimas que ofrecía la www, a las actuales aplicaciones para dispositivos móviles, que seleccionan pareja a gusto del usuario: distancia geográfica, edad, gustos en común y fotos disponibles para elegir.

Tinder, Happn, Grindr, Hot Or Not son hoy lugares ideales para el “levante”. No se trata de nombres de boliches bailables, sino de las más populares y sofisticadas apps entre quienes desean concretar citas con el fin que sea y con apenas tener un teléfono inteligente a mano. De hecho, Argentina es el segundo mercado en importancia para Tinder en la región, detrás de Brasil, según el sitio “Infotechnology”.

¿El éxito responde sólo a la fascinación que generan las nuevas tecnologías o tiene que ver con un cambio en el modo de relacionarnos?

Según Ana Wortman, socióloga especialista en consumos culturales, lo que cambia es “el modo de ponerse en conocimiento del otro, no la dificultad de encontrarse con ese otro”. “Formar pareja o vínculos no se mejora ni se empeora con estos dispositivos. Sólo habilitan a ponerse en contacto, pero de ahí a generar un proyecto hay una gran distancia”, aclara.

Lo cierto es que, en este afán del mercado tecnológico por facilitar todo tipo de actividad humana en las redes, las relaciones afectivas y/o carnales claramente no fueron dejadas de lado. Es por eso que estas plataformas están cada vez más arraigadas y, según los profesionales, esto también tiene que ver con características propias de la época: la pantalla borra la barrera de la timidez y fomenta la ley del menor esfuerzo.



La demanda. Tan sólo Tinder registró en Argentina más de 2,5 millones de matches (coincidencias entre personas que se gustan entre sí) en julio de este año. De acuerdo a los que analizan el fenómeno, el boom responde a “la facilidad de uso” que brindan estas herramientas y a que con ellas se puede lograr siempre el objetivo deseado “con menos exposición”.

El psicólogo y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) Ricardo Rubinstein señala que “todo lo relacionado a la web resulta muy a mano y facilitador”. “La cantidad de personas que se pueden llegar a conocer por esta vía es muy superior a la que la que se puede conocer yendo a un club de barrio o a un lugar determinado. Es más fácil y más múltiple”, analiza.

Y destaca la cantidad de “canales que hoy brinda la tecnología”. “Para muchas personas esto significa menos esfuerzo y exposición personal. Así se sienten más resguardadas”, indica.

Similar es la postura de Adriana Guraieb, también psicóloga miembro de APA, para quien las redes sociales de encuentros representan ventajas. “Las personas tímidas, por ejemplo, se animan a entablar primero un vínculo virtual y, si se sintieron aprobados en la imagen y en el diálogo que compartieron, van con más confianza y soltura al encuentro presencial y, si eso no sucedió, evitan un momento de angustia o simplemente no agradable”, reflexiona.

Para el consultor y capacitador en marketing online especializado en redes sociales Martín Fuchinecco, “el usuario promedio está saturado de información, por lo cual es clave que las aplicaciones mejoren sus algoritmos de cara a mostrar información cada vez más relevante en relación a los intereses y el círculo íntimo de cada persona”.

En ese marco, le bajó el tono al fenómeno. “Según estadísticas oficiales, el 42 por ciento de los usuarios de Tinder está en pareja, y la misma empresa sugiere que la finalidad no sólo es conocer a alguien para salir, sino también generar nuevas amistades entre personas que simplemente tengan gustos compatibles”, advierte.

Hasta pareciera una contrariedad que en épocas donde se alienta la híper comunicación, ésta sólo se dé si de por medio hay una pantalla. Nada de levantar el “tubo” o tocar el timbre. Hoy muchas veces el primer acercamiento es vía web.



Cambios en las relaciones humanas. En este contexto, surge el interrogante sobre si las relaciones humanas han sufrido cambios en base a la adquisición de nuevas costumbres en el mundo virtual o si, por el contrario, es el cambio que se ha manifestado en las sociedades pos modernas la que le ha allanado el camino a las nuevas tecnologías para mediar en nuestros vínculos más íntimos.

Fuchinecco opina que “las herramientas son las que se adaptan cada vez mejor a la vida cotidiana, y no al revés”. “Las aplicaciones con mayor éxito son aquellas que logran interpretar los hábitos y necesidades relacionadas a hechos cotidianos”, asegura.

En ese sentido, advierte que las personas conservan su círculo íntimo de familia o amigos “con una determinada dinámica, mientras que el entorno de compañeros de trabajo o conocidos se da con otra”. “WhatsApp, Facebook Messenger o Snapchat deberán saber leer dichas necesidades y ofrecer los recursos para replicar las diferentes dinámicas comunicacionales del día a día”, indica.

Wortman, por su parte, considera que los vínculos son siempre los mismos, pero lo que cambia es la posibilidad de trascender el “ámbito social cotidiano”. “Los encuentros entre hombres, mujeres y diversas identidades sexuales son siempre los mismos, lo que se modifica es la posibilidad de conocer gente que no forma parte del entorno cotidiano”, explica y añade que “a través de estas apps, las personas se vinculan con gente que está más allá de su círculo social, íntimo o laboral”.

Por el contrario, el escritor y psicólogo especialista en vínculos humanos Sergio Sinay se declara “tecno-escéptico” al respecto y opina que este fenómeno “no tiene nada que ver con el amor y con el encuentro”.

“Se llaman redes sociales y, particularmente, este tipo de redes más que socializar, insocializan. Hacen que la gente reemplace la búsqueda de un otro real por la de uno virtual y eso no ayuda a que las personas se encuentren, sino a que se aíslen, porque generan un tipo de relación sin cuerpo, sin presencia y sin mirada”, afirma Sinay.

En un punto de equilibrio, Guraieb sostiene que “las posibilidades son muy vastas”. “Lo único que facilita es la posibilidad de encontrar personas con más rapidez y frecuencia, después dependerá de la búsqueda y de la coincidencia,

si se da el amor, el sexo o la insignificancia y el olvido”, resalta.

Que las relaciones cambiaron nadie lo puede negar. A instancias del nuevo siglo ver a Meg Ryan y a Tom Hanks ruborizarse detrás de la pantalla era todo un descubrimiento. Hoy la conquista por esa vía resulta cada vez más natural y aunque es mucho lo que se gana -extroversión, masividad y comodidad- también puede ser mucho lo que se pierde de aquel galanteo en el que nada se interponía ante la real atracción de dos seres.