Francisco culminó su gira en África e insistió con el diálogo


Con su elección de ir a Uganda, Kenia y República Centroafricana, Francisco retomó uno de los conceptos que ha guiado su pontificado desde el primer día: dar relevancia a las periferias por sobre el centro.

Su viaje. Esta vez tuvo además un sentido particular: no fue sólo la visita, sino que además dio inicio anticipado al Año Santo abriendo la puerta de la catedral de Bangui, en República Centroafricana.

Se trató, como recordó el vaticanista Andrea Tornielli, de la primera vez que un Pontífice da inicio a un Jubileo fuera del Vaticano, en un acto en el que al mediodía argentino del domingo 29 el Papa aventuró que "el Año Santo llega temprano” a “una tierra que sufre de años de guerra, violencia y falta de paz”.

"En una tierra que sufre la guerra, el odio, la incomprensión, la falta de paz; en esta tierra sufriente, también están todos los países del mundo que están pasando por la cruz de la guerra. Bangui se convierte en la capital espiritual de la oración por la misericorida del Padre. Todos nosotros pidamos paz, misericordia, reconciliación, perdón. Para Bangui, para toda la Republica Centroafricana y para todo el mundo, los países que sufren la guerra pidamos la paz", graficó el papa Bergoglio.

Conciencia climática. Además, el Sumo Pontífice volvió a poner el tema del cambio climático en el eje de su discurso: a horas del comienzo de la cumbre ambiental COP21 en París, y ratificando su encíclica ambiental 'Laudato Si' como pilar de su pensamientos sobre una "ecología integral", el Pontífice destacó durante su paso por Kenia que sería “catastrófico” que no hubiera avances en el encuentro del que participarán más de 100 jefes de Estado.

"Dentro de pocos días comenzará en París un importante encuentro sobre el cambio climático, donde la comunidad internacional como tal, se enfrentará de nuevo a esta problemática. Sería triste y me atrevo a decir, hasta catastrófico, que los intereses particulares prevalezcan sobre el bien común y lleven a manipular la información para proteger sus proyectos", aseguró en su menaje en la sede de Naciones Unidas en Nairobi, hace unos días.

"Este patrimonio africano y de toda la humanidad sufre un constante riesgo de destrucción, causado por egoísmos humanos de todo tipo y por el abuso de situaciones de pobreza y exclusión", criticó.

Lucha contra la desigualdad global. Además, remarcó la incidencia que estas problemáticas a priori locales pueden tener sobre otros problemas globales, incluido el terrorismo. “El comercio ilegal de diamantes y piedras preciosas, de metales raros o de alto valor estratégico, de maderas y material biológico, y de productos animales, como el caso del tráfico de marfil y la consecuente matanza de elefantes, alimenta la inestabilidad política, el crimen organizado y el terrorismo", desafió.

La prédica por una “Iglesia abierta” que tanto demandó durante las audiencias generales del último semestre también estuvo presente durante sus mensajes en África, no sólo en relación con los millones de pobres del continente, sino de cara a la migración.

“Quisiera hacer un llamamiento a todas las parroquias y comunidades de Uganda, y del resto de África, para que no se olviden de los pobres. Aquí, en África del Este, Uganda ha mostrado una preocupación excepcional por acoger a los refugiados, para que puedan reconstruir sus vidas con seguridad y con el sentido de la dignidad que proporciona el ganarse el sustento mediante un trabajo honrado", aseguró en ese país sobre uno de los grandes ejes que atraviesa la política europea y mundial en 2015.

Cristianos y musulmanes, unidos. Por último, no dejó de lado otra de las grandes dimensiones de su pontificado, con su permanente apuesta por un diálogo interreligioso y ecuménico, y en su arribo a República Centroafricana, la etapa más peligrosa de su gira africana por la violencia interreligiosa en ese país, Francisco llamó a cristianos y musulmanes a reconciliarse para poner fin al conflicto que mantienen desde hace dos años.

“Vengo a esta tierra por primera vez como peregrino de la paz y apóstol de la esperanza”, dijo el papa después de que su avión aterrizara en el aeropuerto de Bangui, donde aseguró que "el diálogo ecuménico e interreligioso no es un lujo. No es algo añadido o fundamental; algo que nuestro mundo, herido por conflictos y divisiones, necesita cada vez más".

Además, tal como había pedido en su última audiencia en Plaza San Pedro, rechazó el uso de Dios para justificar cualquier tipo de violencia, con un sentido pacifista y ecuménico a la vez.

"Su santo nombre no debe ser usado jamás para justificar el odio y la violencia. Con demasiada frecuencia se radicaliza a los jóvenes en nombre de la religión para sembrar la discordia y el miedo, y para desgarrar el tejido de nuestras sociedades", expresó en la última escala de su viaje, en línea con la calificación de “blasfemia” que había usado tras los atentados de París del 13 de noviembre.

"Juntos digamos 'no' al odio, a la venganza, a la violencia, en particular a la que se comete en nombre de una religión o de Dios. Dios es paz, salam (paz en árabe)", afirmó el pontífice tras mantener un encuentro con la comunidad musulmana en la mezquita.