La historia de un hombre que militó por una causa que le salvó la vida


“Si uno se anima, la vida devuelve. Hay que animarse a ser generoso con los demás”, le dice Jorge Rodríguez Kissner a Info Región. Tiene 55 años, pero contabiliza apenas siete y un puñado de meses desde aquel 4 de enero de 2009 en que volvió a nacer. Por ese entonces, su nombre era portada de todos los diarios.

“Yo siempre estuve a favor de la donación de órganos, de sangre y células madre. Toda mi vida he hecho movidas por esto. En aquel momento tenías que tener una libreta de donante y yo la tramité en el INCUCAI en 1984. Tengo todavía el carnecito avejentado de aquella época. Tenía 23 años y era estudiante avanzado de medicina”, recuerda.

Jorge era un tipo sano. Así se define. Fuerte, laburador. Ginecólogo y obstetra que se desempeñaba como jefe de planta en el hospital Evita Pueblo de Berazategui, distrito en el que vive. Estaba en el pico de su vida, según asegura, cuando una miocarditis auto inmune lo puso al borde de la muerte.

“A mis 47 años estaba en el pico de mi carrera y de mi vida. Ya había saldado todas las hipotecas (sonríe) y podía estar tranquilo. Y ahí ocurrió”, cuenta. Y, aunque manifiesta una obviedad, en su boca suena distinto, producto de las ironías de la vida: “Me transformé en donante porque siempre creí en las causas solidarias. Pero uno cuando se decide no piensa en morir tempranamente ni nada, lo que hace es solidariamente ofrecerse a su sociedad”.

Lo cierto es que, apenas 25 años después de tramitar ese carnet, sería él quien necesitaría de la generosidad de otra persona y, sobre todo de otra familia, para poder seguir adelante. “Después de haberme transformado en donante resultó que el que estaba en estado de emergencia nacional y conectado a un corazón artificial, a una centrifuga, era yo. Y fue otro chico del Conurbano y su familia los que también pensaron en la solidaridad de donar los órganos y permitieron que yo sobreviviese”, evoca.

Hoy la vida de Jorge es más tranquila en cuanto a lo laboral, pero sigue fuertemente vinculado a la medicina, como educador en residencias de ginecología y, sobre todo, concientizador en su municipio, donde da charlas en escuelas secundarias sobre la importancia de la donación.

“Hago lo mío en consultorio, pero mi función más importante hoy es concientizar. Los pibes están muy atentos y les interesa. Siento que estoy sembrando a futuro. Educando a los chicos colaboro con un cambio, pero que no será inmediato. Ahora hay que informar y formar de forma masiva y permanente. No se cambia de la noche a la mañana”, considera.

Esas cosas de la vida. “Yo era el donante y esto podría haber sido al revés”, resalta Kissner y pide a la ciudadanía “tomar conciencia”. “Si todos fuésemos generosos, no habría listas de espera ni gente que muere en esas listas. Muertes que son evitables e intolerables”, sostiene.

Jorge es un militante de la vida. Y lo era con todas las letras ya en su juventud, cuando pugnaba por una causa sin jamás imaginar que él sería, algún día de su vida, centro de la misma.

“La gente debe tomar conciencia de que cualquiera puede estar en lista de espera por un trasplante y, como se dice siempre, sin donantes no hay trasplantes. Estamos bastante limitados en eso, en abrirnos un poco hacia los demás. Debería haber más donantes de sangre en los hospitales, donantes periódicos. Es necesario acercarse al hospital tres o cuatro veces al año en forma solidaria y anónima y no para alguien en especial”, resalta.

Y asegura: “Jamás uno piensa ser donante o ser trasplantado”. “Yo era completamente sano, un tipo fuerte, trabajador, incansable. Tuve una miocarditis auto inmune. De la noche a la mañana se disparó mi sistema inmune y destruyó mi corazón. La única forma de sobrevivir era con un trasplante con inmunosupresión”, recuerda.

Jorge estuvo en urgencia nacional a fines de 2008 y luego en emergencia nacional por quince días, cuando sobrevivió conectado a una bomba centrífuga. El milagro ocurrió el 4 de enero gracias a uno de los tantos héroes anónimos, como él menciona, que se animan a ser donantes presuntos.

“En este día sólo puedo honrar a nuestros héroes solidarios y anónimos porque sin ellos muchas personas no estaríamos en este mundo. Nos dan una oportunidad, o bien de mejorar la calidad de vida o de sobrevivir. Gloria eterna a nuestros héroes donantes”, destaca.

Cintia Vespasiani