Borges y su obsesión por su querida Adrogué


“El tren paró en una silenciosa estación de cargas. Lönnrot bajó. Era una de esas tardes desiertas que parecen amaneceres. El aire de la turbia llanura era húmedo y frío. Lönnrot echó a andar por el campo. Vio perros, vio un furgón en una vía muerta, vio el horizonte, vio un caballo plateado que bebía agua crapulosa de un charco. Oscurecía cuando vio el mirador rectangular de la quinta de Triste-le-Roy, casi tan alto como los negros eucaliptos que lo rodeaban.(…) Lönnrot avanzó entre los eucaliptos, pisando confundidas generaciones de rotas hojas rígidas. Vista de cerca, la casa de la quinta de Triste-le-Roy abundaba en inútiles simetrías y en repeticiones maniáticas: una Diana glacial en un nicho lóbrego correspondía en un segundo nicho otra Diana; un balcón se reflejaba en otro balcón; dobles escalinatas se abrían en doble balaustrada (…)

Su pluma era espléndida y en estas líneas da cuenta de que los lugares que lo inspiraban también. Uno de ellos, quizás el más querido, fue su laberíntica y misteriosa Adrogué. La silenciosa estación de cargas, la quinta de Triste Le Roy en alusión al maravilloso hotel La Delicia en el que pasaba sus veranos, con la inconfundible Diana Cazadora con la que tantas veces se fotografió y hoy sigue bella y estoica en su ciudad, esa que con el olor de sus eucaliptus, sus diagonales y sus esquinas sin ochava hoy lo añoran, un 14 de junio otoñal en el que se cumplen 30 años de su desaparición física.

Porque Jorge Luis Borges, en sus relatos, era un trozo de Adrogué. Con su pluma, hizo que la ciudad estuviera presente en gran cantidad de obras. Por eso es que la ciudad lo recuerda, con su querida Diana que sigue viva, con la casa que habitara en Diagonal Brown al 300 intacta y hoy convertida en museo, en las mesas de un reconocido almacén de Ramos Generales donde todavía se lo puede imaginar soñando con sus ojos ciegos y con un hotel La Delicia que ya no está, pero que guardó sus veranos más importantes, inclusive aquel en el cual casi se quita la vida.

“Al recorrer toda su obra pueden encontrarse incontables guiños que refieren a Adrogué, desde sus eucaliptus a sus calles”, resalta a este medio la directora de Patrimonio y Turismo cultural del distrito, Daniela Bambill, y evoca a “Isidro Parodi”, un personaje que se asoma en varios cuentos del literato y que, en verdad, “era un peluquero de la calle Macías”.

El distrito, como no podía ser de otra manera, ofrecerá durante todo el mes actividades relacionadas al autor, entre ellas el homenaje que se realizó el sábado en Casa Borges, donde se inauguró un mural en alusión a los laberintos, una temática recurrente en su obra.

“Borges es un personaje absolutamente controvertido en la historia nacional y la literatura y nosotros lo que hacemos es prescindir de esta cuestión y quedarnos con el amor de Borges a la literatura y a Adrogué, por eso la casa Borges la transformamos en un espacio donde la literatura vive”, resaltó la funcionaria, quien destacó que el célebre autor “es parte del patrimonio cultural de Almirante Brown”.



A la izq. Borges junto a La Diana Cazadora, a la der junto a su madre Leonor y su hermana Norah

Es que si hay algo que caracterizó a Borges fue su fascinación por el Sur y sus personajes. Además de la Quinta de Triste Le Roy a la que hace referencia en el extracto citado más arriba, perteneciente a su cuento “La muerte y la brújula”, también hay rastros del hotel La Delicia en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, incluido en su libro "Ficciones”.

En este último, Borges inventa una original enciclopedia que revela con detalles un país imaginario. El cuento no sólo fue escrito en alguna de las alcobas del mentado Hotel, otrora ubicado en lo que hoy es la Casa de la Cultura, en cuyos fondos hoy sigue viva la estatua de La Diana Cazadora, sino que también menciona en ese escrito a un personaje que “persiste en el hotel de Adrogué, entre las efusivas madreselvas y en el fondo ilusorio de los espejos”.

Lo llama Herbert Ashe, pero en realidad se refiere a otro de los tantos personajes del Sur que eligió para citar en sus líneas: Mr. William Foy, un huésped de La Delicia que era ingeniero de los ferrocarriles del Sur.


Pero su figura, a la que recuerda “en el corredor del hotel, con un libro de matemáticas en la mano”, no es la única que lo inspiró en sus relatos. Borges siempre se dejó atrapar por las oscuras orillas de los cuchilleros, por las historias de malevaje, de crímenes irresueltos, de guitarras rasgadas, aquellas por las que también en el sur conoció el tango y la milonga.

“Traiga cuentos la guitarra de cuando el fierro brillaba, cuentos de truco y de taba, de cuadreras y de copas, cuentos de la Costa Brava y el Camino de las Tropas”, comienza “Milonga de los hermanos”, inspirada en los hermanos Iberra, que vivían a metros del Puente Viejo que cruza las vías del ferrocarril a la altura del entonces llamado Camino de Las Tropas, hoy conocida como Avenida Frías, y que se mantiene igual que en aquellos días.

“Borges descubrió muchas de sus historias en el Sur. Solía hacerle bromas a su amiga Victoria Ocampo, que vivía en la zona Norte ya que residía en San Isidro. Borges le decía ‘las cosas más importantes suceden en el Sur’”, cuenta a Info Región Florentino Ferreyra, vecino de Adrogué e investigador del tango.

Pero, además, Adrogué también fue escenario de sus más profundas tristezas, desde el desengaño de un amor no correspondido que lo llevó a un fallido intento de suicidio en el hotel La Delicia (ver nota vinculada) hasta la elección de un almacén que visitaba a menudo en la zona para la escritura de su último cuento antes de quedar ciego: El Sur.

“El almacén, alguna vez, había sido punzó, pero los años habían mitigado para su bien ese color violento”, describe la escenografía en la que ocurren los acontecimientos y muestra su maestría para no perder detalles, aún a instancias de su incipiente ceguera, de ese almacén antiguo que cita en el cuento. Se trata del Almacén de Ramos Generales Santa Rita, ubicado en la esquina de Quintana y De la Peña, adonde aún hoy permanece en pie.

“Esa esquina de Adrogué mantiene el mismo estilo, aquel que Borges elegía para ir a escribir”, resalta Ferreyra. De fondo, la barra con la bacha de la pileta incluida y la ventana por la que se perdía su mirada, tramando historias de duelos y malevos.

Cintia Vespasiani