A 42 años de la muerte de Perón


Su desaparición física significó la pérdida del líder que había vuelto al país para unir a los argentinos, luego de casi dos décadas de desencuentros; el conductor que supo aprender de la historia y sabía que no podía cometer antiguos errores.

Perón regresó de su exilio en España sabiendo que la tarea que tenía por delante era enorme y estaba convencido de que el desafío no lo podía enfrentar solo con los peronistas, de modo que convocó al conjunto de los argentinos.

El 12 de octubre de 1973, desde la Casa Rosada en el día que asumía su tercera presidencia, Perón exhortó a los argentinos a poner “toda nuestra actividad al servicio de la reconstrucción de nuestra Patria” y luego resaltó: “Cada uno de nosotros tendremos en el futuro una parte de responsabilidad si estas tareas no se realizan. Yo y el gobierno hemos de poner todo nuestro empeño, pero necesitamos que el pueblo ponga el suyo, porque nadie hoy puede gobernar el mundo sin el concurso organizado de los pueblos”.

De allí en más el General comenzó a hacer como presidente lo que hasta ese momento pregonaba como dirigente: tratar de encauzar al país en un acuerdo político con las fuerzas representativas de la democracia y en un pacto social entre trabajadores, empresarios y estado.

Su enorme esfuerzo no alcanzó para superar las divisiones, los desencuentros y las mezquindades de muchos que no entendieron la trascendencia del llamamiento del viejo estadista. Aquella frustración luego derivaría en la profundización de la crisis para terminar en el golpe militar más cruel y despótico.

Ricardo Balbín fue el encargado de despedir en nombre de los partidos políticos al presidente y pronunció un recordado discurso en el Congreso Nacional, un lluvioso 4 de julio, en lo que quizá fue el punto más alto de los funerales del jefe de estado. Allí el líder de la UCR, recordó que luego de muchos desencuentros, Perón y él habían depuesto ambiciones personales en aras de la República.

“Ese diálogo amable que me honró, me permitió saber que él sabía que venía a morir a la Argentina, y antes de hacerlo me dijo: 'Quiero dejar por sobre todo el pasado, este nuevo símbolo integral de decir definitivamente, para los tiempos que vienen, que quedaron atrás las divergencias para comprender el mensaje nuevo de la paz de los argentinos, del encuentro en las realizaciones, de la convivencia en la discrepancia útil, pero todos enarbolando con fuerza y con vigor el sentido profundo de una Argentina postergada’”, sostuvo Balbín frente al féretro de Perón.

Aquel mensaje todavía resuena a lo largo y ancho del territorio nacional y es la gran cuenta pendiente para hacer de nuestra Patria el gran país que soñaron quienes nos precedieron.

Y a los peronistas además nos compromete el legado con el cual debemos aportar a esa justa causa nacional: el justicialismo no es un hombre ni una mujer, es una doctrina; es una nueva filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista.

Por Antonio Arcuri.

Ex Secretario Legal y Técnico de la Presidencia de la Nación y ex integrante del Consejo Nacional Justicialista.