Cómo se vivió el 24 de marzo en los Gobiernos locales


A las seis de la mañana de ese ennegrecido 24 de marzo de 1976 Julio Busteros, en ese momento intendente de Almirante Brown, ya había sido “chupado”. Lo habían ido a buscar a su casa. A las nueve, apenas tres horas después, el Palacio municipal de Lomas de Zamora ya estaba tomado por los mandos militares, por lo que todo el Gabinete, incluido el por entonces intendente Eduardo Duhalde, debió abandonar el edificio. En Echeverría, el Golpe no se sintió ese mismo día, al menos en la Municipalidad, donde el por entonces jefe municipal Oscar Blanco permaneció en su cargo hasta la llegada del comodoro Juan Carlos Favergiotti, unos días después.

En la región, como en todos los puntos del país, se la palpitaba. Se hablaba, en clave “Garcíamarqueña”, de una especie de “Crónica de una muerte anunciada”. Y aunque en el ámbito político, según cuentan a Info Región, no los sorprendió que la voz del locutor salteño Juan Mentesana infundiera en cadena nacional la llegada de las Fuerzas Armadas al poder, todos reconocen que no imaginaban su terrible magnitud.

Es que desde esa medianoche, el temor ya latente por las primeras desapariciones se corporizó. Y los uniformes oliva tiñeron de verde guerra, porque así la quisieron justificar aquellos que hablaban de un “proceso de reorganización”, a nuestras ciudades. Las Comunas fueron las primeras en sentir el horror. Es por eso que Info Región reunió el relato de aquellos que vieron de cerca como su casa municipal era invadida por el espanto.

Ayer, hace 41 años. “A partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento de todas las disposiciones y directivas que emanen de la autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones”.

La voz de Mentesana sonó dura e inclemente esa madrugada, mientras que las patrullas militares, ya en las calles, lo ocupaban todo. También aquí en la región, donde las masacres y el derramamiento de sangre se llevaron a miles, mientras los centros clandestinos de detención se camuflaban en el paisaje urbano, escondidos como fieras detrás de sedes o departamentos policiales. La sombra tiñó escuelas, fábricas, bibliotecas y cualquier institución en la que se alentaran valores que no comulgaran con las políticas dictatoriales.

Las Comunas fueron las primeras en verse sacudidas por el temblor de la que sería la dictadura cívico militar más sangrienta de la historia argentina. Aquí el relato de quienes fueron testigos del horror.

Brown amaneció sin intendente. Julio Busteros fue uno de los primeros, en la región, en escuchar los golpes y las patadas en la puerta de su hogar. Era aún de madrugada cuando el entonces intendente de Almirante Brown les vio las caras a los uniformados que lo secuestraron.

Le cuenta a Info Región que en el distrito “era vox populi que se venía el golpe de Estado producto de errores conceptuales y metodológicos del Gobierno constitucional”, pero admite que no imaginaba ni por asomo el horror que sobrevino después.

“Días antes, un senador radical del distrito se acercó a mi despacho para comentarme que el 24 sería el día y así fue. Me dijo ‘Julio prepara todo’. Pero yo no le di bola y el 24 iba a venir a trabajar como todos los días. Pero no tuve esa suerte porque en la madrugada me vinieron a visitar los mandos que respondían al coronel Federico Minicucci, a cargo del Regimiento 3 de La Tablada”, relata.

El entonces desvelado Jefe comunal fue el primer testigo de Almirante Brown sitiada. “Me patearon la puerta de casa, me pusieron en un jeep y me llevaron hasta la puerta de la intendencia, en Rosales 1312, a eso de las tres de la mañana. Me pedían la llave del despacho. Luego me trasladaron a la comisaría de Monte Grande, donde estuve entre ocho y diez días”, cuenta.



Busteros fue declarado ayer ciudadano ilustre en una sesión especial en Almirante Brown.



Según le dice a Info Región, “la cosa se veía venir”. “Toda la vida fui militante del peronismo y ya me había atacado dos veces la Triple A, en el ‘75 y en enero del 76”, sostiene. Busteros fue el único intendente de la zona en ser detenido por los militares. Fue su compañero de gestión Carlos Olivera, que entonces se desempeñaba como Secretario de Bienestar Social, el encargado de presentar su renuncia. “Él ya la tenía armada para poder presentarla, no ante los militares, sino ante el Gobierno constitucional”, recuerda.

Es que Carlos fue uno de los primeros en enterarse de la desaparición de Julio. “Su mujer vino a casa alrededor de las 6 de la mañana a avisarnos que lo habían levantado. Los días que siguieron fueron muy traumáticos”, confiesa.

Ese mismo 24, sostiene Carlos, los compañeros que desempeñaban cargos en la gestión se encontraron en un bar que funcionaba frente a la estación de Adrogué, donde ahora se erige una farmacia. “Nos juntamos a llorar nuestra tristeza. Porque lo veníamos olfateando, pero no creíamos que sería tan contundente”, resalta.

Pero antes sucedieron otras cosas. Uno por uno los funcionarios llegaron al edificio de Rosales a presentar su renuncia. Es que las oficinas se encontraban intervenidas, y de acuerdo al relato de Olivera, los camiones del Ejército rodeaban el Palacio municipal. “A mi área vino un teniente coronel y me pidió el inventario para hacerse cargo. De intendente asumió el que era secretario de Obras públicas, Estrada, que en realidad se auto tituló por ser el de mayor jerarquía intelectual, porque era arquitecto, aunque él debería haberse ido con todos nosotros”, sostiene.

Como sea, no duró al frente. Enseguida ocupó el lugar que, constitucionalmente, le correspondía a Busteros el teniente coronel Carenzo Alfaro. “Con Julio -rememora Olivera- nos encontramos ocho o diez días después. En llanto. Estábamos sin rumbo.”

Palacio tomado. A la municipalidad lomense, ese 24 los funcionarios llegaron más temprano que nunca. Se imaginaban, tras la cadena nacional que invadió el éter radiofónico con la inconfundible marcha militar, que las cosas cambiarían.

Norberto Candaosa, que es historiador local y por esos años era director de Rentas del Municipio, le relata a Info Región la espesa y pesada espera en el despacho del por esas horas intendente, Eduardo Duhalde. “Fui a trabajar más temprano ese mismo día, sabiendo que había un golpe. Cuando llegue a la municipalidad, a primera hora hubo una reunión de gabinete con el intendente Duhalde y algunos otros directores presentes y secretarios”, relata.

El resto fue triste expectativa. “Básicamente estábamos en el despacho esperando a que se ejecutara el golpe en Lomas. A que llegaran las fuerzas armadas. Y así fue. A las dos horas llegó un capitán con algunos soldados que tomaron la municipalidad. Subieron al segundo piso, al despacho de Duhalde, y convocaron a los funcionarios presentes, que eran jefes de departamento, de división, subdirectores, secretarios y subsecretarios”, relata. El mensaje fue breve y claro: “Nos dijo que era un golpe y que él quedaría a cargo de la municipalidad. Nos pidió que nos retiráramos”.

A las 9 de la mañana, el Palacio Comunal, sobre Manuel Castro al 200, ya estaba en manos de las Fuerzas. El capitán que plantó falsa bandera fue reemplazado al día siguiente por un teniente coronel de artillería que estaba en actividad, llamado Reinaldo de Giorgi, según detalla Candaosa.

“Aunque el capitán nos había dicho que estábamos todos cesantes. Al otro día a la mañana nos presentamos todos. No nos dejaban entrar por la puerta principal y nos metimos por el playón de Sáenz, donde funciona el estacionamiento”, señala.

El coronel de Giorgi no se presentó ante ellos como comisionado o interventor, sino como intendente municipal, rememora el historiador. “Estuvo un mes a cargo y después llego el coronel retirado Carlos Daniel García, que se quedó largo tiempo”, cuenta.

No se olvidaron. En Esteban Echeverría, el 24 de marzo transcurrió como un “día normal”. Entre comillas porque, al igual que en el resto del conurbano y el país, el miedo se adueñó de todos, aunque allí los militares no llegaron en el día señalado, sino unos cuantos después. Una vez que se hicieron presentes, hicieron estragos.

“Cuando se produjo el golpe, el entonces intendente de Esteban Echeverría, Oscar Blanco, se quedó unas semanas más en el cargo porque en principio los militares no se hicieron presentes en Monte Grande”, le cuenta a Info Región el historiador Rubén Rotger Campomar.

En el distrito no hubo por esos días ni siquiera guardia militar. Pero si, por asomo, a alguien se le podría haber ocurrido la remota posibilidad de un olvido, a los pocos días esa idea quedó descartada con la llegada del comodoro Juan Carlos Favergiotti al municipio de la ciudad de los árboles.

“El intendente se tuvo que ir, pero lo dieron de baja nada más”, cuenta Campomar y asegura que las nuevas autoridades impuestas lo contactaron a los pocos días de llegar al distrito. “Fui convocado por esta gente sin tener ningún tipo de inclinación hacia ellos. Querían saber dónde quedaba por ejemplo la plaza Mitre, cuando la tenían enfrente de las narices. No sabían nada de Monte Grande. Tuve que acercarme, por la fuerza, para darles una especie de guía histórica y geográfica de Esteban Echeverría. El comodoro quería que lo orientara porque no conocía ni la calle principal”, destaca.

Más tarde llegaría, como en todos lados, el horror. La comisión de trabajadores desaparecidos de la química Mebomar y otros tantos decenas de miles que fueron víctimas de un plan sistemático de desaparición y exterminio contra todo el pueblo argentino.

Cintia Vespasiani