“En Olavarría hubo más zapatillas y podría haber sido un Cromañón”


En el último recital del Indio Solari en Olavarría fallecieron dos personas y una veintena debió ser hospitalizada. Este lunes el Concejo Deliberante local interpeló al intendente local, Ezequiel Galli y, hace quince días, la Justicia imputó a los hermanos Peuscovich, productores del show del ex líder de Los Redondos y, vale recordar, también del trágico concierto de La Renga en el que falleció Miguel Ramírez, herido por una bengala náutica que nadie entiende cómo ingreso al autódromo Roberto Mouras.

Bengalas, ausencia de cacheos, acceso irrestricto, irresponsabilidad, desidia en la falta de control, pocas, nulas o inoperantes salidas de emergencia, y ambición. Mucha recaudación en una sola noche. El combo fue letal en Cromañón y podría haberlo sido también el 11 de marzo en Olavarría, según sostiene Nilda Gómez, mamá de Mariano Benítez, uno de los 194 masacrados en Once.

De hecho lo fue para las familias de Juan Bulacio (42) y Javier León (36), fallecidos durante el show. “Cuando al otro día del recital mostraban las imágenes, se veía el desastre. Había más zapatillas tiradas que en Cromañón porque hubo más de 300 mil personas. Esta sensación de irse sin las zapatillas en Cromañón fue muerte. Aquí por suerte no, salvo en el caso de Juan y Javier, pero realmente el desastre pudo haber sido mucho más grave, pudo haber sido un Cromañón”, resalta Nilda, que tras la muerte de Mariano se recibió de abogada para luchar por la causa.

Como titular de Familias por la Vida, ONG que agrupa a padres y sobrevivientes de la masacre de Once, una de sus conquistas fue el decreto 391/05 que establece la inclusión en el calendario escolar de actividades conmemorativas y de concientización en torno a la tragedia que le arrebató a su hijo.

“En la Provincia el decreto se sancionó muy rápidamente, en 2005. Se eligió el 30 de marzo porque fue el primer 30 en el que los chicos se encontraron por primera vez en las escuelas después del 30 de diciembre. Es la fecha en la que se habló por primera vez de lo que había pasado, de las causas y las consecuencias. Fue muy duro porque ese año muchos chicos que llegaban a las aulas se encontraban con bancos vacíos, sin sus compañeros”, evoca.

El decreto incorpora a la currícula escolar “acciones educativas destinadas a fortalecer una cultura y una educación basadas en la protección y el respeto por la vida", según sostiene la normativa.

Lo cierto es que a 12 años de su sanción aún no hay muestras cabales de que la educación haya espantado a la desidia. “Lo que sucedió en Olavarría marca una falta de respeto y de cuidado por la vida, una desolación. La seguridad humana no se dio en absoluto. Es muy doloroso comprender como a doce años, ya transitando el décimo tercer año de la masacre de Cromañón, se sigan repitiendo situaciones tan similares. Esto te lleva a pensar que ahí no pasó nada más porque Dios es grande, no porque los empresarios hayan hecho lo posible para que nada saliera mal ni porque los funcionarios trabajaran para que esto no suceda”, señala Nilda.

Y atribuye lo sucedido a la “ambición de los empresarios” y la “desidia de los que tienen que controlar”. “Acá hay dos elementos que se vuelven a encontrar: la parte del empresariado, que sigue siendo ambicioso, codicioso, que pondera la necesidad de lucro por sobre el cuidado de la vida. Y la pata de los funcionarios que no miden las consecuencias terribles de sus actos. Esas dos patas se vuelven a encontrar en los recitales, sobre todo en lo que se vio en Olavarría, aunque también en Time Warp, en Beara, en el recital de La Renga”, enumera.

Pero aunque el monstruo de la industria es grande y los millones parecen pesar más que la vida, desde “Familias por la Vida” no se dan por vencidos y este jueves recorrerán las escuelas para seguir concientizando a los alumnos de todos los niveles.

“Si todas las escuelas se tomaran esta hora de clase cada 30 de marzo para reflexionar acerca de las causas y las consecuencias de la masacre de Cromañón, que a los chicos les interesa, esto podría cambiar”, sostiene Nilda.

Y piensa en voz alta: “Si a Iván Fontán (condenado por arrojar la bengala que mató a Ramírez en el show de La Renga) durante los cinco años que estuvo en secundaria le hubieran explicado que en Cromañón la bengala mató, que los empresarios mataron, que los funcionarios mataron, estoy segura de que este chico no se hubiera llevado una bengala náutica al recital. Hubiera aprendido y reflexionado”.

Cintia Vespasiani