Otra tragedia en Santa Catalina


El trágico final de Anahí Benitez, cuyo cuerpo inerte y desnudo apareció este viernes en Santa Catalina, tiene una dimensión central que es el drama del abuso de menores y el femicidio, una tragedia que golpea con una frecuencia aterradora a nuestra sociedad.

Cualquier persona que tenga a una joven adolescente en el círculo primario de los afectos conoce de la angustia que genera la más pequeña incertidumbre sobre su paradero, aunque dure unos escasos minutos. Ese es el resultado de la habitualidad con la que las noticias nos golpean con tragedias como esta.

La historia trágica de Anahí comienza el sábado 29 de julio con las primeras sombras de la noche, cuando no vuelve a su casa en Parque Barón luego de lo que iba a ser una corta caminata por el Parque Municipal.

Algunos vecinos dicen que se subió a un auto en la puerta de su casa, y las miradas apuntan a un profesor citado en escritos íntimos de Anahí, una chica sensible e introspectiva a la que se les daban bien las artes plásticas.

Al parecer, la joven nunca llegó al Parque de Lomas. Sus últimas horas se investigan dentro de ese amplio espacio verde que se denomina Reserva Natural de Santa Catalina, donde se encendió por última vez su teléfono celular, según saben los investigadores.

Los datos fríos de los primeros exámenes forenses cuentan que Anahí falleció entre la mañana del miércoles y la del jueves. Si la información es cierta, hay una ventana de aproximadamente cuatro días en los que permaneció con vida, presuntamente a merced de su captor. De ahí que en las últimas horas las miradas de los investigadores se hayan ampliado desde el docente sospechado a un casero que habita en el interior de la reserva, al que evalúan como posible cómplice del destino trágico de la joven.

Arroz comió por última vez Anahí según la autopsia. Restos de arroz había en la cocina del casero sospechado. Es poco, pero junto a otros indicios a la policía le alcanza por ahora para pensar que Santa Catalina fue el escenario del cautiverio y la muerte de Anahí.

Santa Catalina tiene una historia trágica, y esta es otra dimensión del problema. Son más de 700 hectáreas cuya propiedad comparten la Universidad Nacional de La Plata, la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, la Municipalidad de Lomas de Zamora, y algunos privados, como la empresa Covelia.

Parte de su superficie es preservada como reserva natural de uso público, pero la falta de una política activa de delimitación y control de sus accesos, así como de un plan de uso ha tornado ese hermoso humedal y bosque originario en una zona siniestra de la ciudad.

El jueves, mientras buscaban a Anahí en un espectacular rastrillaje policial, de casualidad fue avistado un cadáver a medio flotar en una zanja. Se trata de un hombre de unos 50 años que aún no fue identificado. El 29 de julio de 2005 en la misma zona aparecieron los restos de Elizabeth Festenese, una joven de 19 años que había desaparecido diez meses antes. La descomposición del cuerpo complicó la investigación criminal, que aún no tiene detenidos, pero se pudo establecer que fue una muerte violenta. El viernes 9 de mayo de 2008 otros dos cuerpos fueron hallados menos de un kilómetro de distancia, en hechos que no tenían relación entre sí. Uno sobre Juan XXIII, otro sobre Garibaldi.

En el interior de Santa Catalina hay una estación de tren, un tambo, plantaciones que pertenecen a las Facultades de Ciencias Agrarias de Lomas y de La Plata. Hay hectáreas de bosques, de laguna, de sembradíos y pastizales, que en ocasiones son usados por los vecinos para realizar actividades recreativas. Pero justamente esa superposición de jurisdicciones y de usos -privados y públicos- es lo que complejiza el control de acceso y la seguridad del lugar.

Al menos en su sector público, Santa Catalina requiere una política de manejo activa que abra el uso a la comunidad y planifique un empleo positivo del espacio libre, para que no se convierta en una región intransitable en la que el crimen encuentre un espacio propicio de oscuridad.

Durante la madrugada del sábado, fueron detenidos el docente sospechado y el hombre que vive en el interior de la Reserva, el último recuperó la libertad, pero sigue investigado en la causa.

La tragedia de Anahí ya no tiene solución, sólo se puede aspirar a que haya justicia.

Las tragedias no consumadas aún sobre otras jóvenes sí, por el momento, tienen solución, y eso está en manos de todos.