El 17 de Octubre como basamento de los derechos sociales


Por Antonio Arcuri

Como lo describiera Scalabrini Ortiz, “el subsuelo de la Patria sublevada” se transformaba en sujeto activo de una causa que una vez en el gobierno, de la mano de su líder, llevaría adelante una formidable reforma que amplió los derechos sociales, económicos y culturales como nunca antes.

Aquel 17 de octubre de 1945 los trabajadores dijeron presente en la escena política nacional, logrando el protagonismo necesario para establecer una de las épocas más fructíferas del país. Ya nadie discute la trascendencia histórica de la fecha, que no solo forma parte del acervo del peronismo, sino de la cultura argentina.

El tres veces presidente de los argentinos descansa en suelo sanvicentino, con el esfuerzo de muchos compañeros que interpretaron sus últimas palabras. El museo lleva el nombre emblemático de aquel 17 de octubre, que conforma una conjunción de valores innatos al sentir peronista, y que Perón dejo como huella imborrable para continuar transmitiendo, la lucha constante por un país mejor y con más derechos.

Desde aquel ya lejano 1945 mucha agua ha corrido bajo el puente en la vida política de la Argentina. Hemos vivido de todo: períodos de oscuridad y persecución; de desapariciones y muertes; de crisis económica y empobrecimiento; pero también de esperanza y despertar democrático; de imperio de la Constitución y de las leyes; y de crecimiento y prosperidad.

En todos ellos, con aciertos y errores, el peronismo ha sido protagonista, a veces en el gobierno, otras en la oposición y también proscripto y en la resistencia.

Hoy el Movimiento que diera a luz el 17 de Octubre de 1945 tiene nuevos desafíos, porque aunque su razón de ser esté intacta necesita renovar su visión de la Argentina y el mundo para reconstruirse como alternativa de poder, en un sistema democrático que requiere de alternancias y opciones políticas.

El Peronismo se enfrenta al gran desafío de reorganizarse y ofrecer una vía institucional a todas las expresiones políticas que se sientan contenidas por las ideas fundantes de Juan Domingo Perón.

No se trata de amontonar dirigentes, sino de encontrar los caminos para que el justicialismo encuentre un cauce de expresión de todas sus vertientes, en el marco de la vida democrática para ofrecerse como posibilidad de gobierno en una Argentina que necesita imperiosamente recomponer sus partidos políticos, como herramientas indispensables del sistema democrático.

El mejor homenaje que se le puede ofrecer a la gloriosa jornada que el pueblo protagonizó 72 años atrás es ayudar a que el Justicialismo vuelva a ser una opción creíble para los argentinos y ello sólo podrá ocurrir si es capaz de organizarse institucionalmente para dejar de depender de hombres o mujeres providenciales.