Francisco pidió que le envíen una agenda vieja y unos zapatos gastados




Durante el poco tiempo que Francisco lleva su pontificado no termina nunca de sorprender a miles de fieles por su humildad. Una agenda vieja y unos zapatos gastados fue lo que el papa argentino le pidió a sus colaboradores en Buenos Aires.

Francisco, alejado de las formalidades y el protocolo, con los que ya se ganó el corazón de muchos fieles distanciados de las prácticas del catolicismo es comparado por la prensa italiana con el recordado Juan XXIII.

Una agenda vieja y unos zapatos gastados eran las recomendaciones especiales que había trasmitido a sus colaboradores en Buenos Aires para que le trajeran sin falta al Vaticano.

Con la agenda en su poder, donde guarda celosamente números de teléfonos y fechas de cumpleaños, Jorge Bergoglio pudo contactarse anoche -por ejemplo- con su hermana María Elena, en Ituzaingó, quien relató emocionada que el ex arzobispo de Buenos Aires le dijo que sentía "mucha alegría" por haberse transformado en papa.

Pagar con dinero de su bolsillo sus propias cuentas, no usar los automóviles oficiales, romper las reglas del protocolo y acercarse a la gente para saludar e impartir su bendición, e improvisar sus mensajes -para desgracia de la prensa vaticana, acostumbrada a los estrictos embargos de los discursos pontificios- son otras de las cuestiones que desconciertan a todos en la Santa Sede.

También en cuestiones de vestimenta el papa viene rechazando toda ampulosidad y prefiere los ornamentos más sencillos, como una casulla -que es la vestidura exterior que usa el sacerdote cuando celebra misa- de Juan Pablo II que utilizó ayer, lo que va definiendo lo que aquí ya llaman el "estilo Bergoglio".

El papa argentino, amante del tango e hincha de San Lorenzo, prefiere los besos, abrazos, palmadas y apretones de manos para saludar a los cardenales, sacerdotes y el resto de los fieles, y conserva en su cuarto de la residencia Santa Marta el mate que le regalo una periodista argentina .

Los pocos colaboradores porteños del cardenal que pudieron verlo por estas horas estaban sorprendidos porque les preguntó por cuestiones internas de la vida de la iglesia en Buenos Aires que ocurrieron en los últimos días.

También decidió desprenderse de su anillo cardenalicio, que será donado al museo de la Catedral de Buenos Aires.

La prensa italiana también destaca y se muestra sorprendida por el diálogo coloquial y distendido que viene generando con sus intervenciones improvisadas, como el Angelus de ayer o el encuentro con la prensa.

Habrá que esperar a mañana, ante un millón de personas que llenarán la Plaza San Pedro y líderes de 130 naciones del planeta, en el marco de la solemne ceremonia de inicio de su pontificado, para observar con qué nuevos gestos de simpleza sorprenderá al mundo.