Puente Posible propone jugar por la integración


Puente Posible genera puntos de encuentro en Villa Albertina, Villa Lamadrid, Villa Amelia, Villa Rita, Lomas Centro y Villa Fiorito, entre otros, para que cerca de 700 chicas se reúnan para jugar al hockey y a su vez, asistir a talleres que encabezan trabajadoras y psicólogas sociales.

“A través del género planteamos el hockey como un dispositivo eruptivo, que pone de manifiesto la desigualdad de género que hay entre las chicas en los barrios vulnerados”, explicó su presidente Martín Almaraz.

La organizaron no gubernamental (ONG) trabaja bajo el enfoque de género, deporte y clases sociales en convenio con la Universidad de Buenos Aires, más precisamente las carreras de sociología, trabajo social y con la cátedra del seminario interdisciplinario para la urgencia social (SIUS).

De acuerdo a su presidente, la iniciativa comenzó en 2009 en una en una plaza muy humilde con seis palos de hockey y el “empuje” de las chicas hizo que formen un equipo que ya ganó varios partidos contra grandes equipos como Banfield, por ejemplo. “Nuestros barrios tiene su gira de barrios importantes para durante el año y han ganado todo porque hay un sistema de juego”, contó Almaraz.

“A través del género planteamos el hockey como un dispositivo eruptivo, que pone de manifiesto la desigualdad de género que hay entre las chicas en los barrios vulnerados”, explicó.

La actividad de la asociación con las chicas se divide en dos partes: el juego y el taller. Primero realizan los talleres con las licenciadas de trabajo y psicología social, y luego realizan la parte deportiva. Además, realizan otras actividades de acuerdo al interés que manifiestan las jóvenes. “Hace poco recibieron una mención en una competencia nacional de muralismo y ahora planean abrir un taller de percusión, porque a las chicas les gusta mucho el tema de las comparsas y la idea es que para el verano ya tengan la propia”, contó Almaraz.

En la misma línea, expresó que nota la efectividad del proyecto en el hecho de que los nombres de las chicas “no cambian”. “En cinco años tenemos chicas que permanecen fieles, son leales y comprometidas con el proyecto y además empiezan sus propios proyectos de voluntariado, van a otros barrios a poner el hombro”, expresó.

Consideró, en ese sentido, que lo más significativo del trabajo de grupo de casi 30 personas voluntarias, en gran parte ex egresados de la Universidad de Buenos Aires, es que forman “personas solidarias que saben que no es solamente recibir, sino dar.”

Un caso de “retroalimentación” claro es de Carolina Juárez, quien empezó como alumna jugando hockey y a través de los talleres desató la vocación por la educación. Poco después y orientada por los profesionales de los talleres empezó a hacer el profesorado de educación física en el instituto Romero Brest y regresó a la asociación como docente.

En cuanto al modo de operación de la organización, el presidente contó además que llegan al barrio, colocan el cartel de inscripción y van buscando a “ojímetro” las chicas que no tienen muchos recursos económicos. “Tratamos de romper ese tabú inicial, con el diagnóstico (social) nos damos cuenta si es necesario entregarle calzado o indumentaria deportiva, nuestro gran capital son las chicas y los voluntarios”, culminó Almaraz.