Por seguridad, Temperley se fue sin hablar


Tal como había sucedido en el último clásico disputado en el Eduardo Gallardón, Temperley se fue apurado y sin hablar con la prensa. Con la camiseta y los botines puestos, la delegación regresó al Alfredo Beranger después del empate.

En los clásicos se vive un clima especial, muy particular, pero el de ayer se mezcló con violencia. Los allegados celestes (alrededor de 80) fueron atacados por la platea local, que los insultó durante gran parte del partido y en la salida les tiró botellas y escupitajos.

Esta reacción se generó después de la expulsión de Cristian Quiñonez sobre el final del encuentro. Tras ver la roja, se armó un tumulto entre los jugadores de los dos equipos, que Nicolás Lamolina decidió no castigar. Esto continuó en la tribuna y los efectivos policiales intentaron apaciguar las aguas, pero sin éxito alguno.

Con los hinchas del Gasolero ya fuera de la tribuna, el partido continuó hasta el pitazo final del árbitro. Al igual que sus simpatizantes, los jugadores también dejaron el campo de juego con rapidez: el micro era su objetivo. Solamente hubo tiempo para agarrar sus cosas y escapar antes de que llegara el público de Los Andes, que ya había empezado a salir.

Dentro del sector de cabinas también hubo problemas. Ya había pasado contra Platense y ayer sucedió nuevamente. El empate de Los Andes desató la euforia de sus medios que fueron a golpearle la puerta a los de Temperley. En la salida se cruzaron ambas parcialidad y hubo discusiones que no llegaron a mayores. Se vio al público muy alterado con todo lo sucedido.

Lamentablemente esta no es la primera vez que sucede algo así en nuestro fútbol, que diariamente vive hechos de violencia que son confundidas con folklore. No hubo heridos, pero una vez más se vivieron momentos de mucha tensión.