Poesía, el arte de mirar con otros ojos


"La poesía son palabras que dicen por sí mismas eso que digo. Soy en el papel lo que no puedo ser en el sonido. Cuando uno no sabe decir, entonces intenta escribir, aunque lleve más tiempo dar palabras al papel, que ofrecer mi sonido en el viento”, describe el poeta lomense Fabio Quinteros al arte que el chileno Pablo Neruda calificó como “una quemadura en el alma” y que el propio Jorge Luis Borges definió alguna vez como “una especie de acto mágico”.

“Es algo tan íntimo que no se puede definir. Sólo se puede definir lo elemental, pero no una melodía o el sabor de un café”, había considerado en esa oportunidad el célebre literato argentino.

Con motivo del Día mundial de la Poesía, que se celebró ayer, artistas locales cuentan de dónde proviene la inspiración que los lleva a poder plasmar en bellas palabras aquello que los rodea y los define. Con un lugar preponderante en la vida de cada uno, según dicen, la poesía cala tan hondo en ellos que ocupa cada segundo de sus vidas, pudiendo brotar en cualquier momento y sin previo aviso.

A su vez, dan cuenta de una movida cultural en torno a este bello arte que cada vez reúne a más apasionados que participan de talleres, seminarios poéticos, ciclos de lectura y de recitado que se desarrollan por esta zona, donde también impulsan la autogestión con el editado de sus propios libros. El objetivo: difundir el género literario que más seduce a la vista y al alma…



La gesta de una pasión. Quienes hoy eligen invertir gran parte de su vida en la creación y fomento del arte poético, forjaron hace años una forma particular de contemplar el mundo y expresarlo a través de las palabras.

Albín Lainez es el seudónimo con el que firma sus obras el poeta de Luis Guillón Diego Martínez, que se vio atraído por la lectura desde la pubertad. “Mis viejos eran muy lectores, y en mi casa estaba la antología poética de (Jorge Luis) Borges. Después de un tiempo de leerla, me di cuenta de la genialidad de ese hombre y empecé a buscar más autores”, recuerda.

Borges fue autor tanto de poesías rimadas como de verso libre. A Albín le gusta más la libre. “Ella no te habla del amor, sino que hace cuestionamientos poéticos que me resultaron y me resultan muy interesantes”, cuenta.

Así, a sus 58 años, y tras dedicarle décadas de inspiración al arte que logra mantenerlo siempre con la bella mirada del que ve la vida con otros ojos, no duda en afirmar que, mientras tenga ideas, va a seguir adelante. “Yo quiero morirme escribiendo”, advierte.

Con la poesía se puede contar toda una vida, sólo se necesita poder de síntesis y hallar las palabras adecuadas. Esa es la impronta de Albín, quien opina que la poesía es “describir lo cotidiano y habitual, pero con palabras inusuales”. “Buscar el léxico que al lector le llame la atención y le resulte diferente”, menciona.

“Yo estoy continuamente pensando en el quehacer cotidiano y automáticamente se presentan imágenes o situaciones que se poetizan. Es como algo naturalizado e interiorizado”, asegura Lainez que, en lugar de pensar “linealmente”, busca la vuelta para decir las cosas “de una manera diferente y original”.

Su asistencia a talleres de poesía se remonta a la adolescencia, mientras que hace un año es coordinador de uno, en el Centro Cultural Metamorfosis de Monte Grande. “Estoy muy entusiasmado y, la verdad, me gusta mucho. Estoy toda la semana buscando autores y formas de experimentar y recitar”, expresa Albín.

Los talleres y ciclos de lectura también son parte fundamental en la vida de Mauro Quesada, otro autor local que divide su tiempo entre estas actividades y el dictado de clases de Lengua en escuelas secundarias.

Él sintió la necesidad de “difundir la poesía”, y puso manos a la obra. “Difundir trabajos y movimientos forma parte de una bola de nieve, es decir quizás mis alumnos en cinco o diez años tengan sus propios talleres”, sueña.

A los 14 años, Quesada se topó con un compañero del colegio que escribía y lo contagió al instante. “Eso, junto a la lectura de un par de libros que había en casa, me entusiasmaron. Desde ese momento no lo largué más”, relata.

Yendo a talleres e incrementando sus lecturas, cayó en la cuenta de que podía ser “más profesional”. “Cuando uno empieza a escribir, lo hace como catarsis y, en esa vorágine, pueden pasar desapercibidas las formas y un montón de otras cuestiones técnicas”, indica.

Por ese motivo, esperó unos años antes de publicar lo que escribía: “No fue repentino, sino una construcción con aprendizajes y conocimientos”.

Tanto Quesada como Lainez se sumergieron en el mundo de las letras desde muy jóvenes. Fabio Quinteros, por su parte, se animó a sus 32 años. “Arranqué tarde, aunque en realidad uno no llega ni temprano ni tarde, sino cuando tiene que llegar”, reflexiona este poeta y recitador de Lomas de Zamora, quien detalla: “En mi caso fue por cuestiones muy críticas y arranqué cuando padecía una enfermedad, mientras estaba en la cama de un hospital”.

Si bien jamás se había acercado a la escritura, y menos a la poesía, encontró en ella “una forma de canalizar” lo que le pasaba. “Se aprende a hablar lo que uno antes suponía que no sabía decir. La poesía son palabras que dicen por sí mismas esto que digo”, sorprende. Hoy tiene 50 y desde hace una década también se entrega al recitado. “Una vez que lo has escrito, hay que saber decirlo”, sostiene.

Noelia Vaccaro es de Luis Guillón, tiene 29 años y escribe de manera ininterrumpida desde hace 12, cuando cursaba el último año de la escuela. En plena adolescencia arrancó como un hobbie, pero cuenta que desde hace tres años comenzó a tomárselo “con más profesionalismo”.

“Me gusta estar con gente y relacionarme porque me apasiona todo lo que tenga que ver con el trabajo colectivo, y la poesía tiene mucho de eso. Entre los colegas nos conocemos y está bueno poder trabajar en algo en común”, advierte.

La expresión artística, por el medio que sea, es la vida misma para ellos. En ese acervo, la poesía está inmersa en sus almas como ninguna otra. “Desde que me levanto me acompaña. Siempre pienso en ver qué puede inspirarme o cómo escribir”, indica Vaccaro.

Román Dieguez, en tanto, define a la poesía como “una necesidad interna” que se manifestó en su adolescencia. “Con el tiempo, a medida que iba escribiendo, me iba gustando lo que surgía. Comencé a buscar talleres literarios y a compartir lo que hacía”, comenta el poeta de Lanús, que también se dedica a la actuación: “En una época encontraba imágenes sobre todo lo que escribía. Después, con el paso del tiempo, uno va viendo otras cosas, siempre tratando de manifestar de forma artística todo lo que se pueda sentir”.

En su camino, Dieguez pasó por varios talleres de poesía. “Uno escucha críticas y encuentra una personalidad propia a la hora de escribir, ya que lo más común es dejarse influenciar por otros escritores. Es difícil encontrarse, pero esa es una tarea necesaria”, afirma.



A pulmón. Algo en común entre estos autores es la autogestión de sus obras. Es decir, auto financiarse para, con su bolsillo y de forma independiente, poder dar a conocer sus trabajos, que suelen difundirse luego en eventos como la Feria del Libro Independiente y Alternativa (FLIA).

“Todo lo que es autogestionado cuesta el doble, pero los resultados se disfrutan más, porque tiene que ver con una sensación de libertad”, sostiene Vaccaro, que publicó su libro “Del amor y otros poderes” el año pasado.

Según cuenta, “el laburo de la autogestión es bastante trabajoso, ya que hay que seguir una serie de pasos”. Ella comenzó seleccionando poesías de su autoría, les dio forma y las organizó poniéndole un título. Luego les ofreció esos textos a varios ilustradores a fin de sumarles imágenes, para luego entrar definitivamente en la etapa de edición.

El libro “Alrededor infinito” es un cuadernillo que contiene entre 20 y 30 poemas de Albín Lainez, y su publicación fue enteramente pagada por el autor. “Todo depende de cómo te dispongas ante esa situación. Tiene su riqueza conocer las editoriales cercanas, la gente y los precios. Es trabajoso, pero forma parte del entusiasmo de querer mostrar el arte de cada uno”, menciona.

Fabio Quinteros, en tanto, ya lleva publicados tres libros auto gestionados, en compañía de Laura Blumtritt. Son “Para hablar con Aurora”, “Clasificados” y “De los momentos dispersos en los que hemos perdido el rastro”.

“Es importante que se realicen movidas de autogestión, porque deben ir creciendo de manera independiente y natural para darnos cuenta de que está en todos nosotros hacerlo posible”, señala el autor y expresa: “Ojalá cada ser humano tenga la oportunidad de desarrollar esa cuestión artística en consecuencia de los estados anímicos por los que pasa en esta breve vida”.

En 2009, Mauro Quesada ya había escrito su libro “Bajo una extraña nevada”, que recién se publicó el año pasado. “Por una cosa u otra no tuve ni el apuro ni la necesidad de publicarlo enseguida. Preferí tomarme el tiempo y los recaudos necesarios para que quede bien antes que publicarlo rápido por ansiedad”, justifica.

Por su parte, Román Dieguez dio a conocer recientemente un libro de poemas titulado “Cielo de cartón”, que fue promocionado en la FLIA.

Todos ellos, además de ser artistas y escritores, son seres humanos que encontraron en la poesía una forma de canalizar sensaciones y sentimientos, tarea que consta en ser receptor de lo que los rodea y encontrar la manera más bella de ponerlo en palabras.