Pasen y vean: humor al servicio de la salud


No es una ciencia ni tampoco alcanza para curar, pero la comunidad médica ha descubierto en los últimos años que la risa es un remedio infalible que puede aliviar -en parte- cualquier malestar. Productora de endorfinas, sustancia orgánica capaz de calmar el dolor, mejora también la circulación y previene el colesterol. Por ese efecto que produce a nivel físico y por su fuerte impacto en el estado anímico de los pacientes, algo sustancial para superar cualquier afección, es que nacieron ellos: los payamédicos.

Sus guardapolvos indican que son profesionales de la salud, pero sus “estetosflorios” –mitad estetoscopio, mitad flor- son los únicos capaces de escuchar el corazón más allá del ritmo cardíaco.

“Obviamente que con buen humor no se cura a una persona, pero sí es esencial para predisponerlas a pararse ante las adversidades de otra forma. Cuando ellos aparecen, los pacientes cambian y eso nos facilita mucho el trabajo a nosotros en vías de su curación”, comenta a Info Región el encargado de la Unidad de Geriatría del Hospital Durand, Tomás Pieroni, sobre su experiencia con los payamédicos.

La intención de quienes repiten el ejemplo de Patch Adams, conocido como el doctor de la risa terapia (ver recuadro), es que los pacientes no sean sólo objeto de estudio para un médico, un número de cama y una enfermedad. A través de recursos psicológicos, con ingredientes como teatro, juegos, música y magia, los payamédicos hacen del hospital un lugar más alegre y amistoso y, por ende, un espacio más propenso a la mejora de quienes están internados.

Payamédicos Asociación Civil es una ONG que se fundó en 2002, tras varios años de practicar la medicina y el teatro en simultáneo como incentivo para mejorar la salud. Hoy están presentes en más de 150 establecimientos de todo el país y los resultados están a la vista.

“En Neuquén, un paciente estaba en la guardia y después de matarse de risa un rato con los payamédicos, se levantó y dijo ‘¿Qué estoy haciendo yo acá si no me duele nada?’ y se fue”, relata el presidente de la asociación, Hector María Bruno.



La risa como fórmula. Tras recibirse de médico, el psiquiatra, terapista y ecografista José Pellucchi -que además es teatrista- tuvo la intención de “llevar el teatro a todos los rincones”. Es así que a fines de los ’90 comenzó a trasladar situaciones y escenas de las obras que representaba en el Teatro San Martín a las camas de terapia intensiva del Hospital Udaondo, proyecto que denominó “Hospiteatro”, en 1997.

“Cuando yo hacía las escenitas, los pacientes requerían menos dosis de analgésicos y sedantes, así que empecé a pensarlo como algo terapéutico”, señala Pelluchi, quien, junto a la psicóloga Andrea Romero, empezó a utilizar el nombre “Payamédicos” cerca del 2000. El resultado unía a la medicina con la técnica del clown.

Una vez conformado el equipo de trabajo y la ONG, con su respectiva comisión directiva, el Hospital Durand fue uno de los establecimientos donde los payamédicos dejaron su marca, más precisamente en la sala de Geriatría. “Hace unos años, Héctor Bruno vino al hospital y nos entrevistamos. Me contó un poco de qué se trataba esta movida y le dije que me interesaba, que podíamos probar”, cuenta Pieroni y destaca que, desde ese entonces, “los pacientes siempre los esperan”.

“Teníamos internada a una mujer que padecía un deterioro cognitivo cerebral y la pudimos colocar en un geriátrico. Ella se transformaba cuando los veía, cantaba y se divertía mucho. Fue algo importantísimo y, sin dudas, una de las experiencias más positivas”, resalta el médico y detalla que el mecanismo “contribuye en el estado de ánimo del paciente y facilita el trabajo de los profesionales”. “Desde todos los puntos de vista lo recomiendo, ya que puntualmente en el Durand han ayudado mucho”, expresa Pieroni.

Bruno, alias “Doctor Alicante” en su faceta de payamédico, ingresó a la ONG en 2006 y desde 2011 es su presidente. “Nuestra tarea es autogestiva y voluntaria. Ya tenemos muy definido que nunca vamos a trabajar de esto porque no nos pagan por hacerlo”, manifiesta, e indica que la ONG subsiste gracias a las donaciones.

Además, sostiene que no requiere paga hacer algo que a ellos mismos también los gratifica: “Nos gusta viajar con la imaginación de los pacientes y hemos llegado a lugares impensados. Es una forma de crear un clima mágico impresionante”.

La motivación más grande, cuentan, radica en el placer que les genera contribuir a la salud desde otro lado. De la misma manera opina Pellucchi, quien sostiene que hacer reír “es algo muy bello”. “Para mí es muy lindo, a veces uno también busca estados de fantasía y ternura. Lo mismo ocurre cuando se escucha la carcajada de un bebé y se vislumbra ese brillo”, compara.

A Gonzalo Pungitore, profesor de teatro recibido en el IUNA y licenciado de Artes Dramáticos, lo movilizó “el hecho de la desdramatización y de sacar al paciente de su estado de objeto para volverlo sujeto, aunque sea por 20 minutos”. Es payamédico desde 2007 y colabora con la Asociación como tesorero y formador en zona oeste.

“Mediante un trabajo de la Facultad tuve la oportunidad de conocerlos. Teníamos que investigar una actividad que mezcle el arte con otro rubro”, comenta. Luego de hacerles una entrevista, Gonzalo quedó “alucinado”. “Es casi imposible de explicar con palabras todo lo que uno siente y todo lo que a uno le pasa como payamédico. Hay sensaciones que son únicas e irrepetibles”, describe.



Romper con lo convencional. El puente que conecta los estados de ánimo con el sistema inmunológico explica la razón de ser de Payamédicos. Más allá de las respuestas obvias de los pacientes a los estímulos de su arte, la ciencia ha demostrado que el optimismo y la resiliencia son factores fundamentales en la recuperación de cualquier enfermedad o afección física.

Por eso es que con sus herramientas, estos “payasos de la medicina” apuntan a mejorar el autoestima y generar un clima más distendido en un ambiente que, por lo general, tiende a ser lúgubre.

“La idea es plantear otras miradas”, explica Bruno y describe que “en un hospital siempre se ve lo mismo y la idea es desencuadrar eso”.

Asimismo, aclara que su tarea es “rigurosa y medida, sin dejar nada al azar”. Es que antes de presentarse ante uno o un grupo de pacientes, los payamédicos estudian los motivos de su internación, la composición familiar de los mismos y sus gustos.

“Jamás un payamédico va a ir con lo real, no sabe de religión ni futbol. Entramos y no sabemos nada, venimos de Saturno y bajamos de nuestra nave intergaláctica para compartir un rato con ellos”, explica.

“Nuestro trabajo ayuda a todo un contexto. Pero hemos visto de todo, a personas que no querían comer y luego comían, o que se negaban a la medicación y luego la tomaban”, comenta Pelluchi y asevera que la presión arterial se reduce en hipertensos “un 12 por ciento” luego de su visita.

Para Pungitore, el trabajo de los payamédicos consiste en “una producción conjunta”. Por eso es que, en lugar de paciente, los payamédicos usan la palabra “produciente”. “No es que vamos con una propuesta de malabarismo, magia y nos vamos, sino que laburamos con la parte sana del paciente y tratamos de potenciarla”, explica y asegura que en los juegos y presentaciones que realizan, le dan “vital importancia a la subjetividad de las personas”.

En medio de todo esto, los payamédicos tienen la premisa de “no encariñarse” con los pacientes. “Hay dos personas, el ‘yo auxiliar’ y el ‘yo Gonzalo’ -señala Pungitore-. Un payamédico y una persona. Es un personaje y tratamos de no tener proyecciones con los pacientes, aunque es difícil.”

“Tratamos de no involucrarnos con ellos, pero muchas veces pasa. Es algo incontrolable en algún punto, y más cuando se trabaja con niños”, coincide Bruno que, como titular de la asociación, insiste en que ellos no curan: “Ese es un tema privativo de la medicina. Ojalá pudiéramos curar con una sonrisa, pero lo que hacemos es mantener el estado de ánimo optimista, mejorar el hábitat”.

Tanto desde la comunidad científica como desde la asociación han comprobado cambios fundamentales en los pacientes, tanto en niños como en adultos, a partir de la intervención de los payamédicos. “Si bien estoy muy feliz de que esto que comenzó hace unos años de forma muy reducida, se haya ampliado tanto, siempre quiero más. Sueño y después quiero llevarlo adelante, ya que es la única manera en la que uno puede generar algo en este mundo”, expresa Pellucchi.

Así, hay quienes los esperan toda la semana y, en medio del tedio y la rutina que implica toda internación, pueden junto a ellos recuperar la libertad que les regala la risa y la oportunidad de olvidarse de aquello que los aqueja, generando de la misma forma un bienestar anímico que también colabora en su pronta recuperación.