Viajar en la región, una odisea diaria


El uso del transporte público es rutina obligada para millones de personas que se mueven en el área metropolitana de Buenos Aires, principalmente por motivos laborales. Es por eso que cuando el reloj marca las populosas “horas pico” -al principio y al fin de la jornada de trabajo- la postal de colectivos y trenes abarrotados es inevitable. No obstante, durante el resto del día tampoco sobran garantías de viajar cómodamente.

Según datos de la Secretaría de Transporte de la Nación relevados por la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), la Línea General Roca de ferrocarriles, que une el Sur del Gran Buenos Aires con la estación Constitución, transportó a 65 millones de pasajeros a lo largo de 1993. En 2013, esa cantidad casi llegó a duplicarse al ascender a los 104,7 millones.

El gran incremento de usuarios, a su vez, sólo toma en cuenta a pasajeros pagos. De hecho, en 2010 fueron 130,8 millones, pero el faltante de monedas a fines de ese año hizo que se cerraran boleterías y la cantidad de boletos abonados mermó un 30% en 2011.

Lo cierto es que si bien en mayo del año pasado el Ministerio del Interior y Transporte firmó un contrato para la compra de 300 coches nuevos destinados a la renovación completa de los trenes de la Línea (que actualmente transporta a 300 mil pasajeros por día), el hacinamiento de las formaciones sigue siendo una constante.

“Viajamos como ganado”, es la frase hecha que resume las quejas de los pasajeros, también de los colectivos, donde los mayores padecimientos tienen que ver con las demoras en la frecuencia, los vehículos en mal estado, los choferes que saltean paradas y las fallas en el Sistema SUBE.



Las demoras y sus consecuencias. Que un colectivo retrase su frecuencia unos minutos más de lo previsto podría ser un problema menor si no se analizaran las consecuencias que este hecho trae aparejado: desde las 6 a las 8 de la mañana y, posteriormente, entre las 18 y las 20, las filas de gente se tornan interminables en las paradas.

Como el vehículo tiene un tope de pasajeros, probablemente los últimos de la fila queden afuera, así como también los usuarios que aguardan en las paradas ubicadas a lo largo del recorrido, donde muchas veces la unidad ni se detiene. No obstante, la línea en cuestión comenzará su travesía totalmente hacinada.

Lo mismo ocurre en los trenes, y es por eso que muchos deciden subirse aunque los vagones desborden de gente y la tarea se asemeje a la de un contorsionista.

“Trabajo en Adrogué y viajo con el 514 (que recorre parte de Almirante Brown), que es un desastre porque lo toma muchísima y las unidades no dan abasto”, comenta Gabriela, una vecina de Rafael Calzada que también se queja porque “en horas pico no paran”.

“Entiendo que mucha gente lo utilice, pero tienen que hacer algo. He llegado tarde al trabajo porque no me han parado hasta tres colectivos”, asegura.

El presidente de la Asociación de Defensa de Derechos de Usuarios y Consumidores (ADDUC), Osvaldo Bassano, indica que dentro de las denuncias que reciben por el mal funcionamiento del transporte público, “la frecuencia es uno de los temas más reiterados, ya que los usuarios siempre tienen problemas”. “La frecuencia estipulada entre 5 ó 10 minutos a veces termina siendo de media hora, dependiendo de la línea”, remarca.

“No hay línea con más fallas que la 549”, critica Pablo, que estudia en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) y describe que este colectivo “hace un trayecto de 20 minutos, porque va de la estación de Temperley al Cruce de Lomas, y tarda 30 minutos en venir, lo que no se explica”.

“Ni hablar en los feriados. Una vez lo esperé una hora y no apareció, sin contar los 15 minutos que se toman algunos choferes antes de salir”, señala.

Del lado de las empresas, sin embargo, la mayoría estima que el tiempo de espera no excede los 8 minutos en los días hábiles.

“El servicio está estipulado para que cada 5 minutos aproximadamente una unidad esté entrando a la estación”, afirma Martín, chofer de las líneas 543 y 544, que parten de la terminal lomense con rumbo al Cruce y también llevan a los barrios de Santa Marta y Parque Barón.

El inspector de la línea 520 (que va de Lanús a Villa Caraza), Walter Franko, sostiene: “Tenemos quejas, siempre. Pero el servicio que brindamos trata de llegar siempre a horario, a tiempo y sin dejar a nadie a pie”.

También aclaró que los domingos y feriados el servicio, en cuanto a proximidad entre una unidad y otra, cambia, “pero eso tiene que ver con que hay menos gente, son otros ritmos y otros tiempos”.

Desde la línea 266 (cuyos ramales llevan desde Lomas a Lanús, Burzaco, Avellaneda, Florencio Varela y San Francisco Solano) el delegado Julio Albornoz justifica que “los colectivos a veces no pueden parar durante el recorrido”. “Cuando van muy cargados no se puede porque hay momentos en que es imposible manejar así y se torna muy inseguro”, indica y sostiene que tampoco se les está permitido subir pasajeros cuando la unidad presenta algún desperfecto, como fallas en el Sistema Único de Boleto Electrónico (SUBE).

Si bien la CNRT y el Centro de Experimentación y Seguridad Vial (CESVI) confirman que por Ley en la Provincia los servicios deben contemplar una cantidad de pasajeros de pie en igual proporción al número de asientos de la unidad en cuestión, muchos usuarios afirman que “hay colectivos que tienen lugar y sus choferes tampoco se detienen”.

Por otro lado, salirse, por retrasos de tránsito u otros inconvenientes, del horario estipulado produce que, en ocasiones, tanto choferes como maquinistas aumenten la velocidad en exceso, o incluso la reduzcan demasiado si el cálculo les sugiere estar adelantados en el recorrido.

“Muchas veces me pasó arriba del 406 (que tiene salidas en Lomas y Brown con destino a la zona oeste del Conurbano) y del 165 (con recorridos desde Lomas y Monte Grande a Capital Federal) que el chofer parece adelantado con el horario y va a 2 kilómetros por hora”, menciona Milton, que suele calcular el tiempo y asegura que “un viaje que tendría que durar 20 minutos, a veces termina siendo de 40”.



El peligro de cada día. Las líneas de colectivo interurbanas (con recorrido en el AMBA que abarca el Gran Buenos Aires y parte de Capital Federal) son 139 (identificadas del 1 al 200) y las que corresponden sólo al territorio provincial son 89 (de 200 a 499). Por otro lado, están las de recorrido exclusivo dentro de los municipios, entre ellas Lomas de Zamora tiene 14, Lanús 6, Almirante Brown 3 y Avellaneda sólo la línea 570.

Obviamente esta enorme cantidad de vehículos forma parte del parque automotor y de la problemática del tránsito en el área metropolitana, cada día más saturado.

“Las incongruencias del tránsito hacen que aumenten los accidentes. Desde hace varios años los colectivos son una de las mayores causales de siniestros porque las unidades viajan con más pasajeros de los permitidos, los choferes hacen frenadas bruscas y no respetan los semáforos”, advierte Bassano.

Y asegura que en ADDUC reciben casos por “golpes, caídas y fracturas en el transporte”. “Es terrible porque también ocurren tragedias. Cada vez hay más accidentes arriba y debajo de los colectivos”, indica.

Carolina opina que el 384 (que recorre Rafael Calzada, San Francisco Solano, Claypole, José Mármol y Adrogue) tiene “un buen servicio”. “No puedo quejarme de la frecuencia porque siempre paran”, sostiene, aunque remarca que el problema es que “hay choferes que son un desastre”. “Tratan mal a la gente, siempre están apurados, utilizan el celular mientras manejan y no respetan los semáforos”, enumera la mujer y sostiene que “viajar con ellos es la inseguridad total”.

Lo mismo opina Melisa, de Luis Guillón, sobre el 306 (que va por Ezeiza, Monte Grande, Lomas y San Justo): “Viajas apretado y los choferes son unas bestias”.

Lo cierto es que el peligro a veces se ve encarnado en las mismas unidades. “Los transportes, tanto los trenes como los colectivos, se encuentran en muy malas condiciones, cuando tienen que tener en perfecto estado las unidades y, en caso contrario, no circular”, apunta Bassano y expone que, según observaciones de ADDUC, un 60 por ciento de los colectivos de línea municipal “no deberían estar en funcionamiento” por diversas fallas.

Las más graves son las que tienen que ver con cuestiones que atañen a la propia seguridad de los rodados. “Viajo todos los días en el 549 para ir al trabajo y la mayoría de los pocos colectivos que tienen son muy pequeños, por lo que siempre están saturados. Igualmente, lo peor es que uno de los vehículos tiene clausurada la puerta de atrás con dos asientos enganchados de un fierro. Sentarse ahí es un peligro ya que, en caso de que haya un accidente menor, hasta podrías perder las piernas”, grafica Cintia.

Y con ella coincide Pablo, quien destaca que “no se puede creer lo rotos que están los asientos”. “A muchos se les sale la goma espuma de las costuras y una vez se desoldó el que estaba adelante mío y se me cayó encima”, cuenta.

Pero los problemas no terminan allí, ya que además hay que lidiar con situaciones que exceden a las empresas de transporte y complican el viaje, como la inseguridad de la que son blanco en el último tiempo (ver recuadro).

Si bien desde el Gobierno se planifican obras para mejorar la circulación en la zona, como pasos bajo a nivel (en la región ya se construyen en Banfield y en Monte Grande), y también se buscan incorporar más formaciones al ferrocarril, buena parte de las mejoras también dependen de las empresas que, además de ocuparse de la facturación, también deberían revertir las múltiples falencias que acompañan a sus cuestionados servicios.



Por Pablo Rojas

Producción: Hernán Ferraro