Militar por una sociedad mejor


Hay cierta mirada que sostiene que los actos desinteresados no existen, que hasta la acción más altruista guarda detrás cierto interés. Pero si ese provecho que funciona como motor para la acción tiene como objetivo mejorar la vida de los otros, es más que digno y valorable en una sociedad donde prima el individualismo y el “sálvese quien pueda”.

Es que en la jungla de cemento, en la ciudad que vive al ritmo vertiginoso y furioso de quienes corren detrás de la inalcanzable zanahoria y las metas personales, ellos se destacan por una sola razón que los hace nobles y virtuosos: olvidarse de sí por un momento para pensar en todos.

Cuando Alejandro Almeida decidió erradicar el basural que se alzaba donde hoy se encuentra el Parque Finky, del cual ahora es director, el motor fue mejorar la zona y lograr que todos los barrios aledaños pudieran disfrutar de un espacio verde, de esos que tanto hacen falta por estos lares. Su logro hoy redunda en beneficios para vecinos de Temperley, Turdera y hasta Adrogué.

En Ramón Mondragón, la lucha empezó por una necesidad personal: dejar de inundarse cada vez que llueve. Pero pronto esa causa mutó en mejorar la calidad de vida de todos los vecinos de Lomas de Zamora.

Otros que se esfuerzan y trabajan por el bien común, sin recibir nada a cambio más que la satisfacción de la meta cumplida y el reconocimiento de aquellos que se benefician con sus logros, son Martín Farina y Gustavo Di Leo. El primero, férreo defensor de la preservación de Laguna de Rocha, en Monte Grande; el segundo, militante activo en la protección de la fisonomía de las ciudades y en contra de las demoliciones masivas de edificaciones antiguas.

Aunque la causa es propia y se les ha hecho piel, cuentan con sus propias agrupaciones, que los acompañan en la lucha por ese ideal que consiste en mejorar algún aspecto de la vida de todos.

“Este sentir altruista no es nuevo. Ante el convencimiento de que en 30 años de democracia el Estado no puede solucionar todos los problemas cotidianos, mucha gente ha tomado la decisión y la impronta participativa de hacer”, reflexiona ante este medio el psicólogo social Luis Buero.

Con motores diferentes, pero con el bien común como meta única, Info Región reúne a vecinos que son también actores sociales y que llevan años movilizándose por una causa que, aunque propia, es de todos.



Cambiarle la cara al barrio. Para que el Parque Finky se convierta en el lugar de esparcimiento preferido de muchos vecinos, se requirió de mucho esfuerzo en manos de pocas personas. La tarea no fue sencilla y no se dio de la noche a la mañana.

Si se remonta la historia del lugar a más de 50 años, todo el terreno pertenecía a Felipe Finck, de allí el nombre que se le dio popularmente: “campito Finky”. El hombre se dedicaba allí a criar ganado. Posteriormente, fue un lugar elegido por muchos chicos para jugar a la pelota, hasta que se hizo una cava en la que los camiones de basura tiraban todo su contenido.

“Era un basural, un cañaveral. Por eso se empezó a pensar qué hacer y cómo”, recuerda Alejandro Almeida, miembro de la asamblea vecinal Finky Verde. “Decidimos juntarnos y trabajar con un objetivo común, sin anteponer ninguna otra cuestión”, asegura el hoy director del Parque Municipal Finky.

“Siempre quise que la gente lo tomara como suyo, y se ha logrado, por ejemplo cuando se plantaron árboles, que se hizo en comunidad, o cada vez que se pinta un mural. Todos participan y eso hace que se cuide la zona como si fuera su casa”, menciona.

En diálogo con Info Región, el psicólogo y especialista en vínculos humanos Sergio Sinay resalta que “en las personas altruistas hay una formación integral que los hace encarar la vida entera de esa forma”. “Es como un servicio, como algo que no puede transcurrir sin estar conectado con las necesidades del otro”, analiza.

Desde marzo de 2007, y una vez conformada la asamblea vecinal, se llevó adelante el proyecto para que el Parque Municipal Finky sea una realidad. “Finky significa mi lugar en el mundo”, afirma Almeida, que también define al parque como “un sueño que se hizo realidad”. “Si hoy muriera, mis cenizas irían a parar ahí”, asevera.

Por supuesto que los contratiempos y las adversidades también estuvieron presentes, con obras que parecían nunca finalizar y tratativas burocráticas que demandaron su tiempo. “Si las cosas salen fácilmente, tal vez no demanden demasiado empeño y así no se siente cada logro como una satisfacción tan grande”, exclama y asegura que “uno de los logros más lindos” fue la plantación de 1200 árboles por parte de las familias de la zona.



Militancia por experiencia propia. Las inundaciones que padeció Buenos Aires en octubre de 1967 y en abril de 1980 marcaron a Ramón Mondragón. “Empecé a militar en todo lo que tuviera que ver con estas problemáticas”, señala el hombre, que se sumó al Foro Hídrico de Lomas de Zamora entre 2004 y 2005, cuando comenzaron las audiencias públicas con el Gobierno de la Nación.

Mondragón lleva 44 años en el fomentismo y remarca que la problemática hídrica “no sólo tiene que ver con el embellecimiento del lugar de uno, sino con una cuestión de salud, sobre todo en los más desprotegidos”. “Mi intención como trabajador social es tratar de hacer algo desde mi lugar para resolver esta problemática, algo que encontré en el Foro”, expresa.

Con 14 años de vida, el Foro ha impulsado la lucha contra la problemática hídrica en general, y desde el 29 de julio de 2012 encabeza un Plan de Lucha por el “parate” de la Obra Pública Hídrica en particular. En este camino se han sumado otras organizaciones y vecinos que supieron tomar conciencia del asunto.

Uno de los fundadores y principales referentes del Foro fue Juan Walter, fallecido en abril de 2011, quien para Mondragón fue “como un padre”.

“Me marcó muchísimo con respecto a todo esto que yo ya sentía, pero que no sabía cómo expresar. Me dio los lineamientos y las herramientas que necesitaba”, destaca Mondragón, que aunque no pretende compararse con él, busca continuar su labor.

Además de trabajar toda la semana en la causa, ya sea elaborando pedidos o participando de marchas y reuniones, por estos momentos le dedica su tiempo a la recopilación de todo lo actuado por la entidad en los últimos cinco años para volcarlo en un libro.

Entre sus logros más destacados, el Foro pudo concretar el saneamiento del Arroyo del Rey a cielo abierto y recientemente Aysa aceptó una propuesta suya para llevar adelante una planta de afluentes cloacales en Villa Fiorito.

“Lo que hacemos lo hacemos porque queremos. No recibimos nada a cambio en cuanto a lo económico porque no tiene que ver con eso, no es lo que uno busca. Por eso, el reconocimiento del vecino, del par, es muy importante”, subraya Mondragón.



El cariño por la causa. Con la misma impronta de defender el medio ambiente, Martín Farina descubrió primero su afición por la Laguna de Rocha, y luego el compromiso por protegerla.

Este humedal abarca 1.400 hectáreas de la localidad de Monte Grande, Esteban Echeverría, y aloja unas 130 especies de aves, anfibios, reptiles y mamíferos.

“Comencé a ir porque me enteré de la existencia de una reserva histórica que tenía ciertas características particulares. A mí me interesa todo lo relacionado a lo natural y sentí que no me lo podía perder”, relata Farina y cuenta que la Laguna de Rocha “se convirtió en el lugar” al que le gustaba “ir con amigos”.

A partir de estos primeros contactos con el espacio verde, empezó a organizar salidas con gente allegada y “una cosa fue llevando a la otra”. “Desde chico me interesó todo lo relacionado con el medio ambiente y siempre tuve ese ímpetu en la participación social”, reconoce.

Más adelante, nació el Colectivo Ecológico “Unidos Por Laguna de Rocha” con el claro objetivo de proteger el predio. Luego de años de lucha y compromiso, el 13 de diciembre de 2012 se declaró a la Laguna de Rocha como Reserva Natural.

Farina resalta que esta causa “ocupa un lugar muy importante” en su vida. “Aunque tengo muchos proyectos personales, siempre por una cosa o por otra termino encontrándome con la Laguna. Es algo de lo que no me puedo desprender, como un hijo que siempre requiere tiempo y demanda, pero se disfruta, es un gesto de amor”, explica.

Con respecto al logro alcanzado en 2012, él considera que fue “la mejor paga por todo esto”, pero ante todo valora el crecimiento personal. “Cuando arranqué no entendía absolutamente nada de derecho, por ejemplo. Hoy me puedo manejar bien a la hora de hacer escritos judiciales y ni yo me di cuenta cuando ocurrió eso”, indica.



Cuidar el pasado para ver el futuro.

- ¿Quién mató al Comendador?

- Fuenteovejuna, señor.

- ¿Quién es Fuenteovejuna?

- Todo el pueblo, a una.

Un pueblo que se levanta contra la injusticia y el abuso de poder es el eje de la obra teatral “Fuenteovejuna”, de Lope de Vega. La misma premisa es llevada adelante por la asociación homónima, formada por más de 3.000 familias de Banfield, Lomas, Temperley, Turdera y Llavallol, que defienden las características del barrio y sus construcciones arquitectónicas para preservar su historia y su cultura.

Este grupo tuvo su origen en 1997, cuando corrió la versión de que se instalaría un hipermercado en la esquina de Monteagudo e Hipólito Yrigoyen. Y uno de los emprendió la lucha para detener la mega obra fue Gustavo Di Leo. “Una construcción de esa magnitud no se condice con las características del barrio ni con la clasificación del código urbano que tiene el barrio, que es residencial”, explica.

Siendo ingeniero y proveniente de una familia dedicada a la construcción, el hombre manifiesta que tuvo esas inquietudes “por herencia”. “Me moviliza mantener el patrimonio arquitectónico histórico y cultural, que hoy lo vivimos nosotros, pero que mañana lo vivirán nuestros hijos”, manifiesta.

De la mano de Fuenteovejuna, Di Leo ha logrado preservar varias edificaciones antiguas, así como también detener la construcción de torres en los barrios y la destrucción de puntos históricos.

“Hemos tenido logros y también decepciones”, reconoce Di Leo. “Contrariamente al pesimismo generalizado de que nada se puede llevar a cabo, hay mucha gente que quiere hacer las cosas bien. Con mucha paciencia y perseverancia, las cosas se pueden realizar. Hay mucha gente buena, más de lo que se cree, gente que quiere ver que las cosas cambien”, indica.