Quién puede negar haber sido en alguna oportunidad un oyente de una leyenda urbana? ¿Quién es capaz de asegurar que nunca se interesó en ellas, ya sea por curiosidad o inclusive, en el caso de los más escépticos, para intentar refutarlas? Es casi imposible afirmar que alguien no haya oÃdo alguna, al menos al pasar. O acaso a ningún lector le resulta familiar aquella historia del joven que conoció a una chica en un baile y le prestó un abrigo que luego fue encontrado sobre la tumba de esa misma mujer, fallecida muchos años antes; o quizás la del hombre que tras una noche de desenfreno es recibido por el “club del Sida”. Sean verÃdicas o no, estas historias circulan en todo el mundo. Es por eso que los párrafos que siguen invitan a descubrir que la zona sur del conurbano bonaerense también tiene sus propias leyendasÂ…
Una esquina de Lomas de Zamora donde hace un siglo funcionaba un bar que, según cuentan, aún sigue siendo visitado por sus fieles clientes, por supuesto que todos ellos muertos; el interno 74 de la lÃnea de colectivos 306 que se pone en marcha y prende sus luces sin que nadie lo maneje, lo que hace que todos los choferes se rehúsen a conducirlo; el fantasma de un nene al costado del arco de Rafael Calzada y tantas otras historias son transmitidas en la voz de sus narradores y recorren el conurbano sin que existan pruebas fehacientes que indiquen su veracidad.
Justamente eso es lo que menos importa a la hora de escuchar o emitir uno de estos relatos que, con leves variaciones, aparecen en distintas partes del mundo, en diferentes épocas y contextos sociales, agiornándose a medida que se abren camino en la trama urbana.
No se conoce a sus protagonistas, tienen raÃz u origen desconocido, en la mayorÃa de los casos tampoco existen testigos que puedan dar fe de aquello que narran y, en cambio, se distinguen por su capacidad de extenderse, circular y hacerse conocidas mediante el “boca en boca”, lo que hace que en su recorrido sufran ligeras modificaciones que las vuelven más extravagantes o estremecedoras.
“Un conocido del primo del novio de mi hermana me contó que…”, comienza el relato de Ignacio (23) a Info Región y da cuenta del carácter, del tipo de difusión que suele caracterizar a estos cautivadores relatos.
Una vez aclarado este punto, este perfil de “historias que parecen haberle sucedido a mucha gente” pero que nunca se viven de cerca, salvo excepciones, serÃa bueno dar paso a la primera leyenda, en este caso contada por Ignacio, sin más interrupcionesÂ…
Historias de Cementerio. “Este conocido del primo de mi cuñado me contó que un grupo de familiares suyos vio el espectro de una señora recostado sobre las rejas del cementerio de Lomas. Fue en los ‘70, cuando salÃan de un velatorio”, relata el joven a Info Región.
Sin embargo, ellos no fueron los únicos que percibieron esa imagen en ese lugar. Rafaela Mileto, una italiana de 78 años, recuerda perfectamente cuando en el otoño de 1965 salÃa del cementerio junto a su hermano y ambos observaron la fantasmagórica imagen de la mujer. “Fue una mañana –relata la señora a Info Región- en que habÃamos ido a visitar a un familiar que habÃa fallecido recientemente. Cuando salimos mi hermano Vicente giró la cabeza y la inclinó para arriba. De repente se puso pálido, le pregunté qué le sucedÃa y cuando seguà su mirada me di cuenta. Era el fantasma de una mujer joven, de unos 50 años, clavado en las rejas”.
Las versiones pueden ser repetidas hasta el cansancio o, como en este caso, sufrir imperceptibles variaciones que refuerzan su naturaleza seductora. Asà es que en esta leyenda, extendida en los alrededores del cementerio de Lomas, hay quienes como Ignacio aseguran que el espectro de la señora es visto “reposando” o “flotando” sobre las rejas de la necrópolis, mientras que algunos insisten en que el cuerpo cadavérico del fantasma parece estar incrustado en las filosas puntas de la verja.
Según Guillermo Barrantes, escritor de Lomas de Zamora y coautor del libro “Buenos Aires es leyenda”, esta cuestión encuentra sentido en lo que él denomina “darwinismo mitológico”. “Las leyendas urbanas son la evolución de una historia, de un rumor o de una noticia que quizás en su origen fue real o no y que el mecanismo del boca en boca va transformando y la lleva a mutar, le saca y le agrega elementos hasta transformarla en perfecta al oÃdo humano. En esto hay una especie de darwinismo mitológico porque se habla de la supervivencia y la evolución de la versión más apta de la jungla urbana. No importa si pasó o no pasó, si la versión que me llega me gusta la adopto porque sé que también va a seducir a otras personas”, explica.
El cuidador eterno. Entre otras historias que circulan en los alrededores del cementerio hay una que es de nacimiento reciente y que comenzó a pasar de boca en boca hace aproximadamente cinco años, según detalla Catalina, una señora de 80 años que vive a pocas cuadras de la necrópolis y que se convirtió en la primera en oÃrla. La mujer suele ir seguido a visitar a sus muertos, lo hace acompañada de otras señoras mayores que viven en el barrio. Un dÃa, hablando con una de esas mujeres, tuvo lugar el siguiente diálogo:
-Sabe Catalina, la semana pasada fui a visitar la tumba de Â… (Catalina no recuerda el nombre del familiar mencionado por la señora) y no podÃa acordarme el sector donde estaba, eso que vengo todas las semanas al cementerioÂ… menos mal que Octavio –uno de los cuidadores del parque- se acordaba y me orientó.
- ¿Cuándo me dijo?
- La semana pasada.
- ¿No habrá sido Juan –otro cuidador- el que le dio una mano?
- No, fue el señor Octavio.
- Pero es queÂ… ¿usted no lo sabÃa?... Octavio falleció hace un mesÂ…
Esos cinco minutos de charla bastaron para que la leyenda del cuidador que sigue cuidando aún sin vida comience a abrirse paso en el barrio y asà llenar las bocas hambrientas de nuevas historias colmadas de misterio y, por qué no, cierto terror…
Una extraña dama... Pero estas no son las únicas leyendas susurradas en las cercanÃas del Cementerio lomense. Choferes de las lÃneas 277 y 318 de colectivos, que circulan por la zona, aseguran que hace algunos años se corrÃa el rumor de que algunos trabajadores de la empresa habÃan visto el espectro de una mujer vestida de blanco cuando el recorrido los llevaba a tomar la avenida MartÃn RodrÃguez, sobre la que se encuentra la entrada principal al campo sagrado.
“Dicen que un chofer un dÃa la subió, tenÃa el pelo largo y rubio hasta la cintura. Pagó el boleto y se fue a sentar al fondo. Cuando el chofer miró por el espejo retrovisor vio que la mujer flotaba”, cuenta Rafael (58), ex colectivero de la 318.
Allà termina su relato. No obstante, como bien decÃa Barrantes, él es sólo un eslabón en la cadena de versiones. Hay quienes aseguran que varios colectiveros que pasaron por el lugar y decidieron no pararle igualmente vieron el fantasma de la blonda mujer flotando en la parte trasera del vehÃculo.
El contexto no podrÃa ser más apropiadoÂ… espacio donde descansan los restos de aquellos que ya no forman parte del mundo de los vivos. Según los especialistas, en la mayorÃa de los casos las leyendas urbanas se basan en los miedos más comunes de los seres humanos y, por supuesto, el tema “muerte” es el que encabeza la lista.
“Casi todos estos relatos se basan en miedos, en advertencias, son un trasfondo profundo respecto a los temores más comunes de la gente y, en ese plano, abarcan los grandes temas como lo desconocido, lo que vendrá, pero sobre todo la muerte”, apunta VÃctor Coviello, escritor, publicitario y coautor del libro “Buenos Aires es Leyenda” en diálogo con Info Región.
El billar fantasma. Ni los trabajadores de Lomas enrolados en la CTA conocen la historia que, por muchos años, circuló en torno al local que hoy es utilizado por ellos pero que en algún momento, hace más de medio siglo, fue un espacio lúdico y un punto de encuentro para cientos de vecinos del distrito.
AllÃ, en la esquina de Fonrouge y Pueyrredón, se erigÃa el “Bar Billares” -la fachada del centro sindical conserva el fileteado de sus paredes- que tras muchos años de tener sus puertas abiertas al público debió cerrar.
El resto lo cuenta Barrantes: “El bar estuvo mucho tiempo cerrado, con las cortinas bajas y oxidadas, las paredes descascaradas, pero aún se mantenÃa el cartel ‘Bar billaresÂ’, como si el lugar nunca hubiera desa- parecido. Justamente, dice la leyenda que los vecinos que pasaban por las puertas del billar abandonado aseguraban oÃr ruidos en su interior. Pero no cualquier ruido, decÃan que se escuchaban voces, el sonido de los cubiertos, de las copas y hasta del golpe de las bolas de billar. Esto conmocionó a todo el barrio y, como el barcito tenÃa muchos años y la mayorÃa de las personas que se juntaban allà habÃa muerto, se llegó a sostener que eran los espectros de quienes lo visitaban en vida los que se seguÃan juntando en el bar para seguir tomando su copa y dándole el taco y la tiza”.
Los ojos ciegos bien abiertosÂ… Nadie desconfÃa de un ciegoÂ… Los vecinos de Banfield tampocoÂ… Allà es donde tiene lugar la próxima historia, más exactamente en la intersección entre la conocida y transitada Maipú y Pueyrredón y de ahà hasta el cruce con la calle Peña.
Según se comenta, en esa esquina y en las cuadras comprendidas entre esas calles suele vagar un cieguito en busca de algún solidario que lo ayude a cruzar la calle. Esa será su próxima vÃctimaÂ… dicen que a mitad del asfalto el ciego aprieta la mano de su lazarillo, lo mira a los ojos con sus cuencas vacÃas y desaparece, dejándolo indefenso frente a una serie de automovilistas que nunca notaron su presencia en medio de la calle.
“Cuando la persona siente que el ciego lo frena, aparentemente con una sonrisa siniestra el ciego lo mira y se esfuma y, en su lugar, aparece un camión, colectivo o auto que pone fin a la vida del solidario”, relata Barrantes y agrega: “Esta historia de Banfield respeta uno de los principales basamentos de las leyendas urbanas ya que suelen tener protagonistas que se encuentran con las defensas bajas, en este caso por lástima hacia el pobre ciego”.
Sin destino ni conductorÂ… Nadie quiere conducirloÂ… nadie se acerca al interno 74 de la lÃnea 306 de colectivos. ¿El motivo? Dicen que está embrujadoÂ…
“Hace muchos años que se rumorea que esa unidad hace ruidos por la noche, que prende las luces y hasta toca el timbre, muchos chóferes lo escucharon. Yo mucho no creo, aunque un dÃa, hace ya unos cuantos años, llegué y de la nada descubrà que tenÃa un vidrio roto”, cuenta Norma, que trabaja en la estación de la empresa.
El vehÃculo de la lÃnea 306, que tiene su recorrido por San Justo, Puente La Noria, Ezeiza y Spegazzini, está estacionado hace años en un galpón de esta última localidad -de donde parten los colectivos- sin ser utilizado. A muchos les parecerá absurdo e irrisorio, lo cierto es que hasta el momento nadie se anima a ser su choferÂ…
Un angelito bajo el Arco de Calzada. Aseguran que son pocos los que lo han visto… aquellos que se lo cruzaron al costado del arco de Rafael Calzada dicen que es tan sólo un nene de no más de 8 años… que lleva una pelota y pantalones cortos… lo rodea un aura extraña…
Info Región se enteró de esta historia por medio de “Polaco”, un camionero de 44 años que vio la figura blanquecina del pequeño tres veces en la lateral derecha del arco de Rafael Calzada con mano a las vÃas.
Si bien los comerciantes y vecinos de la zona aseguraron no tener conocimiento de la leyenda ni recordar algún accidente en el que haya muerto un niño de esa edad en el lugar, el relato del hombre es suficiente para causar escalofrÃos a quien la escuche.
“Siempre cruzo el arco cuando viajo al interior, la primera vez que lo vi iba solo, serÃan las once y media de la noche, fue en el año 1993, era invierno y la avenida San MartÃn estaba muy poco iluminada. De repente se me cruzó una pelota bajo el arco y frené. Un nenito de 7 u 8 años se acercó a agarrarla, no tuve tiempo a preguntarme qué hacÃa un chiquito solo a esa hora de la noche en medio de una avenida porque cuando me detuve a observarlo me di cuenta que no era real, que era como una especie de espÃritu. Cuando volvió a la vereda desapareció”, relata Polaco, que vive en José Mármol.
La leyenda del fantasma del niño fallecido en ese paso es muy conocida entre los camioneros de la zona, pero este medio tuvo el privilegio de escucharla de boca de alguien que lo vivió de cerca. “La segunda vez que lo vi, a los pocos meses, el nene estaba al costado del camino con la pelota en la mano. Sentà que me miró fijo y cuando observé por el espejo habÃa desaparecido”, relata el hombre para luego pasar a la parte más misteriosa del relato: “Se lo conté a mi familia y a mi papá, que también es camionero y dijo haberlo visto alguna vez. Mis compañeros de trabajo habÃan escuchado la historia pero nunca lo habÃan visto. El próximo viaje lo hice acompañado de uno de ellos. Esa fue la tercera y última vez que lo vi, mirándome fijo a los ojos. Le pregunte a mi compañero si lo habÃa visto y su respuesta fue ‘noÂ’. Creo que fue el ‘noÂ’ más increÃble de mi vida…”
El “Nahuelito” bonaerense. Según Barrantes, no todas las leyendas son puramente terrorÃficas, también están aquellas que tienen su toque de humor y que incluso llegan a rozar el absurdo, generalmente son aquellas que se extienden con mayor rapidez entre quienes las escuchan.
“Hay leyendas que tienen tintes cómicos, bizarros y hasta absurdos, como el del enano vampiro (ver recuadro “Las más populares”). Acá en la zona, sin lugar a dudas la más irrisoria es la del sapo gigante de San Vicente”, introduce el escritor.
Se trata de una versión sureña del famoso “monstruo del pantano” pero en la laguna de San Vicente. Aunque suene increÃble, la leyenda de Vicentico –tal como se bautizó a la criatura- cobró vida tras una noticia publicada en el diario La Razón en los años ´70.
“A partir de esa publicación en la que se hablaba de un monstruo y se denunciaban movimientos y ruidos extraños en la laguna, empezaron a surgir más testimonios que decÃan que en ella habitaba un sapo de grandes dimensiones, suficientes como para ser considerado un monstruo de temer, al estilo Nahuelito. Uno de los testimonios describe a Vicentico con la forma y el tamaño de un fitito”, cuenta.
Mitad hombre, mitad felino. Sin ningún lugar a dudas es una de las leyendas más extendidas en el sur del conurbano, sólo basta preguntarle por ella a algún vecino de Esteban EcheverrÃa para comprobarlo.
Es que si bien esta historia -como la mayorÃa de ellas- tiene un origen difÃcil de precisar, se destaca por algo especial: en los años ´80 generó una verdadera ola de psicosis y temor.
Se trata del famoso “Hombre gato”, un supuesto delincuente que solÃa atacar a sus vÃctimas saltando desde las copas de los árboles, de allà su apodo felino.
“DecÃan que estaba por Monte Grande, Guillón, El Jagüel y Ezeiza y que era invulnerable porque se escondÃa en los árboles y te saltaba encima. Muchos aseguran haberlo visto por las vÃas de Cervetti. La historia salió hasta en los diarios”, apunta a este medio Diego MartÃnez, vecino de Luis Guillón.
Ahora ya casi ni se habla del famoso “hombre gato” que hace sólo 20 años aparecÃa en periódicos amarillistas e incluso en las famosas placas rojas de Crónica TV acusado de cometer robos y violaciones en todo el Conurbano bonaerense.
“SalÃas y entrabas de tu casa con temor, caminabas mirando para arriba por miedo a que te salte de algún árbol. Realmente en ese momento todo el mundo estaba atemorizado por el hombre gato, aunque nunca se supo si existió, si era un delincuente de carne y hueso o un ser sobrenatural”, apunta Alicia, que vive en el barrio porteño de Villa Lugano, lugar donde la leyenda también provocó eco, al igual que en la localidad bonaerense de Villa Celina e incluso en la ciudad santafecina de Rosario. Sin embargo, fue en la zona sur del conurbano donde provocó verdadero pavorÂ…