Casa MANU, nacida del dolor para trabajar por el futuro


Existen en el mundo centenares de asociaciones sin fines de lucro dedicadas a colaborar y ayudar a todos aquellos que padezcan alguna necesidad por enfermedad o pobreza y en la región se destaca el hogar “Casa MANU” (Mucho Amor Nos Une), que recibe chicos de diferentes edades con SIDA o propensos a contraer el virus. Está ubicada en Fernando del Toro 371, en Monte Grande.

“Es un pequeño hogar convivencial que no aspira en número a crecer mucho más; en este momento hay 13 chicos, derivados por la Secretaria de Promoción y Protección de Derechos de Infancia, algunos con diagnósticos ya definidos de VIH y otros propensos a tenerlo, que es el caso de los bebés que son hijos de padres que tienen el virus”, contó Silvia Casas, la fundadora del hogar MANU, en diálogo con Info Región.

Lo cierto es que en esta asociación resplandece el amor: “Algunos llegan en estadío de SIDA, situación que es altamente comprometida pero que hoy gracias a todo lo que podemos hacer, desde lo clínico, el acompañamiento y lo socioafectivo, el chico puede tener la misma vida que cualquier otro, teniendo recaudos que también tiene cualquier otro chico”, expresó Casas.

¿Cómo nace MANU? “De una historia de vida, que es la de Manuel, que fue mi primer hijo del corazón. Él nació con VIH en el año 90, donde no se sabía nada de lo que se avanzó ahora. Su condición se fue complicando y a los 8 años falleció. Frente a ese golpe tan fuerte tenía dos caminos: la primera, quedarme paralizada por el dolor; y la segunda, tratar de ejercer un efecto motivador y entender que la historia de Manuel no se terminó sólo porque había pasado por nuestra vida. Y nosotros optamos por lo segundo”, señaló la fundadora

En ese sentido, explicó que sabían que tenía VIH. “En ese momento no se entendía lo que era, que había que tener cuidado en todo, se hablaba de ´la peste rosa´. En un principio dijeron que viviría cuatro meses y lo hizo por ocho años, en los cuales fue a la escuela, subió árboles, jugó a la pelota, fue amado y valorado como persona”, relató. Cabe resaltar que ella y su pareja fueron los primeros en la Argentina en adoptar a un chiquito con VIH-SIDA.

Durante la entrevista, Silvia no dejó de repetir que los chicos con VIH pueden hacer las mismas cosas que cualquier otro y remarca que deben ser valorizados, amados y respetados.

“En este hogar, es más complejo poder revertir todos otros daños socio-afectivos que normalizar su estadía como niño con VIH. Con una buena adherencia al tratamiento, enseñarles a tomar el medicamento, que quieran su vida, que tengan una buena alimentación, con cariño y contención creemos que podemos hacerlo”, sostuvo.

“Hay muchas cosas que traen desde sus raíces que no es el VIH y deja muchísimas marcas más graves que su condición de tener el virus. Eso es el daño social. La discriminación desde los propios, de lo que han tenido, desde papás y mamás que no lo han podido atender, que seguramente no adhirieron a su tratamiento, maltrato físico y psicológico, abandono desde lo nutricional alarmante, y todo eso no es la enfermedad, sino que tiene que ver con cuestiones socio-afectivas de los que estuvieron a cargo de esos chicos y no supieron o decidieron no hacerlo”, apuntó la fundadora de Casa MANU.

La charla seguía su rumbo, mientras que los más chicos miraban con suma atención el partido que televisaban del Mundial de Sudáfrica. “Van todos al colegio. A algunos les cuestan más que a otros, pero es como a todos. Nosotros les ponemos límites con las materias y los felicitamos cuando les va bien, es como cualquier otra casa”, detalló.

Pero además de la escuela, los chicos tienen más actividades. “Asisten a turnos de psicología, psicopedagogía, ya que vienen con problemas desde la casa”, comentó, restándole responsabilidad a la enfermedad.

En ese sentido, explicó que tienen que “armar una historia al momento en que los niños llegan, no sólo de lo afectivo, sino con respecto a su patología. Son chicos que recibieron un tratamiento durante tres meses y se lo cortaron, después vuelven y hacen lo mismo y así sucesivamente. Esto después hace que el virus genere cepas más resistentes y, entonces, hay que preparar un coctel que pueda ir equilibrando todas esas veces que paso”. “Todo ese acomodamiento lleva cerca de un año y medio, y siempre pasa algo que es sistemático: vienen en condiciones muy malas y ven que acá comen todos los días, se pueden bañar siempre, hay mimos, abrazos, caricias y besos, y lo primero que pasa es colapsar, porque el pibe se relaja de tal manera que colapsa inmunológicamente; es decir, que se agarran alguna enfermedad, como problemas en la piel. Además hay que generar un vínculo, para que ese chico tenga ganas de tomar los medicamentos”, apuntó.

Cabe destacar que los chicos del hogar se manejan como hermanos, porque la fundación se encarga de que se sientan en familia y así trabajan. “Las relaciones es lo más parecido a los hermanos, con la diferencia que son 13. Acá lo que se vive es muy parecido a los de una casa, abundan las frases de ´me peleo´, ´mi amigo´, ´me saca´, ´me molesta´, pero después van todos juntos al hospital, se preocupan por ellos”, añadió.

Diego Salamone, colaborador del hogar en el área de comunicación y recaudación de fondos, se unió a la charla y explicó el objetivo principal de MANU: “Es que el chico no se quede para toda la vida acá, sino que se reinserte con su familia; otros tantos son adoptados. Nosotros acompañamos ese camino. Esto no es un deposito de pibes, acá se los prepara para que tengan un proyecto de vida, que estudien y hagan actividades”. “Es muy feo cuando se van, ya hubo 13 niños y niñas que se fueron en guarda con fines de adopción, con familias que nosotros le propusimos a la Justicia”, relató.

Claro está que esto es producto de una persona que decidió no quedarse solamente con el dolor y el recuerdo que Manuel le trajo a su vida, sino que desde el primer momento supo que tenía que trabajar para que estos chicos puedan tener un futuro y una calidad de vida igual a la de sus pares. Por eso mismo, los proyectos de Silvia no terminan allí, sino que por estas horas construyen una casa “más grande y cómoda” para abrigar a los pequeños. “El 4 de julio se cumplieron cuatros años desde que compramos el terreno y la construcción empezó en diciembre”, detalló. Casa MANU realiza peñas, asados y ferias americanas para juntar fondos y poder hacer realidad esta iniciativa solidaria.

“Nos hacemos cargo de problemas de un Estado ausente. A veces, las instituciones estamos tan solas que tenemos que ingeniárnosla para que todo siga funcionando”, señaló la fundadora.

Y agregó: “Dependemos de la comunidad que toca el timbre y te deja el yogurt para la semana o las toallas para la cocina; de empresas, de fundaciones, de las cadenas de mail, donde las realizamos cuando necesitamos un medicamento y, de repente, aparece uno que lo leyó y lo trae”.



Buscan voluntarios. “Estamos buscando gente para que pueda cubrir el voluntariado de la noche, donde se quedan dos mujeres por noche. No arrancan solas, sino que acompañan a una de las chicas que hace rato están, para poder ir capacitándose. Se les da un taller para que sepan también sobre la temática”, explicó. Y resaltó que “MANU no podría mantenerse en pie si no fuese por los voluntariados”. Quienes estén interesados, pueden comunicarse con el hogar al mail informes@casamanu.org.ar o ingresar a www.casamanu.org.ar