El Pozo de Banfield es un Centro para la Memoria


El Pozo de Banfield fue convertido hoy en un centro para la Memoria, la Verdad y la Justicia. Se trata del centro clandestino de detención que funcionó durante la última dictadura que también era llamado “la maternidad”, debido a la gran cantidad de partos que se registraron allí.

Del acto formó parte la secretaria de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, Sara Derotier de Cobacho; el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde; además de funcionarios provinciales y locales. También participaron representantes de Madres de Plaza de Mayo y la agrupación H.I.J.O.S. El cantautor Víctor Heredia cantó para los cientos de personas que se acercaron al histórico acto.

“No nos queda más que pedir perdón en nombre del Estado de derecho que fue garante de la impunidad”, expresó Insaurralde durante el acto que se realizó en la puerta del centro clandestino que fue cedido a la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires para su conservación. El Pozo fue epicentro de la trágica “Noche de los lápices” en 1976. Es por eso que el anuncio de la recuperación se hace hoy, en un nuevo aniversario de la fatídica noche.

Vale aclarar que si bien se hizo un anuncio formal, el edificio donde funcionó El Pozo no puede ser refaccionado ya que está involucrado en una causa por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura. El edificio está vacío y sirve como prueba.

El centro, que funcionó durante la última dictadura militar, fue uno de los más importantes de Buenos Aires. El edificio, ubicado en la esquina de las calles Siciliano y Vernet, pertenecía a la Brigada de Investigaciones de Banfield y dependió del Regimiento de Infantería Mecanizada Nº 3 del Ejército Argentino.

Una de las características distintivas del Pozo de Banfield fue el gran número de embarazadas vistas allí, como así también la cantidad de partos que se produjeron en ese lugar. Embarazadas detenidas en otros establecimientos policiales o militares, eran trasladadas a ese centro clandestino de detención cuando se encontraban a punto de dar a luz.

Las condiciones de detención y el trato hacía ellas no difería en gran medida de las del resto de los detenidos desaparecidos, eran sometidas a golpes, torturas físicas y psicológicas. Durante el período de gestación eran controladas por sus propios compañeros de detención y por el médico policial Jorge Antonio Bergés, quien como único médico policial dependiente de la Dirección General de Investigaciones circulaba por los diversos Centros Clandestinos ocupándose de la atención médica de los detenidos salvajemente heridos en las torturas y en los operativos de secuestro, como de las revisaciones periódicas de las mujeres embarazadas y la asistencia de sus partos.

Cuando el alumbramiento era inminente, las embarazadas eran conducidas a una sala ubicada en el primer piso que funcionaba como enfermería. Allí, esposadas a una camilla y sin las más mínimas condiciones de asepsia, las mujeres daban a luz entre los insultos de Bergés y el personal de guardia. Inmediatamente después del nacimiento, las parturientas eran obligadas a limpiar la enfermería. Instantes después les arrancaban los hijos de sus brazos con diferentes mentiras y ellas regresaban a la celda sin ellos. En ocasiones, y como parte de la práctica perversa que llevaban a cabo, algunas madres se les hacían llenar papeles o planillas con sus datos personales y de su familia, o firmar supuestos permisos para bautizar a sus hijos.

Este centro clandestino de detención también era utilizado como "hospital" para la atención de los heridos provenientes de otros centros. Era también Bergés el encargado de la atención médica de los mismos.