El Pozo de Banfield es ahora un espacio para la Memoria


En el marco del 34to aniversario de “La Noche de los Lápices”, El Pozo de Banfield se convirtió en un centro para la Memoria, la Verdad y la Justicia. El emotivo acto en el que se formalizó la decisión se realizó en el exterior del centro clandestino de detención, ya que el edificio –de Vernet y Siciliano- es considerado prueba en una causa por violaciones a los derechos humanos. Si bien se había anunciado la presencia de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en el acto, la mandataria finalmente no asistió.

El 24 de marzo de 2006, a 30 años del golpe, el Ministerio de Seguridad inició el trámite de cesión a favor de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, pero hasta ayer no se había determinado qué función iba a cumplir. Hoy, se trata de un flamante Centro para la Memoria, la Verdad y la Justicia.

Durante el emotivo acto de ayer, la titular de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, Sara Derotier de Cobacho, resaltó las políticas y juicios a represores que comenzaron a partir de 2003.

“Estamos homenajeado a chicos, pero que eran hombres en los pensamientos. Su lucha les costó la vida”, aseguró Sara, que también se preocupó por recordar a Julio López, quien desapareció el 18 de septiembre de 2006 luego de declarar en el juicio en el que se condenó por “genocidio” al represor Miguel Etchecolatz.

Derotier de Cobacho estuvo detenida y contó que cuando fue liberada se sentía “sola”, sensación que la envolvió hasta 2003. “(Ese año) surgió una luz de esperanza y empezamos a querellar al Estado terrorista”, destacó la funcionaria. Y reclamó: “Queremos que la Justicia juzgue y condene a los genocidas”.

Por su parte, el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, admitió que “no hay palabras que describan el horror” que se vivió durante los años de plomo. “Debemos pedir perdón en nombre del Estado de derecho por haber sido garante de la impunidad”, expresó ante las cientos de personas que se acercaron para presenciar el momento en que El Pozo se convirtió en un centro de la Memoria.

En sintonía con lo expresado por Derotier de Cobacho, el jefe comunal advirtió que “por primera vez hay justicia en serio: juicio y castigo. Nadie puede volver a asesinar en nombre del estado”. Calificó, en ese marco, como “invalorable” el aporte de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en materia de Derechos Humanos.

Además del Intendente y la Secretaria de Derechos Humanos estuvieron Miriam Medina, madre de Sebastián Bordón; la representante de la agrupación HIJOS Juana Campero; y Marta Ungaro, hermana de Horacio –quien fue desparecido en 1976 durante La Noche de los Lápices.

También asistieron la senadora provincial Viviana Arcidiácono, el titular del Concejo Deliberante de Lomas, Santiago Carasatorre; la representante de Madres de Plaza de Mayo Carmen de Guede; el presidente del Consejo de Juventud de la provincia de Buenos Aires, Santiago Carreras; y Osvaldo Papaleo, ex secretario de prensa de Isabel Perón y protagonista en el conflicto entre el Gobierno y los grupos que se apropiaron de Papel Prensa durante los años de plomo. Unas dos mil personas se acercaron a Banfield para participar del día histórico; entre ellos, representantes de la agrupación H.I.J.O.S., la Juventud Peronista y el Movimiento Evita.

Tras las emotivas alocuciones, alumnas del Colegio Redondel de Lomas de Zamora realizaron una coreografía y el cierre estuvo a cargo del cantautor Víctor Heredia. El artista, siempre comprometido con la realidad social, entonó algunos de sus clásicos y emocionó a todos.

“El Pozo” fue uno de los centros de detenciones más importantes de la provincia de Buenos Aires, pertenecía a la Brigada de Investigaciones de Banfield y dependió del Regimiento de Infantería Mecanizada N°3.

El predio también era conocido como “La Maternidad de la dictadura” porque un gran número de mujeres embarazadas detenidas fueron trasladadas y dieron a luz en ese lugar. A pesar de su estado, las prisioneras sufrían torturas físicas y psicológicas, como los demás secuestrados.

El lugar estaba regenteado por el médico policial Jorge Antonio Bergés, quien, en su condición de médico policial dependiente de la Dirección General de Investigaciones, se encargaba de verificar el estado de las embarazadas, así como brindar asistencia a los detenidos que eran gravemente golpeados.

Cuando llegaba el momento del parto, las mujeres daban a luz en una camilla ubicada en una sala del primer piso del edificio que funcionaba como enfermería. Las parturientas estaban esposadas a la camilla y sin las más mínimas condiciones de asepsia.

Luego del parto a las madres se les quitaban sus hijos, con diversas mentiras y eran regresadas a sus celdas. En algunos casos, se les hacía llenar planillas con permisos para bautizar a sus hijos.