Historia y belleza que resisten el embate del tiempo


Casi como buscando esconderse del correr del tiempo, el magnífico castillo ubicado en la esquina de de las calles San Martín y Castelli, en Banfield, guarda entre sus paredes más de un siglo de historia, desde que fue construido y habitado por la familia Rezzano, una de las más adineradas de la época y dueña de numerosas propiedades en la zona.

Las delicada pieza arquitectónica quedó en manos de un único heredero, y oculto entre nuevas casas y construcciones que se fueron erigiendo a su alrededor. Desde la vereda, sólo se ven sus torres y balcones, que en algún momento dispararon fantasías, y fueron escenario de imaginadas historias de terror y de hadas.

Pero éste no es el único caso en la región, donde aún quedan en pie varias casonas históricas que se construyeron entre mediados del Siglo XIX y la mitad del XX, y que aún adornan los ya urbanos paisajes de Lomas de Zamora, Almirante Brown y Esteban Echeverría.

En Banfield, otro castillo persiste el correr de los años en el cruce de Larroque y Carlos Crocce. Pintado de un naranja desteñido que deja ver su desgaste y las marcas del tiempo, se estima que fue construido a principios del 1900.

De su origen, poco es lo que se sabe, pero en sí puede afirmarse que en el presente sigue conservando su belleza: desde su mirador se puede tener una vista larga de Banfield. Lo que en su tiempo supo ser una casa de familia, ahora es una propiedad alquilada donde se construye y se venden juegos y casas infantiles de madera.

“La mayoría de estas construcciones pertenecían a familias adineradas, que quizás no residían en ellas sino que las utilizaban como quintas de veraneo, algo bastante habitual en Temperley, Adrogué y Lomas”, explicó a Info Región el historiador lomense Norberto Candaosa.

Otra construcción maravillosa es la antigua “Quinta de los Leones”, que hoy comparte parte de su terreno, ubicado en Las Heras y Alvear, con el Hogar de Niños Pereyra, y que conserva la estructura original e incluso algunos muebles de aquella época. Erigida “alrededor de 1850” quien la visite podrá apreciar aún su amplia galería, sus enormes columnas, y su nostálgico aspecto colonial.

Pero no todas han corrido la misma suerte: si bien al caminar por la calle Alem también pueden verse muchas viviendas de fascinantes características –la mayor parte de estas de estilo inglés-, también puede notarse que la mayoría fue refaccionada o empleada para otros usos que no son el habitar de una familia.

“Muchas han sido convertidas en bingos, templos, no solamente en Lomas sino también en Avellaneda y Lanús”, apuntó Candaosa.

Otras, directamente, como la que se encontraba sobre la calle Vergara, casi en la esquina de Chacabuco, fueron demolidas pese al reclamo de los vecinos que pujaban porque fueran conservadas.

Tal vez por esto, a fines de febrero el Concejo Deliberante de Lomas de Zamora aprobó una ordenanza que fija que la demolición de edificaciones anteriores a 1960 tiene que ser estudiada por una comisión, algo que de todos modos no termina de tranquilar a organizaciones vecinales como Fuenteovejuna, de Banfield, que trabaja entre otras cosas por la preservación de la identidad barrial.

“Se van a tener que crear mecanismos, como un control ciudadano sobre las decisiones, porque si no se actúa con profesionalismo y decencia esto se puede prestar a decisiones discrecionales”, evaluó Gustavo Di Leo, integrante de la asociación en diálogo con este medio.

En las calles de Esteban Echeverría, en cambio, muchas de las casonas que siguen en pie conservan su estructura original, aunque transformadas en bares, restaurantes, u otro tipo de negocios.

Es el caso de “La Zaida”, ubicada en Dardo Rocha y Dorrego, donde hoy funciona el restaurante La Quintana. Pese a haber devenido en un local comercial, conserva la forma y la fachada que le dio el prestigioso arquitecto Alejandro Bustillo –el mismo que diseñó la sede central del Banco Nación frente a la Plaza de Mayo. Como quinta, existe desde 1903 aunque la casona data de 1934.

“En el Código de Planeamiento está contemplada la conservación de los viejos edificios históricos, de hecho hay un antecedente es el de la casona donde funciona La Quintana. Si bien se autorizó y se habilitó que desarrolle allí un local gastronómico, se exigió que se respete la estructura original del edificio”, señaló en diálogo con Info Región el secretario de gobierno de Echeverría, Alberto Auruccio.

En Echeverría conviven tanto las casas quintas como las antiguas casonas. Sobre la avenida Nuestras Malvinas al 900, persiste una construcción que data de 1930 y que fue en un primer momento la casa de la familia Perrone, conocida como “La Quinta Perrone”.

“Esto viene de la época en que Monte Grande era un lugar de fin de semana, se caracterizaba por el clima, acá venia gente a curarse de enfermedades respiratorias. Era un lugar de casas quintas”, aseguro a este medio Carlos Farina, docente y creador de la pagina “Monte Grande Ayer”.

En la intersección de Independencia y Sarmiento –a unos 25 metros sobre Sarmiento- también existe todavía una finca –antes llamada “La María Lola”, que data de principios del Siglo XX, y que fue la el lugar donde vivió Luciano Valette, vecino de Monte Grande que integró la primera comisión argentina a la Antártida.

Pero sin dudas que uno de las construcciones más emblemáticas y bellas de la región es la estancia “La Sofía”, propiedad de la familia Santamarina, y bautizada así en honor a la esposa de Enrique Santamarina. En pleno Siglo XXI conserva su estructura original, sus escaleras, sus balcones, su capilla, su aljibe y su campanario.

“Está escondida totalmente por los árboles y no creo que sea algo casual”, marcó Farina. Reliquia del pasado, en medio de la gran ciudad.