“Para ser un buen actor, hay que ser un gran espectador”


Juan Manuel Tenuta nació en la ciudad de Fray Bentos, Uruguay. Describe su pueblo natal como una “Babilonia” de la posguerra, con el encuentro de múltiples colectividades, idiomas y religiones. En ese contexto heterogéneo y multicultural nació su amor por el teatro. A los siete años participó de una obra y ese fue su bautismo de fuego. Luego fue convocado para todos los papeles de niños que surgieran, cuando lo llamaban “Nino” y era un pequeño inquieto y observador que un día aterrizó en Buenos Aires, donde los días de reparador de calzado convivieron con las noches que hacía de “claque”, aplaudidor profesional.

Fue titiritero, marinero, fundó los sindicatos de mecánicos y metalúrgicos en Uruguay, conoció a Marcello Mastroianni, Alejo Carpentier y Pablo Neruda. Viajó por toda Suramérica, donde convivió con pueblos originarios. Interesado en la historia y la política, Tenuta es un actor comprometido. En esta entrevista con Info Región brindada en su casa de Palermo, habla de sus comienzos sobre las tablas y de la actualidad, que lo tiene como uno de los protagonistas de la obra “Agosto”, donde comparte cartel con Norma Aleandro y Mercedes Morán.

-¿Qué recuerdos de la infancia en Uruguay atesora?

-Tengo entrañables recuerdos de mi infancia, porque tuve el privilegio de nacer en esa ciudad, Fray Bentos, sobre el río Uruguay, que tenía el frigorífico “Anglo”, el cual abastecía a muchos mercados europeos. Recuerdo que llegaban barcos de ultramar y desde allí salía mercadería de Brasil, Argentina y Uruguay para Europa. En ese lugar viví once años, conviviendo con esa “Babilonia”, era la única ciudad del Uruguay y de América con ese conglomerado de razas, costumbres y religiones. Vivía frente a una plaza, con una gran vida cultural y un teatro. Asistía permanentemente desde niño a las celebraciones de las distintas colectividades que festejaban sus días patrios.

-¿Cuál fue la influencia familiar?

-Aprendí de mis padres y abuelos la solidaridad y el amor a la gente. Recuerdo la sutileza de mi mamá, tenía cuatro años y me decía: `Cuando veas un extranjero pasar por casa sonreíle, porque es darle la bienvenida al pueblo´.

-¿Cómo nació el amor por la actuación?

-Era el payasito del pueblo y de la escuela, a los siete años me invitaron a participar en un papel importante de una obra que hablaba de dos caudillos hermanos, uno blanco y el otro colorado que mantenían una disputa por la guerra civil de 1905. Tenía un papel importante, era el hijo de uno de ellos. Ese estreno fue tan importante que cuando terminó la obra el director de la escuela me alzó sobre sus hombros y nos acompañó hasta mi casa. Los amigos del pueblo me aplaudían y me gritaban “Vamos Nino”. Ahí me di cuenta que quería ser actor.

-¿Cómo se desarrolló esa vocación?

-Yo era figurita repetida en los dos teatros de Fray Bentos. A los once años fuimos a vivir a Montevideo, y allí seguí trabajando. A los catorce vine a Buenos Aires a vivir solo, unos primos hermanos me alquilaron un altillo en Alem y Corrientes, donde fui “claque”, el que aplaude en todas las funciones. De día aprendía el oficio de cortador de calzado. Ser claque fue una gran escuela, estaba todas las noches en el teatro. Para ser actor, hay que ser un gran espectador. También fui un gran espectador de la vida que fluye, del barrio. Pero me quería perfeccionar, hasta el día de hoy me considero un alumno de teatro.

-¿Cómo se involucró con el teatro independiente?

-En el bar de Sarmiento y Libertad, donde iban todos los actores. Ahí aprendí a jugar a la Generala y a discutir de política. Todos estábamos a favor de la Revolución Española. Ya venían los primeros inmigrantes, traídos por Pablo Neruda. El teatro era una especie de militancia. A los 16 años me metí en el teatro independiente uruguayo.

-Siempre con una preocupación por lo social…

-Sí, en Uruguay fundé dos sindicatos, mecánicos y metalúrgicos. También estuve dos años de marinero, en el Pacífico y en el Atlántico. Fui titiritero. Estuve en Bolivia, siempre muy interesado por el mundo de los pueblos originarios.

-En esa época trabajó con Pablo Neruda…

-Neruda iba mucho a Uruguay, donde tenía muchos amigos, venía a visitar a Rafael Alberti y a todos los exiliados españoles. A Neruda le gustó tanto el espectáculo de títeres que hacíamos que nos invitó a Chile, donde me quedé tres años trabajando junto al poeta.

-Tuvo una larga trayectoria en el cineÂ…

-Hice 83 películas. La última es “Andrés no quiere dormir la siesta”, es una historia ubicada en Santa Fe, en el año 1973, y los ojos de un niño de ocho años mirando esa época. Trabaja Norma Aleandro y un elenco muy lindo. La película fue dirigida por Daniel Bustamante.

-¿Cómo se siente en la obra Agosto?

-Es una obra extraordinaria. Vivo todas las noches emocionado. Hace un año que la estamos haciendo, a teatro lleno. El público no aplaude, sino que ovaciona, se pone de pie.

-¿Hay algo que le haya quedado pendiente?

-Tantas cosas… quería absorber todo yo. Me enriquezco con la vida de todos. Me debo a la gente que me educó y me formó. Me quedó pendiente ser educador de teatro. Y me apasiona la historia y la política.

-¿Cómo ve la actualidad de los medios?

-Estoy a favor de la Ley de Medios, y los obstáculos que existen tienen que ver con los resabios de los años 90 y del Proceso. Por otro lado, creo que se tiene que terminar la crispación, tenemos que volver al diálogo. Un político que no piense como yo es mi adversario, pero no un enemigo. Enemigos son los antisemitas o fascistas declarados.