“Mi compromiso es cómodo, valiente era Rodolfo Walsh”


Desde tiempos remotos los cantores populares fueron la expresión de las penas y alegrías de su gente, y más temprano que tarde los medios de su época los fueron arrojando al olvido. Payadores que con cifras, milongas y rimas improvisadas abordaban con su poesía desde el amor hasta temas sociales, corrieron la misma suerte y hoy son casi una cultura de resistencia. El presente no es distinto para muchos de los trovadores vernáculos, aun aquellos que han compuesto canciones que canta el país o que se entonan hasta en estadios de fútbol. El cantautor Ignacio Copani, que logró reconocimiento con temas como “Cuantas minas que tengo” y “Lo atamo con alambre”, fue desde fines de los `80 un cronista que con ritmo, pasión y humor cantó distintas realidades de nuestro país. Hoy intenta desde el arte bucear la identidad y siente en carne propia el achique de los espacios. El cantor de lo “suburbano”, como se define, recibió a Info Región en su casa y habló a fondo de su nuevo disco “Hoy no es 2 de abril” y su canción para Evita; opinó sobre la televisión, la cultura y los medios en la actualidad y dijo que quiere seguir trabajando para “hacer algo mejor cada día”. Ignacio, como un payador, con melodía y verso, le hace gambetas a la tilinguería para que el olvido quede pagando.

-¿Es cierto que hay incertidumbre sobre el lugar donde nació?

-Nací de casualidad en una clínica de Villa Lynch en la provincia de Buenos Aires, casi nadie lo sabe. Mi viejo me anotó en Capital porque le parecía que tenía más nivel pero en realidad soy de un pueblo del sur de Santa Fe, mi mamá había venido acá a parir porque mi viejo tenía una fábrica de aceite. El pueblo se llama Pavón Arriba, a 30 kilómetros de Rosario, pero enseguida nos mudamos a Ramos Mejía, así que soy más bonaerense que otra cosa. Mi estilo como artista y como persona tiene más que ver con lo suburbano. No podría ser de San Isidro ni de la parte inglesa de Adrogué.

-¿En qué momento se manifiesta su pasión por la música y la composición?

-Desde que me acuerdo había una guitarra en casa que empuñaba un tío y a mí me parecía un ser luminoso, distinto. Así que a la guitarra siempre la miré con mucha admiración. Cuando tenía 8 años llegó una academia a mi barrio y fuimos casi todos los pibes a estudiar guitarra y acordeón a piano que estaba de onda en esa época. Me acuerdo de mi hermana que practicaba la digitación del piano en casa con una cartulina con el dibujo del teclado. La primera canción que me enseñaron fue “El arriero” pero yo que quería sacar “Sapo cancionero” que era más difícil y tenía algunos acordes más, lo logré solo, tuve mucha facilidad en encontrar la mecánica de los acordes. Estudié muchos años y puse el acento en la armonía, para lo que es componer, que fue lo que me maravilló cuando a los 11 años empecé a hacer alguna canción, me sentí como un artesano. Es una de las cosas que no perdí desde la adolescencia, la satisfacción de terminar un tema sin saber si lo voy a grabar o cantar en público.

-¿Hubo influencia familiar?

-Influencias claras de mi mamá que fue cantante de flamenco y copla española, ella y su hermana melliza de descendencia española componían una dupla, “Las hermanas Castillas”, que en los `40 tuvieron su brillo, de hecho hicieron una película con Hugo del Carril. Después mi mamá se casó y dejó todo, ahora tienen 73 años y en las fiestas nadie me pide que cante, soy el guitarrista de las mellizas.

-Sus canciones tienen alto contenido social ¿Qué lo lleva a componer de esa manera?

-Es absolutamente espontáneo, no hago ningún ejercicio, me siento a componer y no me surgen ideas místicas o herméticas y me gusta manifestarme de lo que está a mi alrededor. Mi compromiso es cómodo, ni siquiera es riesgoso, valiente es la carta de Rodolfo Walsh que hasta vaticina su propio destino, yo no tengo ganas de demostrar qué tan valiente soy. Ojalá no venga otra dictadura para ver qué hago con mis canciones, no lo necesito yo, ni mi familia, ni nadie.

-Uno de los temas de su nuevo disco es “María Eva”, una canción a Evita. ¿Cree que es “riesgoso” cantarle a Evita?

-No es riesgoso cantarle a Evita, pero te puede cerrar una puerta, veo que hay canales a los que llevo mi video y no tienen espacio y después veo en qué se pierde el tiempo. Es una televisión que se está venezualizándo un poco, que está a toda costa en la oposición y que no valora ningún logro. Estoy, como parte de la comunidad, desilusionado con los medios, si la misma furia que ponen en los gestos opositores ahora la hubieran puesto durante la dictadura, hubiera habido mucho menos muertos. Si cuando secuestraron a Rodolfo Walsh hubiera parado la empresa periodística de este país, creo que no hubiera ocurrido todo lo que ocurrió. Entonces pongo a Evita que es una capa, una promotora de la industria nacional, la deberían amar hasta los empresarios, una impulsora del consumo, una ametralladora de conceptos y frases con fundamento. En la televisión dicen que nadie resiste a un archivo pero Evita sí puede resistir. Yo siempre amé a Evita, es parte de la espontaneidad con la que manejo mi repertorio y si no la hice antes es porque tenía cierto pudor, yo soy el de “lo atamo con alambre” y quién me va creer si empiezo a referirme de la gente que más admiro. Pero de a poco lo hice, le hice una canción para la obra Don Orione, para el Maldito Serrat, para mi viejo, y está bueno. Si pudiera le haría una canción a Dorrego, a San Martín, al Che y a quienes hayan honrado su paso por el mundo, pero hay que ver si tengo cabeza, corazón tengo, pero cabeza no sé.

-¿Cuáles son sus proyectos para lo que sigue del año?

- Voy a seguir trabajando y tengo una presentación importante el 6 de octubre en el ND Ateneo donde vamos a grabar un disco, además de las giras permanentes en todo el país. Me gustaría hacer trabajos temáticos. Quisiera hacer algo mejor cada día.



Beto Solas