Presentan un documental sobre la educación universitaria en la cárcel de Devoto


Un documental sobre la inédita experiencia del Centro Universitario Devoto (CUD) fue estrenado, en un hecho también inédito, dentro de esa cárcel de máxima seguridad porteña antes que en salas comerciales.

"Esta es una película sobre la educación y sobre el esfuerzo", aclara el inicio del filme "No ser Dios y Cuidarlos-Estudiantes en la cárcel", que narra la historia del único centro de estudios universitarios en una prisión del mundo, y de inmediato agrega que "antes que nada, es una película sobre personas". Este documental, dirigido por Juan Carlos Andrade y Dieguillo Fernández, narra la experiencia del CUD y fue estrenado ayer en su sede de la cárcel de máxima seguridad del barrio de Devoto.

La presentación, según los realizadores, constituyó un hecho inédito, ya que no hubo otra película que fuera estrenada en una cárcel antes que en una sala comercial, lo que en este caso ocurrirá el 15 de mayo próximo en cuatro cines porteños.

De las dos funciones programadas para ayer en el penal, sólo se concretó una. La segunda, para la que estaban invitados algunos periodistas, se canceló sin explicación.

Los directores comentaron que, según los guardias, esto sucedió porque tras la primera función se retiró el juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni -uno de los invitados-, con lo que las autoridades consideraron que no era necesario repetirla.

La obra, de 84 minutos, cuenta cómo se creó esa sede de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en 1985, por iniciativa, entre otros del entonces recluso Sergio Schoklender y la actual directora del Programa UBA XXII, María Laferriere.

El film es sobre personas, y por eso sus protagonistas se presentan al comienzo, con sus nombres o sobrenombres, y algunos se refieren a su situación: estudiantes, graduados, presos o libres.

En una serie de pantallazos, aparecen Daniel; Charly; José "El Tucu", que estudia sociología y abogacía; el colombiano Fernando, que es contador público y sigue preso; Juan José, abogado en igual situación y estudiante de sociología; Jorgelina; Luis; Santiago; "El Cuervo", y muchos otros.

También hablan Zaffaroni, Schoklender, Laferriere, el ex director de la cárcel Omar Carrasco, el decano de Derecho de la UBA, Atilio Alterini, docentes, estudiantes externos que quisieron cursar en la cárcel y hasta aparece el realizador Andrade.

El director cuenta que "la película empezó siendo un pretexto para encontrarme con un amigo", de quien después de muchos años de no verlo se enteró que estaba preso y cursando en el CUD. Su amigo se niega a aparecer porque -relata Andrade- "no quiere estar preso nunca más, ni en una película, y es un motivo personal respetable", aunque aclara que intentará convencerlo antes que culmine la filmación, que duró unos dos años.

En la pantalla se alternan imágenes de la cárcel por dentro, la convivencia de los presos, tomas históricas en blanco y negro de motines y reclamos, junto a escenas filmadas en exteriores, con los ex reclusos recibidos y en el ejercicio de su profesión o en busca de concretar un proyecto en base a lo aprendido en el CUD. "Esto es un depósito humano", define El Tucu, y Zaffaroni añade que "la cárcel es deteriorante, y después de un período prolongado puede haber un deterioro irreversible" en las personas.

Sobre el CUD, una docente -que como sus pares no cobra extra por trabajar en un lugar de riesgo- explica que cuando le preguntaron por qué enseñaba en la prisión, ella respondió que "si hay un lugar donde tiene sentido (enseñar), es en la cárcel".

A continuación lo define como "un lugar de reflexión obligada. Alguien no entendió algo y el CUD le ofrece un lugar para sentarse a reflexionar". A través del Centro Universitario Devoto, los presos pueden estudiar Derecho, Economía, Psicología y Sociología, que en ese orden son las carreras de mayor matrícula entre los casi 200 alumnos internos.

Uno de los testimonios más emblemáticos es el de Omar, preso desde hace 18 años, quien al enterarse que podía seguir estudios universitarios se decidió a terminar el primario, el secundario y ahora estudia Economía, además de haber sido elegido Intendente del CUD en votación democrática. "Yo no sabía siquiera hablar, usaba un lenguaje inadecuado, y el CUD también me enseñó a hablar y si uno sabe expresarse es más respetado", asegura.

El documental también muestra cómo los mismos internos, con ayuda de guardias con conocimiento de construcción, edificaron la sede, en un lugar abandonado de la cárcel.

Al final, muestra la recepción de diplomas en la Facultad de Derecho, y aunque no lo indica verbalmente, las imágenes sugieren que uno de los tantos graduados que se abrazan, besan y lloran, es el amigo de Andrade que no quería aparecer en la película.

Por último, se precisa que la obra está "dedicada a todas las víctimas inocentes de la delincuencia, a todos los que alguna vez visitaron a un ser querido preso, y a todos los que pudieron estudiar en la cárcel".