Cuando la inteligencia no es suficiente para el aprendizaje en las aulas


Diversas estadísticas internacionales indican que uno de cada 10 niños tiene dificultades para aprender en la escuela. Se trata de patologías que nada tienen que ver con el coeficiente intelectual ni con la inteligencia del chico en cuestión, sino con otros factores psicosociales que pueden afectarlo. Lo cierto es que muchos casos de alumnos con problemas de aprendizaje son detectados de forma tardía en las aulas, mientras que otros tantos reciben diagnósticos erróneos o son sobremedicados, aun con los riesgos que eso implica. ¿Qué factores les dificultan su capacidad para incorporar conocimientos? ¿Cuáles son las afecciones más comunes?

Tanto en Argentina como en el resto del mundo, los trastornos más usuales suelen ser la dislexia y el déficit atencional por hiperactividad (TDAH). Aunque, según los profesionales, cada vez se registran más casos de un subgrupo del TDAH, que es el Tempo cognitivo lento (TCL).

“La dislexia es la más frecuente de las dificultades específicas del aprendizaje. Es un desorden del lenguaje que se advierte en el inicio de la enseñanza de la lectura. Escuchar, hablar, leer y escribir son destrezas típicas ya que permiten la comunicación”, precisa la doctora en fonoaudiología Isabel Galli de Pampliega, embajadora argentina de la Organización Internacional de Dificultades Específicas de Aprendizaje (OIDEA)

Esta patología implica “serias dificultades a la hora de pasar la codificación visual a la verbal y a la escrita”. Un estudio de la Universidad Nacional del Litoral advierte que lo sufre un 15 por ciento de la población, aunque según Galli de Pampliega “aún no se realiza en nuestro país la detección temprana (antes de los 5 años)”.

El TDAH, por su parte, se centra en el comportamiento: los chicos actúan sin pensar, son hiperactivos y, al tener problemas de concentración, les cuesta absorber conocimientos.

En ninguno de los casos se trata de nenes menos inteligentes que los demás, sólo que usan su inteligencia de manera distinta. De hecho, muchas de las mentes más brillantes de la historia tuvieron trastornos de aprendizaje en su infancia y debieron esforzarse el doble para superar la etapa escolar.

La única diferencia con el resto, según los especialistas, es que sus mentes “son estimuladas de otra manera”, y sobre todo, de forma distinta a la modalidad educativa de la escuela. Es por eso que el esfuerzo para ellos es mayor, aunque también debiera serlo de parte de los educadores e incluso de los padres, que muchas veces recurren a “soluciones mágicas” provenientes de consultorios médicos, haciendo uso y abuso de la medicación, con alto riesgo para su desarrollo.



Trastornos más frecuentes y síntomas. La dislexia y el TDAH suelen confundirse, incluso en los diagnósticos que realizan los profesionales. Es por eso que resulta esclarecedor remarcar las diferencias entre ambas patologías.

En el caso de la dislexia, Galli de Pampliega explica que el niño “no logra asociar el sonido con la letra que lo representa”. “Si esta dificultad no se advierte ni se estimula de manera adecuada, el alumno llegará a los 8 años sin comprender aquello que lee”, advierte y sostiene que a partir de esa edad el contenido de los textos excede las posibilidades del alumno y “aparecen la fatiga y la frustración”.

Según la pediatra y psicoanalista Felisa Lambersky de Widder, la dislexia “tiene que ver con conceptos emocionales”. “El chico escribe mal o cambia las palabras, omite letras o no hace una buena construcción de las mismas, y eso generalmente tiene que ver con conflictos que tienen múltiples orígenes, pero que en muchos casos pueden ser no sólo psicológicos, sino también familiares o institucionales”, menciona.

En el caso del TDAH, asegura que también “responde a causas que no sólo se relacionan con el aprendizaje”. “Están relacionadas con distintos conflictos, como duelos, estados de ansiedad o alguna enfermedad que esté padeciendo el chico”, señala.

“Por lo general, afectan a niños muy ansiosos, a los que les cuesta esperar para aprender. Son los chicos a los que normalmente se los llama ‘desatentos’, pero que en realidad ponen atención en cosas en las que no tendrían que poner. Por angustias o porque hay una inhibición de la pulsión de saber que no pueden aprender”, explica.



Causas y formas de reconocerlas. “Los problemas de aprendizaje no surgen de la nada, siempre hay algo detrás”, asegura Lambersky de Widder y sostiene que “son una manifestación de conflictos que, en general, están ligados a la falta de información o comunicación”, por lo que muchas veces parten del mismo hogar.

“Cuando un niño pregunta y no se le contesta o hay algún secreto familiar, aprende a no investigar ni preguntar y se inhibe la pulsión de saber, que es natural en él”, precisa.

A partir de esto, la pediatra señala que “aparecen manifestaciones que tienen que ver con la lectoescritura y con el desinterés en el aprendizaje”.

Para la psicoanalista infanto juvenil y miembro de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) Liliana Moneta, estas patologías son “pluricausales”.

“Dependen de factores constitucionales de ese chico, o sea lo heredado, pero fundamentalmente en la mayoría de los casos son chicos que viven inmersos en familias totalmente disfuncionales, o que poseen un alto grado de violencia, y usan a la misma como una forma cotidiana de resolución de conflictos”, describe.

Por su parte, las psicopedagogas María Susana Tercelán y Andrea Biancardi, docentes a cargo de las cátedras “Técnicas de Exploración Psicopedagógica” y “Diagnóstico Psicopedagógico” de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora (UNLZ), apuntan que los síntomas a tener en cuenta son: “desatención, niños inquietos, problemas de comprensión, dificultades para concluir una tarea, falta de límites o conflictos al momento de respetar la autoridad del docente, dificultad para organizarse, etc”.

Asimismo, atribuyen las dificultades a “los primeros vínculos y aprendizajes”. “Socialmente el rol de la familia ha cambiado tanto, que muchos niños están solos, generando angustia y culpa en los adultos, como consecuencia de la necesidad de que ambos padres trabajen”, sostienen.



¿Cómo se tratan? Una vez detectado el problema, es fundamental realizar un diagnóstico diferencial en estos alumnos, debido a que su desatención puede responder a diferentes factores socio ambientales y emocionales. “Consideramos que una detección temprana de los problemas de aprendizaje es la clave fundamental para trabajar y mejorar la trayectoria escolar del niño”, expresan Tercelán y Biancardi.

Según ellas, “es importante desde el nivel inicial tener la posibilidad de hacer entrevistas con los padres, que sirvan para brindarles orientaciones y darles un tiempo considerable, para que se hagan visibles los cambios. Luego, continuar con el seguimiento y realizar los ajustes que fueran necesarios”.

Especialistas en fonoaudiología determinan que a la falta de habilidad específica para la lectura no se la debe diagnosticar como dislexia hasta los 8 años. Lo cierto es que en Argentina aún no se realiza la detección temprana (a los 5 años) de estas dificultades.

“Si se observase cuáles son los niños que se resisten a este aprendizaje, se podría estimular trabajando con actividades específicas desde edades tempranas. Esto evitaría tanto fracaso escolar”, sostiene Isabel Galli de Pampliega.

De la misma forma, afirma que “la lectura debe ser enseñada de manera sistemática y gradual, ya que aprender a leer no es lo mismo que aprender a hablar”. “A leer se debe enseñar”, destaca y sostiene que “si se advierten dificultades para aprender a jugar con las letras y formar palabras, el alumno se encuentra aún a tiempo para que el docente trabaje con actividades específicas”.

El psiquiatra y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), Harry Campos Cervera, advierte que “la información desvirtuada y el desborde expansivo de los chicos sumergen a los maestros en el desconcierto y la desorientación” y critica que muchas veces la solución sea “patear la pelota afuera”.

“De esta manera, los traviesos, los inquietos, los aburridos (porque lo que se enseña lo saben y no los motiva) y los que efectivamente padecen déficit de atención van todos a parar a un gabinete psicopedagógico y finalmente al psiquiatra o al neurólogo”, apunta.

Asimismo, sostiene que ante el diagnóstico de TDAH se suele medicar “con un derivado de la anfetamina, la ritalina, cuyo uso indiscriminado y sin la indicación precisa puede traer graves consecuencias, entre ellas, la predisposición al alcoholismo y las adicciones”.

De ahí, la importancia de un diagnóstico preciso. Así como también la realización de un tratamiento acorde a la edad y a las necesidades del chico, para lo cual resulta fundamental indagar las causas precisas de las afecciones que lo aquejan.