Ideas que cambian el mundo


Argentina se destaca por ser cuna de famosos inventos: el sistema dactiloscópico, la birome, el colectivo, la transfusión sanguínea y el bypass cardíaco son sólo algunos de ellos. En homenaje al nacimiento de Ladislao José Biro, el creador del bolígrafo, es que el lunes se celebró en el país el Día del Inventor, una actividad que según datos de la Escuela Argentina de Inventores (EAI) mueve a un total aproximado de 3.000 inventores activos.

Según resalta a Info Región Eduardo Fernández, director de la EAI, “sólo unos 50 son profesionales” y, pese a parecer una cifra escasa, coloca al país “en el primer puesto en América Latina”, siempre en función del impacto económico de esos inventos.

“Los inventores profesionales de la Argentina son muy eficientes, con un gran prestigio a nivel internacional y muy activos”, resalta.

Pero ¿cualquiera puede transformarse en inventor? ¿Cuáles son los pasos a seguir para desarrollar una innovación? De acuerdo a los profesionales, lo primero que debe plantearse un inventor es un problema. Descubrir la solución, muchas veces, puede ser el primer paso para que un invento comience a tomar forma.

Las historias sobre cómo nació tal o cual invento son apasionantes, pero es importante remarcar que en cada uno de esos casos la amalgama entre voluntad e imaginación de parte del creador fue clave.

“No hay un título de especialista o ingeniero en ideas. Sí hay una metodología para transformar esa idea en un producto que pueda ser aceptado por los usuarios”, asegura desde la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) Fernando Massaro, que es director ejecutivo de INCUBAT, la incubadora de proyectos de la institución académica.

“El invento es la idea y la innovación es la idea aceptada por el mercado. Desde este espacio se trata de apuntalar a los proyectos con innovación, que se puedan aplicar a la práctica”, cuenta.



Inventos made in la región. Las palabras “FertiLiscen” y “Sevitac-D” pueden sonar poco familiares. Lo cierto es que son los nombres de dos productos que han revolucionado el medio ambiente y la medicina. Ambas ideas surgieron en la zona sur del Gran Buenos Aires.

Diego Julio Liscen es de Avellaneda. Su historia de invención comienza en 2009, cuando perdió su empleo luego de permanecer 13 años en la misma empresa. No obstante, desde 1996 se encontraba realizando estudios de investigación con respecto a los fertilizantes naturales, así que, según cuenta, “ya tenía una meta y en qué trabajar”.

“Cuando comencé a trabajar en mi innovación me ayudó estar estudiando en la Facultad de Ingeniería de la UNLZ, donde surgió la Incubadora de Empresas de Base Tecnológica (INCUBAT), lo cual es muy importante para un inventor sin apoyo”, describe Liscen en diálogo con Info Región.

Según expresa, “FertiLiscen fue como un hijo, que fue creciendo y desarrollándose de a poco”. “Lo más agradable es que día a día se conoce más y tiene mayor aceptación de la gente”, festeja.

Su producto es un fertilizante natural, que no posee químicos, desde la materia prima hasta su elaboración. Es un líquido que contiene 15 nutrientes, hormonas de crecimiento natural, antibiótico natural, bacterias que asimilan nitrógeno del aire, como así también otras que pueden asimilar fósforo y azufre de la tierra.

“Para equiparar la cantidad de nutrientes que posee mi producto es necesaria la utilización de, como mínimo, 10 productos químicos distintos. FertiLiscen, al no poseer químicos, no quema, no daña la estructura del suelo y no elimina los microorganismos de la tierra”, resalta Liscen.

En su caso, tuvo la posibilidad de conocer al canchero de Vélez Sarsfield, que le abrió las puertas para probar el producto. “Ese fue el puntapié inicial, luego lo usaron Huracán, Banfield, Dock Sud, Temperley, Club Sportivo Escobar, Racing Club, Ferro Carril Oeste, clubes de Rugby y también lo usa Gerardo Albornoz, que se encarga de mantener los campos de juego del predio de la AFA”, cuenta orgulloso.

“FertiLiscen es un producto que viene a colaborar con todos los cancheros e ingenieros y con el medio ambiente”, sostiene Liscen.



Dedal para escuchar. Otro inventor exitoso en la región es Luis Campos. En 2001, a este ingeniero de Banfield le generó curiosidad el hecho de que los ciegos pudieran leer en braille 20 caracteres por segundo a través del tacto, y se propuso aplicar esa misma impronta a los casos de hipoacusia.

“Algo tienen el dedo y el cerebro, otro manejo de la información que genera una pseudo imagen”, explica Campos, que en 2009 presentó” Sevitac-D”, un dedal que funciona como canal de audición para casos de sordera.

Además de ser fundador del Centro Argentino de Medios Alternativos de Comunicación (CAMAC), Campos se desempeña como docente en la Universidad Nacional de Morón, en el Instituto de Tecnologías de la Inclusión. Sobre su invención, resalta que “es la primera vez que se usa el canal del tacto para que la persona con trastornos auditivos pueda oír”. “No hay antecedentes similares de que se use el tacto para la percepción auditiva”, destaca.

Según explica, con Sevitac-D el cerebro decodifica los estímulos que genera el tacto a través del vibrador que se coloca en el dedo índice. “No se sabe cuál es el proceso, pero es similar al de la audición”, asegura el ingeniero y resalta que “lo que está causando asombro a nivel mundial es la rapidez con que la persona sorda, que nunca escuchó, decodifica los sonidos”.

En ese sentido, remarca que a nivel local no recibió mucho apoyo y que sólo consiguió respaldo en México. “Cuando lo presenté en Colombia, en el Congreso de Neurociencia en 2009, el doctor Andrés González Garrido, director del Instituto de Neurociencias de Guadalajara, dijo que estábamos frente a un cambio en la historia”, cuenta.

Desde ese momento lo becaron en la institución mexicana y en 2012 lo nombraron investigador en el Instituto. “Se está vendiendo acá, pero muy de a poquito, a medida que la gente lo va conociendo y lo pide”, apunta Campos y subraya la dificultad de difundir su producto debido al poco interés comercial, ya que “una operación sale 50 mil dólares y mi producto sólo 3 mil”.

“Lo puedo vender más caro porque los riesgos son nulos comparados a una operación, pero yo tengo una idea social con todo esto. Es una responsabilidad muy grande tener algo que cambia radicalmente la calidad de vida de las personas”, expresa.



¿Cualquiera puede ser inventor? Los inventores y especialistas en el tema aseguran que no existe una fórmula para tener ideas revolucionarias y llevarlas a la práctica. Sin embargo, sí es una actividad que se puede pulir y aprender a desarrollar.

“La comunidad de inventores en nuestro país es un grupo muy heterogéneo, y en su mayoría son simples aficionados”, considera Eduardo Fernández, director tanto de la Escuela Argentina de Inventores (EAI) como del Foro Argentino de Inventores (FAI).

Fernández describe que en el FAI se focalizan “en la capacitación y difusión de los inventores profesionales, para quienes la tarea de inventar está relacionada estrictamente con dos puntos esenciales: resolver problemas técnicos relevantes para ayudar a las personas y crear PyMEs de base tecnológica, a partir de un invento, para generar fuentes genuinas de trabajo sustentable”.

En cuanto a la EAI, este tecno-emprendedor de Lanús destaca que “es un programa único a nivel mundial, que tiene una experiencia exitosa de 25 años, focalizado en el estímulo, capacitación y promoción de los jóvenes inventores (de 6 a 16 años)”.

“Lo que hacemos es iniciar a las nuevas generaciones en la práctica de la actividad inventiva, y sus inventos son proyectos incipientes que eventualmente podrían tener un muy buen potencial en los sectores de medicina, agricultura, higiene urbana y seguridad vial”, marca Fernández.

Otra entidad que ha servido para fomentar ideas, principalmente de complejidad tecnológica, ha sido la Incubadora de Empresas de Base Tecnológica (INCUBAT) de la Facultad de Ingeniería de la UNLZ.

“Nació hace siete años con la intención de apoyar las intenciones emprendedoras de los estudiantes de Ingeniería en primer lugar, pero que se pensó abierta a la comunidad”, explica su director ejecutivo, Fernando Massaro.

En ese marco, sostiene que el acompañamiento para que una idea se convierta en un proyecto sólido se apoya sobre tres ejes: “Uno es la organización o gestión del emprendimiento, otro tiene que ver con la faceta del área de la tecnología y otro con el área de mercado o de empezar a vender los productos”.

“Instrumentos de apoyo e incentivos hay muchos, aunque lamentablemente no se conocen todos”, asegura. “La idea y el entusiasmo son una dupla que tienen que engranar”, resalta a su vez Massaro.

Se dice que aquello que distingue a la especie humana del resto de los animales es su capacidad para razonar y ese es el gran motor de la naturaleza inventiva del hombre, que también requiere de un poco de creatividad y trabajo y que le garantizó desde su propia subsistencia a las incontables mejoras en cuanto a su calidad de vida.