Un lenguaje universal que entra por el oído, pero sale del corazón


Sólo 7 notas. Variarán las octavas, las escalas, los acordes y compases para tocar cada instrumento, pero todo parte de las mismas cinco líneas de pentagrama y el mismo grupo de negras, blancas, corcheas o semifusas. Así, la música es siempre igual, pero siempre distinta. Aunque guarda sus reglas cuasi matemáticas, cada cual la entiende y la disfruta a su manera.

La conjunción armónica de sonidos, como podría definírsela tan sólo teóricamente, es generadora de pasiones y capaz de contextualizar épocas mejor que la literatura o el cine. En este marco, ¿cómo la sienten quienes viven de ella?

Info Región reunió a destacados artistas surgidos de estos pagos, que alcanzaron el éxito en el mundo de la música en géneros bien distintos: el líder de “El Otro Yo”, Cristian Aldana, oriundo de Temperley, el célebre guitarrista Juanjo Domínguez de Burzaco, el guitarrista y vocalista de “Los Auténticos Decadentes” Diego Demarco, también de Temperley, y el ex baterista de “Memphis La Blusera” Marcelo Mira, de Adrogué.

Ya sea haciéndole frente a la industria desde el rock alternativo o endulzando oídos con las más bellas melodías de la música popular, todos ellos hicieron y hacen su aporte a este maravilloso arte que combina los sonidos y el silencio conforme a los principios de la melodía, la armonía y el ritmo, siendo estos sus elementos esenciales, pero no los únicos, ya que, como ellos mismos dicen, también está compuesto por la fuerza, la emoción y los sentimientos que los inspiran a componerla y darle vida.

Encontrando la vocación. A lo largo de la vida de un artista, las influencias y las intenciones pueden variar, pero el primer contacto con la música es imborrable.

“Lo primero que me conmovió fue la 5º sinfonía de Beethoven, descubrí que el sonido se podía identificar con la vida, como si fueran colores. Por ejemplo, cuando dicen ‘la vida color de rosa’, a mí la 5º sinfonía me identificaba desde la oscuridad total y fue un amor instantáneo desde chico. En ese coloreo, yo comprendí que en ese momento me identificaba con la oscuridad”, relata Cristian Aldana.

En su casa ubicada en Temperley había guitarras criollas y, una vez entrado en la adolescencia, su padre le compró un órgano. “Con la guitarra que teníamos propuso traer un profesor y empezamos con mi hermana a aprender guitarra, zamba o canciones de Víctor Heredia. Ahí instantáneamente nos iniciamos en el camino de crear nuestras propias canciones, que eran muy básicas, pero nuestras”, comenta Cristian sobre sus primeras experiencias junto a María Fernanda, con quien después formaría “El Otro Yo”.

Desde muy chico, también, Diego Demarco comenzó a cantar tangos de la mano de su abuela. “Empecé con la guitarra a los 6 ó 7 años y, de repente, me enganché con el punk rock. Luego no paré, conocí a los Decadentes y ahí estoy”, sostiene.

“Siempre fui bastante abierto musicalmente porque cuando era adolescente, si bien tenía esa rebeldía punk, escuchaba mucha música y me gustaba de todo. En los Decadentes vi que había mucha mezcla de estilos musicales y eso es muy difícil que suceda, por eso me gustó muchísimo”, menciona.

Según comenta, en su proceso de aprendizaje fue dándose cuenta de que “cuando uno arranca, lo hace pensando en el otro, en la imagen o en agradar”. “Hoy a la música la tomo como algo más espiritual, más adentro mío, trato de disfrutarla yo. Me di cuenta de que quería hacer esto toda mi vida cuando gané los primeros 100 pesos, porque podía vivir de la música”, recuerda entre risas.

El caso de Juanjo Domínguez fue el de todo un niño prodigio, ya que a los 6 años empezó a estudiar en un conservatorio y a los 12 se recibió de profesor.

“Mi viejo tocaba un poquito la guitarra, pero poquito. Yo, a los 4 ó 5 años, me sentaba al lado de él a mirarlo. Esa época no era como ahora, que un chico quiere aprender y aparece una guitarra. Era muy difícil tener una y en ese momento mi viejo la cuidaba mucho”, cuenta Domínguez.

Hasta que una vez, mientras su padre trabajaba, le pidió a su madre que se la prestara y “ella no quería por miedo a que se rompiera”. Tras idas y venidas, el pequeño Juanjo consiguió convencerla y tocó algunas notas.

“Ella le contó eso a mi papá y mi viejo, curioso, me la dio y me pidió que tocara algo para verme. No sé si se frustró o qué, pero a partir de ese momento él no tocó más y me mandó a estudiar. De ahí en más no me despegué nunca”, recuerda.

A sus 11 años, Marcelo Mira empezó a tocar la batería, ese instrumento que tanto le llamaba la atención “por cómo suena y por su estética arriba del escenario”. “Con unos amigos decidimos hacer un grupo, yo elegí la batería y, a partir de ahí me fui asesorando y escuchando todo lo que podía”, menciona.

“Al principio mi familia lo veía como una gracia, pero cuando vieron que iba a en serio me mandaron a estudiar. Con la banda estuve hasta mis 20 años y eso fue muy bueno porque tocamos, ensayamos mucho y me sirvió un montón. Es algo que no puedo expresar en palabras, yo amo este instrumento y hasta el día de hoy sigo aprendiendo, y logrando cosas nuevas”, manifiesta Marcelo.

Exitosos desde distintos géneros. Con influencias bien marcadas, cada uno se fue abriendo paso en su estilo hasta alcanzar el prestigio que gozan actualmente. Pero todo llevó su tiempo.

“Yo intentaba hacer algo como The Cure y no me salía. Decía ‘cómo hace este tipo para crear melodías tan buenas’, y fue un aprendizaje que costó un montón, y que después naturalmente se fue dando hasta llegar a una personalidad propia, que es hoy El Otro Yo”, recuerda Aldana sobre sus primeros pasos.

La banda de los hermanos lleva grabados 10 discos de estudio. El primero salió en 1993. “Todo tiende a florecer. Nosotros florecimos porque las herramientas intelectuales que no tuvimos para expresar lo que nos pasaba en ese momento, las tuvimos más adelante. Y ahora hay más luz en las letras de El Otro Yo”, describe Cristian.

Demarco también nació en Temperley a comienzos de los 70 y también era fanático del punk, pero su carrera musical con los Decadentes enfiló por otra vertiente, más cercana al ska y al pop.

Asimismo, fue su “amplitud” en materia de gustos musicales lo que lo llevó a incursionar como solista. “Fue decantando, como un camino lógico a seguir. En principio me faltaba la energía suficiente para que convivan las dos cosas, los dos proyectos, pero ahora sí lo estoy pudiendo llevar adelante”, señala.

La carrera de Domínguez, por su parte, es extensa y con gran reconocimiento. Con 24 discos como solista y 130 acompañando a cantantes de primer nivel, su destreza con la guitarra ha pasado por el tango, el folklore, el jazz y otras melodías de la música popular.

“Mi vocación no era la música clásica, pero por obligación para recibirme tuve que aprenderla y estudiarla. A mí me gustaba el tango”, recuerda.

Así fue que desde sus 12 años, tras haberse recibido en el Conservatorio Julián Aguirre de Banfield, acompañó a cantantes como Alberto Morán y Alberto Podestá, hasta largarse como solista a los 24 años. “En ese momento, prácticamente recorrí el mundo. Realicé once viajes a Japón y conocí toda Europa. He compartido escenario con grandes personajes internacionales, como el Cigala, Dyango y acá en Argentina acompañé a todos. Grabé 12 discos con Horacio Guaraní, compartí muchos años de trabajo con el ‘Chango’ Nieto y acompañé al Polaco Goyeneche hasta el último tiempo, subíamos los dos solitos arriba del escenario”, destaca Juanjo.

El hombre que asegura haberse enamorado de la guitarra desde chico, señala que el instrumento es “la extensión” de sus manos.

“Tuve la suerte de poder trabajar y hasta la pretensión de vivir de la música, así que no puedo pedir nada más”, resalta el eximio guitarrista. Tal es su agradecimiento hacia la música, que el nombre de su hija es Cecilia, por la Santa Patrona de este arte.

Actualmente, Mira se dedica a hacer clínicas de batería y exhibiciones. Resalta que haber tocado en la banda de Adrián Otero fue como “jugar en el Real Madrid”. “La batería me marcó durante toda mi vida, es algo muy importante para mí. Yo vivo de esto y le dediqué todo. Aprendí, me relacioné con gente y tuve suerte de estar en bandas copadas”, destaca.

¿Cómo definir a la música? Los géneros son diferentes, como así también las formas de componer o el estilo que eligen. No obstante, al momento de definir o poner en palabras aquello que significa la música en sus vidas, coinciden en que viven por ella y que, además de ser su vocación, es fuente de inspiración permanente.

“Es un remedio, una cura, un canto a la vida, al cambio, un canto a la sociedad básica”, afirma Aldana y resalta: “Para mí la música es esa luz que te lleva a un lugar en donde realmente podes ser feliz. Como de paraíso, donde uno abre la puerta y dice ‘acá me siento bien’. Con ‘El Otro Yo’ lo planteamos desde ese lugar”, sostiene.

Demarco indica que aunque “uno podría vivir sin la música”, la misma “ofrece una herramienta distinta para cada estado de ánimo”. “Te ayuda espiritualmente, a estar bien y a reflejar sentimientos encontrados, además de darle valor a muchas cosas”, resalta. “Representa mi vocación, es lo que hago además de estar con mi familia, es la mitad de mi vida”, apunta.

“La vida y la guitarra van aparejadas”, expresa Domínguez, que hace unos años sufrió un accidente grave que le insumió veinte días en terapia intensiva. “Cuando recuperé un poco la noción, mi preocupación era si podía tocar la guitarra. No me importaba seguir viviendo si no podía tocar”, manifiesta.

Mira, en tanto, asegura que no puede “concebir nada sin la música”. “No es por ser músico, porque mis hijos no son músicos y sin ella sienten que no existen. Un ejemplo es cuando llamás a alguna empresa para reclamar por algo y te ponen música linda. Te diría que relaja al más tenso”, señala.

La cantidad de sensaciones que genera la música en quienes la escuchan y quienes la componen es infinitamente amplia. Las melodías están presentes todo el tiempo en nuestras vidas y, aunque en casos se naturalice su presencia en la cotidianeidad, resulta la forma de expresión más cálida y universal. Para ella, entonces, este homenaje.