Diversión dentro y fuera de las pantallas


Olor a tierra mojada, a lluvia, a pasto. Ropas enchastradas de barro y cachetes encendidos por el sol después de toda una tarde de jugar al aire libre bajo la emoción de reunirse con amigos, de descubrir el mundo, de saborearlo con cada nueva experiencia. Hace apenas dos décadas, ser niño se reducía a eso. La diversión pasaba por lo más simple y el hechizo para atraerla tenía un sólo ingrediente: la imaginación.

Aunque hoy los más bajitos siguen recurriendo a los juegos tradicionales y a la fantasía como motor, a medida que crecen se ven “fascinados” por el entretenimiento enlatado que propone el mercado, que hace de los dispositivos electrónicos su caballito de batalla.

Si bien los chicos siguen siendo chicos, y por ende se dejarán atrapar por cualquier historia o juego que pase por sus mentes, los adultos permitimos que el mercado los envuelva con juguetes y entretenimientos cada vez más sofisticados y tecnológicos. Basta recordar el primer gran intento de este tipo que buscó cooptar a los más pequeños: una mascota virtual que hizo que muchos nenes lloraran más la muerte de estas vidas artificiales que las de sus propios perros.

Pero ¿todo está perdido? ¿No existen más nenas que jueguen a cocinar con la vegetación que crece en el fondo de su casa? ¿O que improvisen pizarrones para acercarse al sueño de ser maestras? ¿Nenes que trepen a las copas de los árboles o jueguen al golf con un palo de escoba?

Según los profesionales, lo ideal es hallar un equilibrio. “Como todo en la vida, lo exagerado no genera buenos resultados. La cuestión es que la tecnología no se use para que los niños no molesten o no demanden tiempo para compartir en familia, obteniendo los padres tiempo libre para ellos”, advierte Claudia Amburgo de Rabinovich, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

“El ser humano para su desarrollo afectivo y cognitivo necesita de la presencia del otro. Y aunque los jueguitos electrónicos los atrapen, si estos niños están acostumbrados al diálogo, a pasar tiempo en familia, aceptarán compartir juegos de mesa en días de lluvia, deportes, fútbol o paseos en bicicleta, distribuyendo los tiempos de ocio”, sostiene.

Mañana se celebra un nuevo Día del Niño y los locales de tecnología se ven más abarrotados que las jugueterías, con padres en busca de una tablet, de consolas de videojuegos y hasta smartphones para sus hijos. ¿Cómo hacer para que el entretenimiento no pase sólo por lo virtual?



Los chicos de hoy. “Me gusta jugar a los videojuegos de la computadora, como por ejemplo el GTA V o el Half Life, porque son divertidos y puedo jugarlos con mis amigos, aunque ellos estén lejos. También me gusta ver videos en Youtube”, le cuenta Gustavo Ruíz, de inabarcables 12 años, a Info Región.

A Tomás Almirón, de 11, le “encanta” jugar al Team Fortress 2. “La verdad es que no puedo parar de jugarlo y apoyo a los creadores de este juego”, le dice seriamente a este medio.

Mientras que muchos adultos que ahora leen estas líneas deben estar pensando que a esa edad encontraban la máxima diversión en una soga y dos latitas -que hacían las veces de walkie talkies caseros- o engrudo y papeles brillantes que transformaban los otoños en la mejor estación para remontar barriletes.

“No es que con la tecnología los chicos no utilicen la imaginación, pero sabemos que los excesos son siempre peligrosos. Puede suceder que tanta tecnología, a veces pedida por ellos mismos, no les permita utilizar otros recursos de su fantasía, en juguetes y juegos o cualquier otro objeto que les sirva para expresar su potencial creativo e inventivo”, advierte la psicoanalista Marta Rietti, miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.

Por eso aconseja “encontrar el punto medio” entre ambos divertimentos. Así como cuenta Tomás, que admite que a veces sus padres no lo dejan jugar a la computadora. “Cuando no tengo la compu juego disfrazándome, o con una rueda de auto a ser colectivo”, señala.

Es que no es que los más chicos necesiten o demanden juegos más avanzados para entretenerse. Ellos siguen siendo los mismos pequeños que fueron aquellos que hoy cuentan más de 15 abriles. Lo que ha cambiado es el contexto en el cual crecen, donde el dogma creado en torno al mercado y el consumo, también los avasalla si los adultos no les ponen un límite.

“Es necesario tener en cuenta la época en la que vivimos, donde a veces un exceso de consumo fomentado por el mismo sistema en que estamos inmersos se vuelve ‘salvaje’ y hace que los mismos padres les regalen y compren demasiada tecnología a los chicos, y cada vez más sofisticada”, explica Rietti y asegura: “Sería algo pobre quedarse sólo con eso. Un niño puede disfrutar, relajarse, jugando de diversos modos, con diversos objetos que le sirvan de juguetes”.

Desde el Departamento de Niños y Adolescentes de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), su secretaria Nora Koremblit de Vinacur remarca que “cualquier juguete le permite desplegar la creatividad a un niño”. “En general, cuanto menos figurativo sea, mejor. Lo que importa es lo que el niño proyecta sobre él, sus propias ansiedades, temores”, explica.

Asimismo, indica que los juguetes tecnológicos “son buenos en la medida en que se le ofrezcan en el momento adecuado”. “Un niño menor de 3 años no puede jugar con ningún dispositivo electrónico. Debe familiarizarse con un elemento concreto, tocarlo, y no está todavía en condiciones, por su propia inmadurez, de jugar con algo virtual”, apunta.

Y advierte que “es importante que sean los adultos los que reglamenten el uso” de la computadora. “Un niño que juega es un niño sano. El adulto debe estar atento ya que no está bien que el niño no juegue o no represente sus problemas mediante el juego, algo que muchas veces pasa si están excesivamente metidos en las pantallas”, explica.

Mientras que Rabinovich advierte que la causa de que muchos se fanaticen con las máquinas a tan temprana edad responde a “la ansiedad que presentan algunos chicos por situaciones de abandono afectivo”. “Esto los lleva a encerrarse por horas en un mundo virtual, jugando a juegos que podrían estar representando sentimientos de soledad, violencia, competencia y rivalidad entre hermanos, que él mismo siente y no los puede explicar o transmitir porque no encuentra a quien”, sostiene la especialista.

La pediatra y psicoanalista Felisa Lambersky de Widder, por su parte, indica que “si se accede de forma ilimitada a la tecnología desde edades muy tempranas, el pequeño se acostumbra a la exigencia de inmediatez del aparato”. “Es decir que favorece el ‘todo ya’ y elude el aprendizaje de la capacidad de frustración y de postergación. Vemos frecuentemente niños que se enojan porque la tablet no es tan rápida o porque un lugar no tiene Wi-Fi”, asegura.

Y da cuenta de una cuestión fundamental: “El niño debe aprender a soportar el aburrimiento, que tiene mala prensa”. “Si un niño se queja de estar aburrido y con un estímulo del adulto comienza a crear un juego, el niño sale del encierro y se comunica con alegría con el otro”, resalta.



La importancia de jugar. La capacidad lúdica cumple una función vital en el desarrollo físico y psíquico del niño desde el momento de su nacimiento. “Con o sin juguetes (a veces con lo que hay a mano) desarrollan historias, situaciones que les resultaron confusas, traumáticas, haciendo activo lo que se sufrieron pasivamente”, describe Rabinovich y destaca que “los juegos y juguetes sirven como disparadores para la imaginación y la creación”.

Ramas que se transforman en espadas, troncos que se vuelven Rocinantes y que los transforman en pequeños Don Quijote o hamacas que permiten hacer viajes en el tiempo. Todo es posible en ese mundo de fantasía que, según los especialistas, resulta vital para el desarrollo psíquico y cognitivo.

“Muchas veces son los juguetes más sencillos y menos sofisticados los que permiten, a medida que el niño va creciendo, desarrollar la imaginación”, sostiene Lambersky de Widder y da cuenta de que el juego más esencial, aquel que se desarrolla entre la madre y el chico, entra en ese rango. “El bebé comienza jugando con sus manos, con todo su cuerpo, con el lenguaje desde el primer ‘ajó’ y, en ese placentero experimentar del sonido, espera que la madre se lo devuelva repitiendo lo mismo, como si fuera un espejo sonoro, donde además se incluye el componente gestual del otro, que a la vez lo mira”, detalla.

“De allí en más todo tipo de juego es relevante: el sonajero, el muñeco de peluche, los animalitos o personajes infantiles muy coloridos y con diversos ruidos son los primeros objetos que estimulan el jugar”, relata.

En ese marco, Vinacur señala que “los juguetes tradicionales no solamente son un entretenimiento o un medio de aprendizaje”. “Permiten que el niño pueda simbolizar”, indica.

Así que, si de chicos se trata, mañana lo mejor será agasajarlos con un buen juego o juguete. Virtuales o fácticos, la premisa básica es que de algún modo fomenten su imaginación y acompañen su desarrollo lúdico.