A 64 años de la muerte de Eva Perón


Eva Perón era una mujer del pueblo, por eso nadie le tuvo que contar cómo era la pobreza y la marginación que ella había vivido en carne propia al ser hija natural y quedar con su familia en la miseria luego de la muerte de su padre.

Nadie le tuvo que contar cómo era eso de luchar día a día para ganarse el pan y un lugar en el mundo, porque siendo una adolescente se largó de Junín a la gran urbe, la Ciudad de Buenos Aires, detrás de un sueño.

Como venía de abajo supo desde el primer momento que su puesto estaba al lado de los más humildes, al lado de los que más necesitaban, para darles la dignidad que nunca jamás habían tenido.

Se entregó con pasión a todo lo que abrazó con amor: su carrera de actriz, su unión a Juan Domingo Perón y, definitivamente, su comunión con los trabajadores y los desposeídos.

Quienes creían saberlo todo decían que ella hacia asistencialismo, que aprovechaba su condición de esposa del presidente de la República para hacer demagogia.

Los que nada tenían sabían que hablaba y hacía con el corazón. Como si desde el fondo de su alma hubiera presentido que no contaba mucho tiempo para desarrollar una obra que reparase tanta injusticia, Eva fue implacable con quienes se le oponían.

En una época en la que no había TV y los medios de comunicación no estaban tan extendidos como en la actualidad, ella se hizo conocer porque supo llegar a cada rincón de la patria con su mano extendida, haciendo realidad la máxima peronista de “donde hay una necesidad hay un derecho”.

En el mensaje “Mi Voluntad Suprema”, escrito casi un mes antes de morir, Evita dirá: “… Quiero que todos sepan que si he cometido errores los he cometido por amor y espero que Dios, que ha visto siempre mi corazón, me juzgue no por mis errores, ni mis defectos, ni mis culpas que fueron muchas, sino por el amor que consume mi vida. Mis últimas palabras son las mismas del principio: quiero vivir eternamente con Perón y con mi pueblo, Dios me perdonará que prefiera quedarme con ellos porque él también está con los humildes y yo siempre he visto que en cada descamisado Dios me pedía un poco de amor que nunca le negué”.

Por lo antes mencionado entiendo que debemos trabajar mancomunados, para cumplir con ese pedido y así juntos puedan descansar en paz.

Hoy, que transitamos un tiempo en el que todo se compra y todo se vende, donde existe poco espacio para la solidaridad, el amor y el patriotismo, el ejemplo de Evita nos obliga a reflexionar sobre nuestra militancia social y política para comprender cuál es el camino correcto, el camino del pueblo.