Clubes de barrio: cuando el esfuerzo y el cariño son el único combustible


Los clubes sociales y deportivos “de barrio” han formado parte fundamental, a lo largo de los años, del devenir de las comunidades locales. Con más o menos frecuencia, la mayoría de las personas que viven en las inmediaciones de un club lo han visitado, para practicar un deporte o para ir a una fiesta, para reunirse con vecinos o sumarse a una excursión organizada... se sabe que ahí está, muchas veces como punto de encuentro, pero fundamentalmente como entidad que aglutina y de algún modo refuerza la identidad, en sentido de pertenencia.

Hacia dentro, hay un mundo: en sus patios, los chicos jugando, con euforia, inocencia, ansiedad; en el interior, la pasión de los hombres más grandes, esos que se divierten con los juegos de mesas y ya peinan canas; en los salones, algún socio más joven o el padre de un niño que visita diariamente las instalaciones del lugar, cambiando una lamparita, pintando o arreglando algún artefacto. Todo bajo un mismo techo, como si fuera “una familia”.

Sin sostén económico por parte del Gobierno, empresas, ni sponsors, los clubes de barrios continúan subsistiendo como desde el día en que se fundaron: gracias al aporte de los socios. Muchas veces abuelos, padres e hijos que colaboran para que las instituciones barriales sigan de pie.

Ni la era tecnológica ni los grandes clubes que se formaron en las ciudades y que cuentan con actividades profesionales pudieron exterminar a las instituciones que fueron fundadas por el amor y esfuerzo de algunos y que son sostenidas aún en la actualidad por la misma fuerza.

En la región existen muchos clubes que tienen decenas de años y que mantienen sus tradiciones, su espíritu y su gente. Jóvenes y adultos comparten el espacio físico de un lugar que les permite desconectarse e interactuar. Info Región visitó a varios de ellos, asentados en la zona, para conocer sus historias y los “malabares” que deben hacer para mantenerse y que la rueda siga girando.

Mucho más que un espacio. Las instituciones sociales y deportivas barriales cumplen un rol fundamental en el seno de las comunidades, puesto que se convierten en un espacio de interacción donde la recreación y el ocio es posible. Asimismo, lo que los clubes generan, principalmente, es ese sentido de pertenencia que lleva a querer, cuidar y ayudar en su crecimiento, a todas las personas que habitualmente visitan la entidad.

Alejandra Rolón, integrante de la Comisión Directiva del Club Burzaco, sostiene que lo más importante de estas entidades es el “rol social” que ocupan.

“Hay peñas, grupos de socios que se reúnen una vez por mes a comer. Acá hay hombres de distintas edades. Los más grandes, ahora, se reúnen en el buffet porque quedaron poquitos, sólo 6 ó 7. También hay mujeres que se reúnen los últimos viernes de cada mes al mediodía, hay muchas actividades”, explicó.

“Esto es netamente social, nos reunimos por ejemplo las mujeres desde marzo hasta noviembre, sólo por el hecho de juntarse, de charlar. La cuestión de hombres y mujeres separados seguramente es parte de la tradición, aunque, de todos modos, después en el pasto estamos tomando mate todos juntos. Los sábados a la tarde también en este salón se reúne gente que viene desde Capital Federal para ver partidos. Son todas familias tradicionales de Burzaco, venían los padres, los hijos, y sigue siendo así”, contó Rolón, quien es socia del club desde los 5 años.

Otra de las instituciones que cumple un rol social significativo es Defensores de Banfield, entidad que en los últimos años y en medio de las desavenencias reforzó el vínculo con sus socios, según sostuvo su presidenta, Mariana Lesci.

“La relación es mucho más cercana y familiar. Por lo pronto, acá las reuniones directivas son abiertas, pueden venir todos los padres, los socios en la parte formal, y en lo que hace a lo informal, la particularidad es que no hay ningún tipo de ambición, de política ni poder”, remarcó.

“Los dirigentes somos todos socios que vimos mal al club y que quisimos hacernos cargo, sólo motivados por el cariño a la institución y eso hace que tengamos una relación familiar y no protocolar. En su mayoría son chicos, además, no es formal, no es a través de notas ni nada de eso. Es estar presentes”, mencionó.

Por su parte, el Club Monte Grande cumple -con su amplia variedad de actividades deportivas – este rol social hace 90 años. Entre sus disciplinas más importantes, se destacan el rugby, básquet, patín, natación, fútbol, taekwondo, entre otros.

Subsistir entre los grandes. Más allá de que la región cuenta con instituciones deportivas de gran magnitud, como lo son Independiente, Racing, Lanús, Banfield, Los Andes y Temperley, entre otros, los clubes de barrio logran sobrevivir sin ayuda económica por parte de alguna empresa o el mismo Estado, sino sólo por la voluntad, el esfuerzo y a veces la creatividad y el ingenio de sus dirigentes y sus socios.

Rolón contó cómo hace el Club Burzaco para lograr llegar a fin de mes a lo largo del año: “No tenemos subvención, acá la gente se asocia, y de acuerdo a la categoría paga una cuota. Después se abonan aparte las actividades, como fútbol, la colonia, etc. Para algunas actividades tenés que ser socio, mientras que para otras, como la colonia y la pileta, existe un precio para socio y otro costo para los que no lo son. Así se solventa”, señaló.

“Alguna vez que se necesitó, se armaron rifas, en una época se hacían bailes. Después, ya no dadas las situaciones sociales, se dejaron de realizar poco a poco. A las fiestas que se hacían acá venía gente de todas partes, y se realizaban en la cancha. Antes se bailaba en los clubes, íbamos de acá al Pucará, de ahí al Social de Lomas y así, pero después aparecieron todos lo boliches. Lo último que hicimos en Burzaco fue para 95° aniversario que se llamó a todos los socios para hacer una fiesta con cena, muchos vivían en otros lados de Buenos Aires y vinieron”, explicó la secretaria de actas.

En tanto, Defensores de Banfield “se las arregla”, mientras lucha por saldar de una vez por todas una deuda que lo dejó al borde de la quiebra y que obligó a sus socios a realizar no sólo duras negociaciones sino también a poner en marcha la inventiva para recaudar dinero y de algún modo resurgir.

“En realidad es bastante difícil. El ingreso genuino del club son las cuotas sociales y quizás en número no estamos tan lejos de otros clubes como Los Andes o Talleres de Remedios de Escalada. Nosotros estamos pasando hoy los 2500 socios activos, más los vitalicios. El problema que tenemos es que al no tener fútbol no hay nada de sponsors, o de publicidad ni ningún ingreso extra, por fuera de la cuota social”, señaló.

“El club tiene tres fuentes de ingresos: las cuotas sociales, los aranceles que pagan los chicos por hacer deportes y esporádicamente hay actividades puntuales como fiestas o algún tipo de evento para reunir fondos extraordinarios. Si bien ayudan a hacer obras o algo, no se puede contar con eso porque el club tiene un movimiento de gastos y de derogaciones que tiene que afrontar todos los meses que no podríamos basarnos sólo en eso”, indicó la abogada.

Desde el Club Atlético Adrogué aseguraron a este medio, en tanto, que tuvieron que poner en concesión varias actividades de las que brinda para poder costear la mantención de la institución.

Diego Fernández, uno de los encargados de Club Mega Sports (entidad que tiene las concesiones) contó que la situación de todos modos está mejorando: “Cuando arrancamos, allá por el año 1999 era menos la cantidad de gente que venía. Ahora vienen muchas personas”, aseguró.

“No nos manejamos con socios, la persona que quiere hacer alguna actividad, abona. Además organizamos carreras, como por ejemplo de aguas abiertas, que son cosas que nos ayuda a subsistir”, expresó.

En una era donde la identidad está tan globalizada como las culturas, y donde los espacios virtuales le van ganado terreno a los espacios públicos, los clubes sociales y deportivos de localidad siguen teniendo un plus que les permite flotar en medio de mareas no sencillas: el perfume a barrio, la magia del cara a cara, de la cosa compartida. Con muchas desavenencias son aún centros donde el sentido de pertenencia toma fuerza, en el color de un escudo que agrupa, en la tradición que se mantiene, en encuentros que recuerdan de donde se salió y donde se está. Y todo eso mueve voluntades y los salva: porque es precisamente la voluntad de sus vecinos y socios las que los mantiene en pie.



Texto: Santiago Coni

Producción: Mara Dal Lago