Mantener viva su cultura en la ciudad, ese es el desafío


La comunidad cacique Hipólito Yumbai está ubicada en Glew, y su presidente Mario Valdez, forma parte del pueblo tupí guaraní. “El mensaje que damos a nuestros hermanos es reivindicarnos con apoyo político, jurídico y la ayuda social”, contó. “Un pueblo indígena es una nación viva que mantiene su lengua, su cultura y sus formas de organización. Esto con la integración corría peligro de desaparecer, por eso esta gran demanda de reconocimiento del derecho” indicó Benito Espíndola, quien es diaguita calchaquí.

En la actualidad, hay 24 comunidades aborígenes distribuidas en el territorio argentino: Toba, Pilaga, Mocovíes, Diaguita, Calchaquí, Mapuche, Wichi, Guaraníes, Coyas, Chiriguano, Tehuelche, Vilela Mestizados, Chorote, Huarpe, Comechingones, Pampa, Ranquel, Querandi, Ona, Mataco, Chane, Quilmes, y Chulupí. Y en Almirante Brown, se encuentra la comunidad más grande de pueblos originarios de todo Buenos Aires.

El lunes realizaron una conferencia de prensa con escuelas y autoridades locales en la Fundación Soldi ubicada en Roldan y Obligado, en Glew, en el marco del Día del Aborigen (que se celebra. "La idea es tratar de hablar de la rica cultura que tienen los pueblos indígenas a través de su idioma y su música”, explicó Mario Valdés, presidente de una comunidad indígena de Glew denominada cacique Hipólito Yumbai. “El mensaje que damos a nuestros hermanos es reivindicarnos con apoyo político, jurídico y la ayuda social”, indicó el tupí guaraní







Los pueblos originarios están asentados a lo largo y a lo ancho de la provincia de Buenos Aires y desde entonces han luchado por sus derechos. “La idea es trabajar a nivel local, que es donde hay más resistencia, no en la sociedad en general, sino en lo político para plasmar esa visibilización y que no queden nuestras ceremonias como algo folclórico o como que el indio está de moda”, aclaró.

Es difícil mantener las costumbres y rituales porque los miembros más viejos de las comunidades se van muriendo y los hijos y nietos han nacido en tierras lejanas a aquellas que supieron servir para rituales a la Pachamama, entre otros.

Benito Espíndola, abogado perteneciente al pueblo diaguita calchaquí es fiel reivindicador de los derechos de los distintos pueblos. Su familia emigró de Salta en 1978 en busca de una mejora en la calidad de vida, y hoy trabaja para que los indígenas encuentren ese lugar en la sociedad que les corresponde.

“Un pueblo indígena es una nación viva que mantiene su lengua, su cultura y sus formas de organización. Esto con la integración corría peligro de desaparecer, por eso esta gran demanda de reconocimiento del derecho”, indicó el diaguita calchaquí. “El derecho indígena hace que se empiecen a equilibrar las cuestiones con aquellos que tienen a mitigar a las comunidades”, explicó.

Actualmente ambos integran una organización en la trabajan las cuestiones de la tierra y organizan un programa de televisión y radio para difundir las problemáticas originarias.

“Nosotros no estamos en contra de ningún gobierno, estamos a favor de que se cumplan nuestros derechos”, indicó Espíndola, al tiempo que señaló que “políticas indígenas exceden lo partidario, cualquier coyuntura y que tienen que ser políticas de Estado”. “La reciprocidad y la complementariedad son principios fundamentales para nosotros y tratamos de fortalecerlo en cada una de nuestras ceremonias”, contó.

Las fechas festivas que mantienen viva la cultura de los pueblos son solsticios. El Nuevo Indígena o la Fiesta del Sol, por ejemplo, es celebrado el 21 de Julio. Los pueblos se consideran hijos de la Madre Tierra y del Padre Sol o el Tata Indi, por ende establecen el comienzo de un año y la finalización de otro a partir de las cosechas: se termina el frío y se preparan las semillas para la próxima siembra. “Para nosotros ese es el sentido de terminar un ciclo”, explicó Espíndola.

El 21 de diciembre celebran Equinoccio, que es cuando empieza la siembra de maíz. El 1 y 2 de noviembre, es el Día de los Muertos y hay una imposición con todos los Santos. Para los pueblos la muerte es una continuación de la vida: el cuerpo vuelve a la madre tierra y el espíritu se separa y pasa a otro plano.