Unidades de Pronta Atención: la salud urgente y más cerca del barrio


Al ingresar a cualquiera de las Unidades de Pronta Atención de la región, la primera impresión es de una guardia hospitalaria. No obstante, son varias las características que distinguen a estas unidades médicas de los grandes centros de salud de alta complejidad. Es que las UPA se encuentran en el barrio, rodeada de hogares humildes y cerca de la gente con mayores necesidades y menos recursos.

En la sala de espera, dividida en tres sectores, se observa que uno de ellos tiene su pared colmada de dibujos y logotipos de colores. Con la llegada del invierno, el “área de los chicos” se vuelve más solicitada que nunca.

De las personas que esperan ser atendidas, la mayoría son niños con síntomas gripales acompañados de sus padres, aunque también hay un hombre muy entrado en años. Es evidente su delicado estado de salud y, de hecho, es llamado enseguida con un cartel que anuncia su turno en una pantalla.

A través de ella, los nombres de los pacientes aparecen en rojo, azul, amarillo o verde, dependiendo de la urgencia de cada uno. Las necesidades, como en toda guardia, son imperiosas; sin embargo prevalecen el orden y el silencio.

Las UPA se encargan de descomprimir la atención de emergencias en hospitales de gran complejidad y dar respuestas rápidas en zonas de mucha población.

“A mi hijo lo traje dos o tres veces cuando estaba con fiebre y con dolor de garganta o engripado y me atendieron bien”, comenta María Leguizamón, en la sala de espera de la UPA de Lomas de Zamora, ubicada en Villa Fiorito.

“Somos de barrio 2 de Abril y antes nos atendíamos en el Hospital Alende, que queda en Budge”, señala la mujer y asegura que la atención es mejor en la UPA “porque te llaman más rápido, te dan los remedios y, además, está cerca del barrio”.

El centro de salud lomense fue el primero de este estilo que se instaló en Argentina (2010), a partir de una idea tomada de Brasil (ver recuadro). Héctor Marchetta, uno de los directores de la Unidad, menciona que “hubo una gran colaboración del Gobierno brasileño para colocar una como prueba piloto. Si esta funcionaba bien, la idea era llegar a poner entre 20 ó 30 en toda la Provincia”.

“Descentralizamos y descomprimimos al Gandulfo. Hay una UPA en Lanús que descomprime al Evita y otra en Avellaneda que descomprime al Finochietto”, destaca.

En ese sentido, explica que la intención es “acercarle la asistencia médica al vecino para que no tenga que irse hasta el hospital más lejano. De acá a Budge hay que atravesar el centro de Lomas y cruzar las vías, no es fácil”.

“Acá se atiende lo que no puede esperar. Una cosa es sacar un turno en el Gandulfo con el traumatólogo para dentro de 15 días y otra cosa es un chico con 40 grados de fiebre y convulsiones o un accidentado de moto”, sostiene Marchetta.

Según indica, también suelen acercarse “muchos heridos de arma blanca, de arma de fuego, y muchos cuadros de sobredosis de tóxicos, alcohol y otro tipo de fármacos, que provocan cuadros fatales”.

“Tenemos ocho camas de internación transitoria, que son de terapia intensiva, donde el paciente tiene respirador, oxígeno central, bombas de aspiración, aire comprimido, monitores, medidores multiparamétricos que miden la presión, pulso, leucemia y saturación de oxígeno”, describe el director de la UPA.

Asimismo, cuenta que se atienden entre 300 y 350 personas por día, por lo que “si no hay derivación a los dos días” se ven saturados. Los casos más críticos son trasladados en helicóptero desde el helipuerto de la UPA.

Otra paciente de guardia, Cristina, resalta: “Soy de Cuartel IX y siempre venimos acá por que nos atienden rápido”. Además, se mostró contenta “porque los equipos son buenos y dan los remedios siempre”.

El director de la UPA de Lanús, Renato Garnier, subraya que “en este proyecto se juntan los cuatro niveles de gestión generando, para una población de alto riesgo, de necesidades importantes o escasos recursos, una atención médica de alta calidad”.

“La gente lo está viendo y está tomando como propia a la institución, ya que saben que está del lado de ellos”, asegura y advierte: “No tengo dudas de la eficacia y la eficiencia del proyecto. Estoy comprometido, no sólo intelectualmente, sino también ideológicamente”.

Por otro lado, señala que “el 60 por ciento de la gente que trabaja en la UPA -camilleros, ambulancieros- es de la villa”, y remarca que gran parte de su trabajo como director es “comprometerlos ideológicamente”.

“Acá seguramente hay mucha gente a la que le molesta que venga gente sin camisa o en patas, pero es la gente que venimos a atender. Sabíamos que veníamos a esto”, manifiesta convencido y menciona que, por semana, entran cinco o seis personas baleadas, como así también intoxicados con droga y embarazos precoces.

“Son más de 4 mil pacientes por mes y la mortalidad es de tres pacientes mensuales. Al Evita se derivan alrededor de ocho pacientes al mes”, apunta Garnier.

La supervisora de Enfermería de la UPA de Lanús, Delma Miranda, comparte el mismo compromiso que el director de la Unidad. “Vine acá sabiendo y no tengo miedo de andar en la zona o atender a los pacientes, porque yo ya me hice con la gente”, afirma.

No obstante, apunta que en pediatría “hay mucha demanda porque las mamás no se levantan temprano para llevar al chico a un control periódico, sino que se levantan el día que el chico está mal”.

“Todos los enfermeros que estamos acá tenemos que saber todo porque es una unidad de primera atención. El enfermero tiene que poder atender a adultos, chicos y hasta debe saber de partos”, asevera Miranda.

En cuanto a los problemas de salud que presentan con más frecuencia los pacientes, la mujer menciona que “hay mucha dificultad respiratoria y se estudia que puede ser por el Riachuelo, aunque no hay nada comprobado”.

Para la médica de guardia de la UPA de Lomas Érica O’ Brien, “la parte de emergencia es lo que a uno, como médico de trinchera, más le interesa”.

“Mi primera guardia acá fue un sábado en el que necesitaban gente porque había un solo médico y ese día entró un paciente que era hipertenso con diabetes. Me fui satisfecha porque había conseguido que alguien se fuera con su papá vivo. Que traigan a alguien con gran riesgo de vida y vos le hayas dado lo primero y lo puedas trasladar es muy gratificante para la mayoría de los médicos”, valora Érica.

Al igual que el resto de las personas que trabajan en las UPA, ella no puede pasar por alto la realidad violenta de la zona. “Hace poco tuvimos un caso de seis heridos de bala y, entre ellos, dos estaban muertos simplemente porque un vecino le subió el auto a la vereda al otro”, relata.

“Uno está ahí en el medio, tratando de salvar, pero cuando la gente te empieza a contar no lo podés creer”, manifiesta.

“Por ahí el escritorio está bien, pero lo que más me gusta es el amarillo y rojo, donde hay terapistas que te ayudan bastante a aprender y a despegarte un poco de lo que es el médico de escritorio”, expresa.

Según ella, “la trinchera es la trinchera, un soldado no puede estar llenando papeles, tiene que estar ayudando. Es lo que más frustra, pero también lo que más satisfacción da en lo personal”.

Desde la instalación de las UPA en algunos de los distritos del Conurbano, los grandes hospitales se han descongestionado y, a su vez, la gente de los barrios periféricos ha encontrado un lugar mucho más cercano donde poder atenderse más rápido. Ese es el lugar que vinieron a ocupar, el de expandir la salud hacia los lugares menos pudientes.