Volver a las Islas Malvinas les devolvió la paz


Veteranos de Malvinas de Esteban Echeverría viajaron a las islas, a 32 años de la guerra, y ahí en esa misma tierra que dejó cicatrices imborrables se reencontraron con una paz que los había abandonado desde hacía tres décadas. Tras enfrentarse al mismo frío que los azotó sin clemencia durante dos meses y doce días, aseguran que volvieron con más preguntas que antes, pero coincidieron en que lo vivido entre el 10 y el 18 de mayo fue una experiencia positiva.

“Fue duro volver a un pasado que uno pensaba era distinto. Se ven distintas las circunstancias, los lugares”, contó Walter Rubies. En 1982 él era uno de los 10.100 miembros del Ejército que desembarcaban en las islas. Hoy, 32 años después, todavía no puede crees que ese frío que acaba de vivir en el archipiélago y que le costó una neumonía sea el mismo que pasó casi desapercibido durante el combate, aún durmiendo en la tierra y con colchones de 5 centímetros de espesor. Es que hasta el frío se siente distinto.

“Fue una mezcla de emociones muy grande. Caminábamos hasta 20 kilómetros recorriendo posiciones. Lo que habrá sido para nuestros compañeros 74 días metidos ahí a la intemperie, húmedos, mal comidos. Nosotros ahora podíamos volver al hotel, comer y calentarnos”, analizó Jorge Sabbagh, operador de radio de la fuerza aérea durante la guerra de Malvinas.

El tercero en viajar fue Héctor Osvaldo Soto, quien participó en la guerra estando en la Marina, y no llegó a desembarcar. Esta no fue una distribución azarosa. Los tres ex combatientes viajaron en representación de las tres fuerzas militares que, junto con Prefectura, participaron en la guerra.

“En cada lugar donde estábamos intentábamos abrir la bandera argentina, gritar ‘¡Viva la patria!’ y expresar todo lo que sintiéramos”, contó Walter. Sin embargo, el homenaje a la Patria y los caídos llegó a su máximo punto cuando en uno de los recorridos los veteranos encontraron “un fierro viejo que había quedado del ‘82”, probablemente restos de algún mástil que todavía tenía los agujeros para atar el pabellón. “Pudimos atar la bandera con los hilos y la levantamos para que flamee, cosa que estaba absolutamente prohibido. Con el fondo de puerto argentino hicimos flamear la bandera”, recordó, orgulloso.

“Por suerte pudimos recorrer todos los lugares, de punta a punta de la isla, ver esos montes llenos de piedras, que todavía quedan agujeros hechos por bombas donde la turba no alcanzó a recuperarse”, explicó Jorge.

Sin embargo, los ex combatientes volvieron con la impresión de que “están tratando de retirar todos los vestigios de la guerra y calculamos que en 5 años más no va a haber mucho para ver”. “Hay que seguir yendo”, insistió Héctor.

“Antes de ir uno piensa que va a ser un cierre, que va a haber un corte en la historia de cada uno, pero te venís con muchas más preguntas de las que te fuiste. Es muy difícil de explicarlo porque, por otro lado, cerrás un círculo”, analizó Walter, y continuó: “Fui a Malvinas a buscar a ese pibe de 19 años que alguna vez fui y que se pasó estos 32 años ahí”.

“Una noche ellos se fueron a cenar y yo me quedé en el hotel. Ellos no lo saben, pero me escapé y fui hasta donde estuve en combate, solo, de noche. Prometí que no lo iba a decir y que iba a quedar para mí. Estuve ahí 10 minutos, y esa noche yo sentí que había cumplido”, prosiguió. “Gracias a Dios pude volver y yo vine con esa tranquilidad. Espero que los demás piensen lo mismo que yo pienso”.

Antes de regresar, él tuvo la oportunidad de volver una vez más a ese lugar. “Fui, hablé, enterré algo que había llevado especialmente para dejar allá, me cargué al Walter de 19 años al hombro y nos vinimos. Ahí terminó mi duelo; hoy podría decir que puedo morir tranquilo porque estoy completo”, confesó. “Se cierra un círculo, se viene con más paz. Yo tengo una tranquilidad que nunca tuve en estos 32 años. Son los primeros siete días que duermo sin tomar pastillas en estos 32 años, y es la primera vez que estoy una semana sin tener pastillas”, concluyó Walter.

“Fue toda una odisea, y la verdad que no me trajo buenos recuerdos. La verdad es que fue una experiencia buena por un lado y agotadora por el otro”, analizó Jorge, y recordó: “Cuando aterrizamos en Malvinas después de 32 años no era el aeropuerto que originalmente había sucedido todo. Cuando el avión tocó la pista la emoción fue tan grande que me quebré, caminé los 200 metros hasta la parte de migraciones y en mi mente lo único que había era un bombardeo continuo; un bombardeo de aviones que pasaban y tiraban, de gritos, de explosiones y montones de cosas hasta que pudimos salir de ahí”.

“Valió la pena haber ido. La experiencia mía fue haber llegado a una tierra que anhelaba llegar, conocer, y poder izar la bandera para todos los argentinos”, consideró Héctor.

Las experiencias fueron muy distintas, los sentimientos y recuerdos, muy personales, pero los tres llegaron a un consenso: La experiencia fue positiva. “Sabemos que hay compañeros nuestros que no tienen ganas de volver, y respetamos su decisión”, explicó Jorge, pero aconsejó la vuelta a esa tierra gélida para encontrar algo de paz, a reencontrarse aquel joven sin experiencia que fue a dar la vida por la Patria y a empezar a curar cicatrices.