Temperley festeja cien años de amor al barrio y pasión gasolera en las canchas


Esta semana, sin dudas, será muy especial para el pueblo gasolero. Es que el jueves, Temperley cumplirá sus primeros cien años de vida como institución deportiva y, para festejarlo, su comunidad se reunirá en las puertas del club a la espera de que el cronómetro se ponga en cero y anuncie el inicio de las celebraciones, que continuarán el sábado.

En este centenario de historia, el Club ha vivido días de gloria y también épocas oscuras. Superada la quiebra, en 1993, la institución albiceleste logró reacomodarse y hoy su centésimo aniversario la encuentra luchando por el regreso a la Primera B Nacional, luego de trece temporadas en la B Metropolitana.



Que cien años no es nada… La historia del segundo club más antiguo de la región, detrás de Banfield, comienza en 1910, cuando se crea el Club de Football Centenario Temperley, en honor al centenario de la Patria. No obstante, su fundación legal y definitiva tardó dos años y fue el 1 de noviembre de 1912.

Años más tarde, arribó a la institución un hombre de origen vasco que sería fundamental en el desarrollo del club: Alfredo Martín Beranger, quien fue el presidente por cuatro años (1919-1923) y quien propuso, en 1917, que el club participara en los campeonatos de la Asociación Argentina de Football, antecesora a la AFA.

La iniciativa no fue bien recibida por la asamblea, ya que el Club estaba dando recién sus primeros pasos y fue considerada una decisión apresurada. Lo cierto es que, dos años más tarde, el Club se afilió y en 1921 cambió su nombre a Club Atlético Temperley, denominación que aún mantiene.

En aquellos años se decidió que la camiseta fuera de color celeste. Y existen varios mitos acerca de por qué fue ese el color elegido. Si bien algunos hacen referencia a la apariencia del cielo, dice una leyenda urbana que se adoptó porque por esos años los lecheros que bajaban los tarros en distintas estaciones, se guiaban por los colores de las tapas. Las que eran de color celeste correspondían a Temperley, las de Lomas de Zamora eran rojas y blancas, mientras que las que se dejaban en Banfield estaban pintadas de verde y blanco.

Eran épocas de crecimiento. Y en diciembre de 1921, con el aval de Don Alfredo, se logró la cesión de los terrenos pertenecientes al viejo Ferrocarril Sud. Lo cierto es que este hecho es el que muchos vinculan con el confuso episodio que el 29 de marzo de 1923 acabó con su vida. Ese día Beranger fue asesinado alevosamente por un cuidador del ferrocarril, cuando estaba por cumplir 30 años.

Su muerte significó una enorme pérdida para el club. Es por eso que, en reconocimiento a su figura, el estadio -que había sido adquirido un año antes con mucho esfuerzo e inaugurado en 1924- lleva su nombre.

A pulmón. Desde su ingreso al profesionalismo en 1937 hasta la temporada 1973, Temperley se desempeñó en la Primera B con altibajos en sus campañas. En varias ocasiones estuvo muy cerca de lograr el ascenso (por ejemplo en 1945, cuando terminó tercero), como así también de perder la categoría.

Finalmente en 1974 logró el ansiado ascenso a Primera División y disputó tres años en la máxima categoría del fútbol nacional. En su primera temporada finalizó último entre 20 equipos, pero al no haber descensos mantuvo la categoría. En el campeonato siguiente accedió a la rueda final y finalizó último, torneo que se adjudicó River Plate. Mientras que en 1977 Temperley finalizó anteúltimo y descendió, junto a Ferrocarril Oeste y Lanús.

En esta primera expedición, se ganó el apodo de “Gasolero”. Los periodistas de la época le pusieron ese mote ya que, con un escaso presupuesto, el equipo desarrolló un juego prolijo y muy vistoso.

Tras haber dejado su lugar en la élite del fútbol argentino, peleó durante varios años por volver y en 1983 lo consiguió. Así, además de la vuelta de la democracia, los fanáticos del Celeste tuvieron otro motivo para festejar: el ascenso en el octogonal al vencer a Atlanta, en la definición por penales más larga de una final (13-12).

En su segundo paso por la Primera, Temperley tuvo un muy buen campeonato, pero luego decayó en su rendimiento y descendió nuevamente. En aquel Nacional del ‘83, el Gasolero tuvo una excelente actuación, alcanzando las semifinales casi con el mismo plantel que había logrado el ascenso. En dicha instancia fue eliminado por Estudiantes de La Plata, con el que empató el primer partido 1-1 y en la vuelta, en la cancha de Banfield, perdió 3-1. Finalmente los campeones fueron los Pincharratas, que dieron la vuelta tal como lo habían hecho en el Metropolitano del ‘82.

Tras el descenso, Temperley vivió los peores años de su historia y su etapa más oscura.

Volvió a perder la categoría en el campeonato 1988/89 y quedó en la B Metropolitana. El 28 de agosto de 1989 se declaró en quiebra (con una deuda de $400.000 a Futbolistas Argentinos Agremiados) y un año después se resolvió, por mandato judicial, el cese de toda actividad profesional en el club.

Fue en junio de 1991 que el juez José María Durañona dispuso la clausura del Club, la liquidación de bienes y la libertad de acción para los jugadores.

Lo cierto es que el arduo trabajo de socios, vecinos y dirigentes, sumado a la no aparición de ofertantes, evitó la desaparición de la entidad.

En aquellos años el miedo había invadido al Club ya que se temía que no se volvería a competir. La entidad se encontraba devastada ya que no poseía jugadores, tampoco tenía dinero y ni siquiera existía como institución.

Pero sobre la base de un gran esfuerzo, Temperley logró recuperarse. La quiebra se mantuvo hasta 2001 y, luego, fue levantada.

El Cele estuvo dos años sin poder competir y recién en la temporada 1993/94, bajo la tutela de un síndico, volvió a jugar. Al no haber presentado equipo durante dos años, perdió una categoría y volvió a la Primera C. Esta fue su única vivencia en la cuarta categoría del fútbol argentino.

Luego de dos años, Temperley logró el hito del doble ascenso. En primera instancia fue a la B Metropolitana y luego a la B Nacional. Estos fueron los últimos ascensos de la institución, que actualmente milita en la B Metropolitana tras haber descendido en la temporada 1996.

“Ser el presidente del Centenario es un orgullo porque uno, sin darse cuenta, va a quedar en la historia del Club. Estoy muy metido en los problemas y espero hacer todo lo que está a mi alcance en estos cuatro años”, resaltó Hernán Lewin, actual presidente de la institución deportiva, en diálogo con este medio.



Cien años, una misma pasión. Los dirigidos por Rodolfo Della Picca hoy luchan por ascender y, hasta el momento, han realizado una buena performance en el campeonato. Lo cierto es que lo deportivo va de la mano del buen presente institucional.

“Estamos trabajando muchísimo, en estos cuatro meses se hicieron cosas que no se habían hecho en los últimos 10 años. Con participación y esfuerzo, se puede salir adelante. Estamos trabajando mucho en infraestructura y tratando de sanear el club”, sostuvo Lewin y agregó: “Queremos estabilizar los números y hacer crecer al Club en lo social. Buscamos tener más deportes y que se generen más socios, y por ahora venimos bien ya que sumamos 1400 en cuatro meses”.

La fiesta ya está preparada para que todo el pueblo gasolero disfrute de un día sumamente especial.

Porque, más allá de lo institucional, es la historia del Club y sus hinchas lo que se festeja. Son las vivencias, el sufrimiento de un descenso, la alegría de la vuelta y el aguante de la hinchada que, de generación en generación, alentó para que hoy el club esté donde está, luchando un campeonato y sabiéndose núcleo de una gran cantidad de vecinos que laten al ritmo de un corazón pintado de Celeste…



Mauro Mariani