Día del vino argentino: un recorrido por algunas de sus publicidades icónicas


Este 24 de noviembre se celebra el Día del Vino Argentino, una fecha que conmemora a la Ley 26.870 que lo declaró “bebida nacional” en 2013 porque “a través de ella se busca difundir las características culturales que implica la producción, elaboración y consumo del vino y sus tradiciones”.

Argentina es el único país vitivinícola en el mundo que declaró a su vino como bebida nacional y nuestra cepa más representativa es la malbec, una cepa que llegó a estas comarcas por iniciativa de -quien sino- Domingo Faustino Sarmiento quien la trajo de Francia pese a que para los galos era una uva de descarte, debido a que el clima allá no es tan cálido y las uvas y las pieles no llegan a madurar tanto por lo cual lograban un vino ácido, tánico, astringente.

Mucho camino se recorrió entonces y ahora en tiempos de sommeliers, notas y tonos, terroirs, cepas, vinos de autor y de un fundamentalismo que, muchas veces, interfiere con el placer de compartir la bebida elaborada por Noé tras el diluvio, recordaremos al vino de nuestra patria: los años felices de la infancia, esos cuando la vida se presentaba entera.

Hablamos del viejo vino de mesa, ése que se tomaba con soda, con pan en paneras y sobre manteles de tela que engalanaban tablas montadas en caballetes. Cuando la familia se reunía porque estaba bien reunirse y legiones de primos invadían los patios de los abuelos.

La industria del vino de mesa era pujante y próspera y llegó a su apogeo entre los 70 y los 80 cuando las marcas no hacían publicidades sino que contaban historias que buscaban la identificación con sus públicos a través de comerciales con gran calidad artística y técnica.

Bordolino

En esos años, la bodega Peñaflor lanzó Bordolino, un vino de mesa pensado para ocupar el segmento de la italianidad que era inmenso. Contaba la historia de Bordolino, un inmigrante italiano llegado de niño a Mendoza en tres actos: partida, trabajo, y familia y reencuentro.

La canción la interpretaba Doménico Modugno, una estrella de la canción peninsular, y para el lanzamiento cada almacenero recibió un disco simple donde Julio Lagos relataba la historia y adelantaba la canción Molto piú sincero.

La botella contaba con una contraetiqueta en la que se narraba brevemente y en episodios una historia del vino.

Crespi y Hugo Arana

Crespi lanzó una campaña de cuatro spots dirigidos por Juan José Jusid entre 1972 y 1977, retratando los grandes momentos de una familia y el vino que los acompaña siempre en la mesa.

Los actores eran Hugo Arana y Betty Galán y la campaña logró tal éxito que los spots eras esperados como las temporadas de una serie.

Con música de Horacio Malvicino, “pasan cosas lindas en una familia”, era la frase que coronaba los anuncios.

El tío francés

Termidor, era ese vino que nos explicaba qué era el calendario revolucionario francés que llamaba a los meses por ciclos naturales como Plusvioso, Ventoso y Fructidor.

De 1982, cuenta la saga del amor entre Silvia Arazi y el ‘tío francés’ encarnado por Roberto Palandri.

En este comercial, además, participa Valeria Lynch.

Finales corales

Queda docenas de publicidades icónicas como las de Uvita con una constelación de estrellas como Ricardo Espalter y Enrique Almada hasta la iconica Susana Traverso, las sagas de Casa de Troya que nos ofrecía un hispánico vino Carlón con Alberto Cortés y Daniel Miglioranza (que también supo ofrecer de la mano de Luis Puenzo una versión al borde la censura llena de impensadas ninfas), o el hippismo de Rojo Trapal inspirado en Hair.

Para la despedida, tal vez el canto del cisne del vino de mesa antes de quedar relegado a cajitas sumergidas en los espacios ruines de las góndolas o representámenes del lumpenaje y la miseria.

En 1989, Resero, el único vino blanco de esta serie presentaba su comercial junto aun seleccionado de talentos: Alejandro Lerner, Teresa Parodi, Roberto Goyeneche, Silvina Garre, Juan Carlos Baglietto, Eduardo Falú, Ariel Ramirez, Cacho Tirao, Sixto Palavecino, Domingo Cura y Víctor Hugo Morales.

Nos despedimos, ¡salud!


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